Nel, alumbrado por los dioses de la creatividad

La Casa de Carlota es un estudio de diseño profesional de Medellín con un equipo insólito de creativos. El director, Nelson Correa, no tiene pelo. Los diseñadores, personas con síndrome de Down y autismo, se lo recuerdan todo el tiempo.

Camila Taborda/ @camilaztabor
23 de marzo de 2017 - 03:00 p. m.
 Nel es el director de arte de la Casa de Carlota. / Luis Benavides - El Espectador.
Nel es el director de arte de la Casa de Carlota. / Luis Benavides - El Espectador.

Las ranas fosforescentes sobre el río Medellín son un alumbrado navideño inolvidable de 2004. Bajaba la gente de los barrios populares para vadear la instalación. La clase media invertía en el mercadillo gitano del andén. Los demás se asomaban desde los coches comiendo crispetas. Fue una época de montajes radiantes con bombillas led auspiciadas por EPM. Y Nelson Correa fue el ilustrador detrás de esas figuras en dicha década, pero será mejor llamarlo Nel. Así es como todos lo conocen.

Este diseñador gráfico se embarcó en la labor social mientras concebía los diciembres de la capital antioqueña. Luego sobrevino una maestría de ilustración en Barcelona, con un año de por medio por causas burocráticas. Vivía en la segunda ciudad más poblada de España con demasiado tiempo sin destino. Sus ofertas de voluntariado no eran bien recibidas, los jardines de niños y las casas de abuelos no querían un latino.

Gusti le habló un día de La Casa de Carlota. Él es un ilustrador amigo de Argentina, papá de Mallko, un pequeñín con síndrome de Down. ¡Andá a la agencia a hacer una charla de diseño y probá con chicos con discapacidá! Pero Nel se resistió por días. Le parecía que el lugar iba a ser un hospital nevado que huele a odontólogo.

Cuando entró al taller, recuerda, dos jóvenes de gorra se cruzaron ante él. Uno de ellos había fijado su bici en la acera y el otro sostenía una tabla de skate. Ambos lo sorprendieron en el vestíbulo: tenían una condición genética evidente tras el sudor. Así hubiesen atravesado la ciudad entera para llegar solos al trabajo.

Hace 4 años, “1.000friends” predicaba sobre cómo ser socialmente responsable. Sin serlo. Eran una agencia de publicidad española en la que, una de las socias, se había hecho mamá de una niña con discapacidad intelectual. Carlota nació con trisomía 21, conocido como síndrome de Down. Una condición genética con la cual nacen 1 de cada 700 bebés en Colombia.

Los hispanos idearon una manera de incluir esta población mediante el diseño y la publicidad. Así se fundó La Casa de Carlota, un estudio profesional con un loft moderno donde trabajan personas con síndrome de Down, estudiantes, ilustradores, jóvenes con autismo y directores de arte. Nel trabajó como voluntario para ellos durante tres meses, hundido entre el amor del grupo.

Cuando llegó el momento de volver, los creativos le propusieron alguna remuneración, pero Nel prefirió acordar la importación del proyecto. Y así llegó la propuesta a Medellín, la única sede de la agencia por fuera de Barcelona. La Corporación Artesas, una ONG paisa dedicada a la formación artística de personas con discapacidad, apadrinó la idea.

De hecho, allí se dieron los primeros encuentros en agosto de 2015. Talleres de dos horas semanales a los que asistieron alrededor de 25 chicos, dirigidos por Nel. Mediante simulacros de laboratorio comercial, el diseñador hizo de caza talentos. ¿Quién era original en la tipografía? ¿Cuál estética era la más singular? ¿Cómo se desempeñaban sobre el ritmo? Los participantes, por cierto, habían nacido con síndrome de Down y autismo.

Tras un año de proceso, 5 de ellos fueron seleccionados con base a tres requisitos: disposición, habilidad propia y voluntad familiar. En este momento están contratados bajo el título de creativos; en jerga común, los roles que le atinan al concepto. El pago es de $8.600 por hora laborada sobre proyecto para cada cliente. Entre ellos, EPS Sura, Grupo Argos, Alcaldía de Medellín, vestidos de baño Maaji.

En Colombia, apenas el 15.5 % de las personas con discapacidad realizan algún tipo de trabajo. La mayoría se ocupa exclusivamente en labores operativas. Incluso, solo un porcentaje del 2.5 de los que consiguen empleo, recibe un salario mínimo legal vigente. Dichas cifras fueron precisadas por la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de Profamilia (ENDS) del año 2010, tras un estudio nacional.

En La Casa de Carlota el ambiente es sabroso, ese es el término utilizado por los empleados. Manuela Mejía es la única mujer entre los creativos. Sobre ella… ¿qué decir? Suele hablar de sal, limón y mango biche. Trabaja junto a su novio, Jordan Galeano, un estudiante de la Universidad de Antioquia.

También está Juan David Zuluaga, un baterista congénito. Un mariachi de tropelera bien coqueto llamado Sebastián Giraldo, y Simón Mejía, que es más un artista abstracto. No los limita ninguna forma. Al final de los diseños, los directores de arte juzgan las piezas acertadas. En esta ocasión, Nel y Sara, una profesional de La Colegiatura que los acompaña desde la inauguración oficial del proyecto.

Según los fundadores de La Casa de Carlota, esta población “desarrolla de forma inconsciente, enfoques menos obvios en cualquier planteamiento creativo. Es un pensamiento lateral, menos racional y diferente al acostumbrado juicio lógico”. Encima, al inicio de cada jornada prima un ritual de Barcelona hasta Medellín: invocan a los altísimos dioses de la creatividad.

Hace algún tiempo, un creativo de la agencia dio una entrevista a un medio español. Quim tiene una discapacidad intelectual y, en medio de la conversación, le explicó al periodista que había dejado de ser síndrome de Down y que ahora era solo un diseñador.

Por Camila Taborda/ @camilaztabor

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