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¿Alguien le preguntó a Mónica Lewinsky su versión sobre la relación con Bill Clinton?

A la exbecaria de la Casa Blanca su romance con Bill Clinton le cambió la vida y la catalogó para siempre como el “affair del presidente”. Tras años de aprendizajes está dispuesta a contar su versión de la historia, esa que por años han silenciado.

Daniela Quintero Díaz
17 de agosto de 2019 - 03:00 a. m.
¿Alguien le preguntó a Mónica Lewinsky su versión sobre la relación con Bill Clinton?

El 14 de noviembre de 1995 cambiaría para siempre la vida de Monica Lewinsky, una joven de San Francisco que había cometido un error que muchos tildaron de “garrafal”: ser lo suficientemente vulnerable e ingenua para enamorarse de su jefe mientras era una pasante. Ella tenía 22 años, él 49, y no solo era el 42°presidente de EE. UU. sino también una de las personas con más poder en el mundo.

“No creo que en ese momento de mi vida mi corazón haya latido tan rápido”, recordó Lewinsky para una entrevista con A&E sobre la primera vez que tuvo un encuentro privado con el presidente, cuando era becaria de la Casa Blanca. “Le dije: ¿Sabes?, estoy enamorada de ti. Y él se echó a reír, sonrió y me preguntó que si quería ir a la oficina de atrás. Y lo hice”.

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Pero el día horrible llegó. Su compañera de trabajo y amiga, Linda Tripp, a la que le había contado todas las confidencias de su relación, se acercaba con dos hombres del FBI a sus espaldas. “Está en problemas, señorita” fue lo último que escuchó antes de darse cuenta de que su vida ya no sería la misma. Pasó de ser nadie, a ser “esa mujer”, la del “affaire”, la que todo EE. UU. y el mundo conocería por tener una relación extramarital con Bill Clinton.

Desde entonces, no pararon los abusos. Un grupo de agentes del FBI la arrinconó en una habitación del pentágono, la amenazó con ir a prisión por 27 años si no cooperaba, también con imputar a su madre e investigar la carrera de médico de su padre. La única alternativa que le dejaban era confesarlo todo. Lo que había hecho y lo que no con Clinton. Su relación, como ella afirma, había sido consensuada; pero ser comodín de un juego político y que su vida fuera destrozada para tumbar al presidente demócrata, no.

Su vida personal dejó de ser personal y pasó a estar expuesta al escarnio público. El foco de las investigaciones y la prensa estuvo puesto en los detalles… pero no en los importantes: la mancha del vestido azul, los regalos del presidente a Lewinsky, las fotos en las que aparecían juntos, el físico de ella, las corbatas de él, las horas y horas de conversaciones telefónicas con detalles del romance.

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Además, para entonces, internet se estaba convirtiendo en esa red de interconexión que acercaba al mundo, pero también en esa peligrosa herramienta que podía difundir fake news, ser un propagador viral y una fuente de acoso.

“Cuando el Comité Judicial de la Cámara de Representantes decidió publicar online los 'hallazgos' de Ken Starr (el fiscal) –dos días después de que los hubiera entregado–, significó (para mí) que cada adulto con un módem podía leer mis conversaciones privadas, mis pensamientos personales (sacados de mi ordenador) y, peor, mi vida sexual”.

Las fuentes anónimas, los rumores en línea falsos y sus fotos en la web, en los medios y en los programas de televisión se convirtieron en cosa de todos los días. La versión del fiscal, la versión de Clinton o la de su esposa, la de su biógrafo, la de Tripp… todas tenían lugar, menos la de Lewinsky. Ella era lo que los demás decían que era.

“La gente ha estado acaparando y contando mi parte en esta historia durante décadas. De hecho, hasta estos últimos años no he podido recuperar por completo mi narrativa, casi 20 años después”, escribió Lewinsky en 2014 para Vanity Fair. “Me tildaron de zorra, puta, ramera, tonta. Perdí mi reputación y mi dignidad y casi pierdo mi vida”, aseguraría después en una Ted Talk en 2018.

