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Nacer, crecer y aprender en prisión

El Buen Pastor es la primera penitenciaría del país en entregarles a los bebés de las reclusas un jardín infantil atendido por pedagogos, psicólogos, médicos y nutricionistas.

Redacción Vivir
27 de julio de 2013 - 09:00 p. m.
 Las guardias de la penitenciaría también cuidan de los menores. / Fotos: cortesía ICBF
Las guardias de la penitenciaría también cuidan de los menores. / Fotos: cortesía ICBF

A Dayana la agarró la Policía hace diez meses robando en algún lugar de Bogotá. Le dieron 20 meses de cárcel. Hace ocho, Saray, su primera hija, nació entre las rejas de El Buen Pastor.

“El día que me cogieron fue horrible, pero cada uno sabe lo que se busca. Creo que Dios me dio a mi niña para entender que hay lecciones que tengo que aprender. Es difícil tener un bebé en un lugar así, pero ella se ha convertido en mi motor de vida, aunque hay días en que uno no quisiera levantar la cabeza, pero ella me motiva”.

Dayana es una de las 33 mamás reclusas que conviven con sus bebés (de 0 a 3 años ) en las celdas y patios de El Buen Pastor. De 7:00 a.m. a 4:00 p.m. los niños van al jardín infantil Esplendor, ubicado en la misma penitenciaría y reformado hace algunos meses para implementar la estrategia “De cero a siempre”’, con la que la Presidencia busca entregar formación de calidad a la primera infancia.

“Como apenas tienen ocho meses, está en el jardín sólo hasta el mediodía, luego jugamos, la cuido, le dedico todo el tiempo. Me ayuda a evitar problemas. Sé que Dios me la entregó para transformar mi vida. No quisiera decirle que nació aquí, que vivió aquí, tampoco que yo pasé por esto, no quisiera contarle. Pedí ‘la condicional’ y espero que en un mes las dos estemos afuera”, dice Dayana.

Por más de 10 años en los jardines infantiles de las penitenciarías de Colombia no hubo pedagogos, psicólogos ni médicos para atender a los pequeños. Entre las internas se elegían algunas que se encargaban de cuidar y alimentarlos durante el día. Y aunque esta situación sigue siendo similar en otros ocho centros penitenciarios, ahora, El Buen Pastor cuenta con una planta de profesionales especializados en la atención de estos bebés.

“En noviembre del año pasado el Instituto de Bienestar Familiar (ICBF) estudió las condiciones del jardín y, aunque las internas hacían un buen trabajo, se dieron cuenta de que era necesario traer otro modelo, que fue implementado gracias al Instituto, la Fundación del padre Damián y el Inpec”, dice Yamile Martínez, directora del jardín.

Germán Quiroga, director de Primera Infancia del ICBF, cuenta que antes las reclusas vivían angustiadas al saber que sus hijos recibían una atención muy básica en salud. “Si se enfermaban en las noches les enviaban un par de pastillas y ellas no sabían qué les pasaba. Necesitábamos personal calificado y pedagogas que trabajaran explorando las habilidades de los pequeños, tenemos una psicóloga que trabaja mucho con las mamás. En la cárcel se consumen drogas y existen conflictos como en cualquier barrio, ellas no pueden olvidar que los niños están de por medio”.

“Nadie desea criar entre las rejas”, dice Dayana, quien al igual que las demás mamás-reclusas tienen el privilegio de ocupar, cada una, una celda del primer piso, alrededor del patio de descanso, donde duermen con sus bebés, los alimentan, viven la maternidad. “Estamos contentas de saber que en el jardín los alimentan, los cuidan”.

“Estos chiquitos pasan los primeros tres años de sus vidas presos. Muy pocas veces ven carros, avenidas, edificios grandes o buses. Viven aislados, y eso nos obliga a trabajar más los valores como la convivencia, la fraternidad y el perdón”, dice Lina Londoño, una de las profesoras.

Para la psicóloga del Esplendor, Marta Cárdenas, el trabajo con los familiares o adultos que recibirán a los niños, cuando cumplan tres años y salgan del jardín, es fundamental en el proceso de integración de los menores a la sociedad.

“En el jardín tratamos de entregarles a los niños un ambiente distinto al que viven todos los días dentro de la cárcel, donde pueden exponerse fácilmente a las discusiones entre reclusas y a todas las dificultades que le representan a una mamá estar privada de la libertad. Los primeros días de la semana son difíciles para las profes, porque vienen cargados de toda la energía de los patios”, por eso, explica la especialista, los futuros tutores tendrán que recibirlos con amor, sabiendo que es importante que continúen teniendo contacto con sus mamás y ayudándoles a superar el duelo de tenerlos lejos.

“Sus mamás están aquí porque cometieron errores que, esperamos, ellos entiendan que no pueden repetir”.

Por Redacción Vivir

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