Alemania: ¿por qué Mesut Özil no juega para Turquía?

La turca es la comunidad extranjera más numerosa en territorio alemán. Mesut Özil e Ilkay Gündogan, hijos de ciudadanos de esas tierras, hacen parte de la nómina de Joachim Löw.

Angélica Lagos Camargo
11 de junio de 2018 - 02:01 a. m.
Ilustración Tania Bernal
Ilustración Tania Bernal

Durante un partido de la Eurocopa de 2008 en Basilea, en el que Turquía y Alemania competían por un cupo a la final, una realidad se evidenció en la cancha: la selección alemana era una mezcla de jugadores de orígenes variados: dos de sus estrellas, Miroslav Klose y Lukas Podolski, habían nacido en Polonia; Jerome Boateng es de origen ghanés, y Mario Gómez, español, también hacía parte de la nómina germana.

A pesar de que desde 1961 cerca de dos millones de turcos llegaron a Alemania, en virtud de un acuerdo para la contratación de trabajadores extranjeros suscrito por la República Federal con Turquía, sólo dos jugadores de ese país, Mehmet Scholl y Mustafa Dogan, habían formado parte de la selección de fútbol alemana.

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Hoy, 57 años después de esa oleada migratoria que provocó cambios profundos en la sociedad alemana —actualmente un 3,7 % de la población del país es musulmana—, muchos no han logrado integrarse a las dinámicas sociales teutonas. Datos de la Oficina Federal de Estadística del país cifran en 2’637.000 los ciudadanos de origen turco en territorio alemán.

La mayoría se queja porque no se siente integrada a la sociedad alemana: el desempleo en los jóvenes de padres turcos nacidos en Alemania ronda el 65 % y desde Ankara se escuchan quejas por la falta de oportunidades para los suyos. A pesar de esas críticas, dos futbolistas descendientes de migrantes turcos hacen parte de la selección de fútbol alemana, una de las favoritas para ganar la Copa Mundo 2018.

Las quejas de los turcos sobre el trato que han recibido se remontan a 1981, cuando después de varios intentos de integración de las dos sociedades, el canciller Helmuth Kohl decidió restringir la llegada de extranjeros, principalmente turcos, a Alemania Federal y promover el retorno mediante una ley.

Desde entonces, la integración se convirtió en un tema político y se endurecieron las leyes de extranjería: se dejó de aceptar la doble nacionalidad y se impuso como condición aprender alemán. En el año 2000, el canciller Gerhard Schröeder acabó con el derecho de sangre para obtener la nacionalidad. Años después, el partido de los Verdes dividió a los turcos en dos: los nacidos antes y después de 1990. Sólo los segundos tenían derecho a optar por dos pasaportes, pero cuando cumplieran 23 años deberían elegir un país: Turquía o Alemania.

Aunque la norma se modificó 14 años después, el dilema le tocó a una de las estrellas de la selección alemana: dicen que Mesut Özil debió renunciar a su pasaporte turco para ser parte del equipo nacional alemán.

El jugador nació en la localidad germana de Gelsenkirchen y pertenece a la tercera generación de los Özil en Alemania, después de que su abuelo, nacido en Turquía, llegara a Alemania. El padre del futbolista también nació en territorio turco, pero vivió casi toda su vida en Westfalia. Y aunque educaron al joven Özil para que no perdiera sus raíces otomanas, el futbolista decidió defender la camiseta del país que lo vio nacer: “Yo nací aquí, no me puedo imaginar jugando para otra nación”, respondió el futbolista, que ha protagonizado varias campañas para promover la integración turca a la sociedad alemana.

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La polémica fue menor con Ilkay Gündogan, otro seleccionado por Löw. Aunque Turquía lo invitó a ser parte del combinado de la media luna, por ser hijo de turcos, el jugador se decantó por la bandera alemana. El exjugador alemán Matthias Sammer, exdirector deportivo de la Federación Alemana, explica que no hay más turcos en el equipo alemán porque “la mayoría de los jugadores de origen turco toman la decisión de jugar para uno u otro país basados en los consejos de sus familiares”.

Agrega que la Federación Turca abrió hace diez años una oficina en Colonia, especializada en detectar talentos en ligas europeas y llevarlos a Turquía, o por lo menos convencerlos de que opten por jugar “por su madre patria”. Así, jugadores como Umit Davala, Yldiray Bastürk, los hermanos Halil y Hamit Altintop y Nuri Sahin, uno de los mayores prospectos del fútbol europeo de la pasada década, optaron por jugar con Turquía.

En medio del inconformismo de los turcos en Alemania, Mesut Özil e Ilkay Gündogan no se escaparon de una fuerte polémica cuando se fotografiaron con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. “El fútbol y la Federación Alemana defienden valores que no son tenidos en cuenta por el señor Erdogan”, dijo Reinhard Grinder, de la Federación Alemana de Fútbol.

El seleccionador Joachim Löw zanjó el escándalo diciendo que “la Federación les dejó claro que fue una acción desafortunada porque cuando juegas para Alemania representas los valores alemanes”.

Por Angélica Lagos Camargo

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