Sí, el trauma fue tal que incluso pensó en acabar con su vida. Lo intentó todo. Las apariciones públicas, desaparecer y ser discreta, irse del país, centrarse en sus estudios, hacer un máster en psicología social en Londres, buscar nuevos trabajos, montar su marca de bolsos, rechazar millonarias entrevistas. Todo. Pero el fantasma de Clinton y su pasado la persiguieron todas las veces. Cada vez que reaparecía regresaban los rumores, el hostigamiento de la prensa, los titulares, las teorías conspirativas de su regreso. Clinton sobrevivió, pero Lewinsky casi no lo consigue.

“Hubo un momento para mí en el que estaba llorando histéricamente y luego me apagaba. Y en los periodos en los que estaba apagada recuerdo mirar por la ventana pensando que la única forma de arreglar esto era matándome, era saltando por la ventana” contó entre lágrimas a la cadena ABC. “Y me sentí terrible. Tenía miedo. Estaba mortificada por lo que eso iba a hacer a mi familia. Y yo todavía estaba enamorada de Bill en ese momento, así que me sentí muy responsable”, afirmó.

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Los abusos también llegaron de parte de Clinton. Cuando se vio acorralado por la prensa y la investigación mintió: “Yo no tuve relaciones con esa mujer”, dijo bajo juramento y al lado de su esposa, Hillary. Además, le pidió a Lewinsky que mintiera, que negara la relación, se aprovechó de su posición de poder. Las mentiras y el vestido manchado de semen (que entregó ella como prueba de los encuentros cuando la pareja Clinton lanzó una guerra pública en contra de la credibilidad de la joven) llevaron al mandatario a ser sometido a juicio político por la Cámara de Representantes de EE. UU. Fue el segundo mandatario en la historia del país en tener que enfrentarlo. Pero ese fue el único juicio que le hicieron y, con una artimaña, quedó exonerado.

Sin embargo, para la exbecaria la historia fue distinta. El peso de la relación cayó sobre ella, con los juicios y las críticas. Sus logros personales nunca pudieron ver la luz, porque siempre llevó en la frente la etiqueta del “affaire”. “Lewinskygate”, “Monicgate” se leía cada vez volvía a aparecer en la vida pública o que algo recordaba la relación… La culpa siempre recayó sobre ella.

“Ahora, a los 44 años, empiezo a entender la gran diferencia de poder entre un presidente y una becaria en la Casa Blanca. Existen los desequilibrios de poder y el abuso, incluso cuando el sexo es de mutuo acuerdo”, declaró a Vanity Fair en el aniversario número 20 del escándalo.

Mientras Clinton siguió (y sigue) siendo una voz respetada del partido demócrata, terminó su presidencia con el 71 % de popularidad y salvó su matrimonio, Lewinsky quedó lapidada. Mientras la pesadilla de él fue temporal, la de ella duró más de 20 años.

***

Ser la protagonista de uno de los escándalos sexuales más grandes de la historia de EE. UU. convirtió, para muchos, a Lewinsky en una “celebridad”: fue portadas de revistas y diarios, programas de televisión, la conocieron mundialmente, internet permitió que todos siguieran minuto a minuto lo que pasaba. Pero, para ella, la situación estuvo lejos de eso. Hoy sabe que fue víctima de matoneo, uno cruel e inhumano.

“En 1998 seguramente yo era la persona más humillada del planeta. También fui la primera persona cuya humillación global estuvo impulsada por internet”, diría años más tarde.

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Ponerse en manos de otras personas era una tortura. Pensaba dos, tres y hasta cuatro veces antes de hablar. “La verdad es que estoy agotada. Así que me preocupa que pueda decir algo sin intención, y que eso se convierta en el titular, y que el ciclo comience de nuevo”, le dijo alguna vez a un periodista de The Guardian.

Cansada de que fueran los demás quienes contaran su historia -la reinventarán y distorsionarán cada faceta de su vida-, Lewinsky decidió “enterrar la boina (con la que aparecía en una foto con Clinton) y el vestido azul, y seguir adelante”. Desde entonces se ha lanzado en una cruzada contra el “cyberbulling” o matoneo virtual, ese que ella tanto ha padecido.

“Llegó el momento de recuperar mi narrativa y dejar saber a los demás que uno puede sobrevivir”, dijo. ¿Cómo? Decidió finalmente coproducir la tercera temporada de American Crime Story, titulada Impeachment. Una docuserie que dirige Ryan Murphy, que retratará el escándalo en que se vio envuelta en 1998 y que, además, tiene la intención de romper con la mirada masculina de la historia. Con esta espera cerrar ese capítulo que marcó su vida.

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