Volvieron las residencias universitarias

La Universidad de los Andes estrenará este semestre una inmensa torre con capacidad para más de 600 estudiantes y profesores.

María Paulina Baena Jaramillo
12 de enero de 2017 - 04:00 a. m.
CityU, es un complejo de tres torres destinadas para vivienda universitaria. Está ubicado en la calle 19 con carrera tercera, justo en frente de la U de los Andes. / Uniandes
CityU, es un complejo de tres torres destinadas para vivienda universitaria. Está ubicado en la calle 19 con carrera tercera, justo en frente de la U de los Andes. / Uniandes

Cuando los estudiantes uniandinos regresen a clases este semestre, se encontrarán con tres inmensas torres que alojarán a 1.713 personas en residencias universitarias. El proyecto, llamado CityU, está ubicado en la calle 19 con carrera tercera y de esos tres edificios coloridos que se alzan al frente de la estación de Las Aguas, el número 2, denominado Séneca y de 26 pisos, será sólo para la comunidad de los Andes. Ofrecerá 628 cupos en 243 apartamentos.

La idea la ha venido cocinando la Universidad de los Andes desde hace cuatro años, cuando hizo una encuesta entre estudiantes, profesores y empleados. Como contó Maurix Suárez, gerente del campus de Uniandes, el tema de las residencias universitarias se pensó porque los estudiantes extranjeros preguntaban siempre dónde quedaban los dorms (dormitorios). “Esto comenzó a generar dificultades, porque los extranjeros terminaban arrendando una vivienda, resultaban engañados y se iban a sitios inseguros. No les iba muy bien”.

Una de las imágenes más recurrentes de la vida universitaria estadounidense es la de jóvenes que dejan sus casas familiares para irse a vivir a los dormitorios de las instituciones educativas, incluso aunque vivan en la misma ciudad donde estudian. Y aunque en principio estas residencias de los Andes se pensaron para extranjeros y estudiantes que vienen de afuera de Bogotá, en 2010 la universidad hizo otro estudio de mercado y descubrió que personas de Bogotá se estaban yendo a vivir cerca de las universidades. “Cuando uno suma esas tres demandas: extranjeros, personas de otras regiones y estudiantes de Bogotá que se gastaban tres horas al día en un bus, esta idea tiene un plus inmenso”, dice Suárez.

Entonces, a finales de 2013 Uniandes firmó un acuerdo de arrendamiento por diez años con QBO Constructores, Promotora Convivienda y la organización Germán Morales e Hijos para que operaran una de sus torres. El primer piso del complejo es una zona pública con dos plazoletas, en donde se realizarán actividades culturales y artísticas. Los pisos 2 y 3 están destinados a locales comerciales de comidas, farmacias, papelerías, bancos, peluquerías y micromercado. El piso cuarto une a las tres torres y está equipado con salones de estudio, televisores, salas de entretenimiento, gimnasio abierto las 24 horas, lavandería y recepción.

Séneca, la torre de la U. de los Andes, cuenta con apartamentos de 1,2 y 4 habitaciones y el piso 26 está conformado por 16 suites para estancias cortas de invitados especiales. Los valores oscilan entre 5 millones hasta 8 millones por semestre académico, y las personales valen 250.000 pesos la noche.

En Colombia, si bien han existido residencias universitarias para los estudiantes de distintas regiones, no han sido desarrolladas como un negocio inmobiliario. Hace cerca de 50 años eran famosas las de la Universidad Nacional en el Centro Nariño de Bogotá, que siguen en pie hoy en día y que tienen capacidad para albergar hasta 215 personas.

Como explicó Óscar Oliveros, director de bienestar de la Universidad Nacional de Bogotá, este complejo fue creado durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla y estaba destinado a aquellos estudiantes con bajos ingresos económicos. Hoy sigue funcionando de la misma forma: con la cobertura casi total de los gastos de alimentación y hospedaje y mediante convocatorias que dan prioridad a personas con discapacidad, víctimas del conflicto armado, víctima de desastres naturales, madres cabeza de familia o padres y madres.

“Tenemos tres sitios en convenio con instituciones religiosas, y otros dos convenios, que suman 323 beneficiarios en total. Migramos a otras alternativas porque no hay más cupos en Nariño y la demanda por alojamiento es muy grande”, comentó Oliveros. Para él, el sueño es pensar en más residencias porque Bogotá tiene un déficit de vivienda universitaria enorme en pregrado y posgrado. “No vemos un programa distrital ni nacional que vaya direccionado a financiar la vivienda estudiantil. Las universidades privadas lo pueden hacer, pero las públicas no tienen recursos para lograr esos proyectos”, concluyó.

Otro concepto similar al de residencias es el de adaptaciones dentro de casas grandes u hospedajes en hogares familiares. Así funciona en la Universidad Javeriana con el programa Familias Anfitrionas, en el que familias cercanas a la universidad prestan sus habitaciones para acoger estudiantes javerianos.

Sin embargo, un edificio con residencias no está contemplado dentro de sus planes. “A pesar de ciertos análisis, sentimos que eso es salirnos de lo que nos compete como universidad, de nuestra naturaleza. Eso implica administración particular, hotelería, hospedaje. No hemos considerado esta posibilidad como fuente de ingresos de la universidad, aunque en infraestructura la universidad está cambiando y es posible que a futuro lo contemplemos”, aseguró Luis Prieto, vicerrector académico de la U. Javeriana.

Aunque el miedo de las universidades a las residencias es que se deterioren y se conviertan en muladares sin ley ni orden, Maurix Suárez de Uniandes está convencido de que el experimento de los Andes funcionará porque es un modelo exitoso en el mundo, como en Europa, México y Estados Unidos. También, este sistema será distinto a los que se han visto en Colombia tradicionalmente. “El deterioro de estas instituciones se da porque el Estado las proveía y ellos mismos operaban y hacían todo. Esta vez tenemos un modelo con tres actores claves: un fondo de acción que pone los recursos, un operador y la universidad, que se enfoca en el éxito académico y en lograr que la deserción disminuya”, comentó.

El éxito del modelo se medirá en un año aproximadamente, pero Suárez puede anticipar las ventajas, como llegar a un sitio seguro, usar las bibliotecas, el software de la universidad, los laboratorios. “Es un acelerador a la vida universitaria y la forma de llegar con el pie derecho y armar grupos de amigos. En general es un cambio de cultura, que en el mercado no es muy grande”, remató.

 

Por María Paulina Baena Jaramillo

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