Así es la lucha contra la malaria en uno de los enclaves mineros de Venezuela

Hasta hace unos años el país era referente contra esta enfermedad, pero hoy es el más afectado de todo el continente. En medio del colapso del sistema de salud por cuenta de la crisis, algunas organizaciones buscan reducir el impacto sobre sus habitantes.

Redacción Internacional*
20 de enero de 2020 - 07:41 p. m.
En 2019, el país se clasificó como la nación más afectada en América Latina, con más de 320.000 casos diagnosticados. / Médicos sin fronteras
En 2019, el país se clasificó como la nación más afectada en América Latina, con más de 320.000 casos diagnosticados. / Médicos sin fronteras

Cuando uno piensa en una nación que atraviesa una gran crisis política y económica, lo primero que le viene a la mente probablemente no es el oro. Pero en Bolívar, el estado más grande de Venezuela, la minería ilegal de oro ha estado pujando durante años y el metal amarillo se ha convertido en una motivación para que muchos venezolanos se dirijan hacia el sur del país, como una última oportunidad para ganarse la vida antes de regresar a casa o huir a Brasil.

Luis Henrique Ripa, por ejemplo, viene directamente de la capital venezolana, Caracas. Dejó a su familia atrás para venir a trabajar como minero en Las Claritas, un pequeño pueblo ubicado en el Municipio Sifontes, en el estado Bolívar. "Esta es la segunda vez que vengo aquí", dice cuando alguien le pregunta si ya ha visitado la zona. "Para ser sincero, no me gusta mucho, pero la oportunidad es demasiado tentadora. El primer día que llegué, encontré oro. Algunas personas buscan meses antes de hallar algo. Pero solo me tomó un día y lo interpreté como una señal. Estar aquí es una aventura, y lo que obtienes vale la pena".

El hecho de que Luis ahora esté postrado en cama, con un gran yeso cubriendo la mayor parte de su pierna derecha, no parece hacerlo cambiar de opinión sobre el viaje. El hombre sigue sonriendo e intenta olvidar su dolor. Luis se rompió la pierna después de una caída libre de 11 metros dentro de una mina de oro. Él le pregunta a un médico local cuándo vendrá una ambulancia a buscarlo. Sus lesiones son demasiado graves para ser manejadas en el dispensario local en el que se encuentra ahora, tendrá que ser trasladado a un hospital para recibir un tratamiento adecuado.

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Acostado en la cama a su lado hay otro joven llamado Yordan Pentoja. Yordan no se cayó en un socavón. Se enfermó de algo que cada vez es más común en esa región. El paciente de 27 años también está siendo atendido en el dispensario por un tipo grave de malaria. Dice que le han diagnosticado la enfermedad una docena de veces desde que comenzó a trabajar en la mina, hace más de un año y medio. “La malaria es como una plaga por aquí. Tengo tantos amigos y colegas que lo han tenido que dejé de contar”, cuenta. Cierra los ojos y agrega: “Vine al dispensario esta mañana porque comencé a sentirme terrible. Me duelen la cabeza y el estómago como el infierno".

Hace 50 años, Venezuela era presentada como uno de los principales países de América del Sur en la batalla contra la malaria. Y aunque la enfermedad no se había erradicado por completo, se habían hecho esfuerzos para disminuir drásticamente el número de casos en el país. Pero en los últimos años, la malaria ha vuelto a aparecer con fuerza en el país. De hecho, en 2019, el país se clasificó como la nación más afectada en América Latina, con más de 320.000 casos diagnosticados.

“Ves, este lugar es donde todo comenzó. O donde todo terminó, todo depende de cómo se mire”, explica Yorvis Ascanio, un inspector de salud pública que trabaja para el programa Nacional de Malaria en Bolívar. Allí, en el municipio Sifontes, la malaria ahora es endémica. “Cuando la crisis económica golpeó a Venezuela, también afectó mucho a la gente en Sifontes. Al principio, comenzamos a tener cada vez menos medicamentos en nuestro stock. Pronto tuvimos que elegir a quién dar los pocos que teníamos, y tuvimos que enfocarnos solo en casos severos. Y fue la misma situación en otros dispensarios y puntos de diagnóstico... He estado trabajando en esta área durante los últimos 12 años. He visto los altibajos de este lugar. Pero este período fue extremadamente difícil para nosotros".

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En 2016, Médicos Sin Fronteras (MSF) comenzó a intervenir en Bolívar para brindar apoyo al Programa Nacional de Malaria, en colaboración con el Ministerio de Salud. Desde entonces, la organización ha estado apoyando varios puntos de diagnóstico en Bolívar y ayudando con la provisión de un tratamiento adecuado para pacientes con malaria. Desde hace un año, MSF también trabaja con el Instituto de Malaria en Carúpano, en el estado de Sucre, aumentando su capacidad para combatir la malaria en el país.

"En Bolívar también ayudamos con lo que llamamos control de vectores: fumigamos casas y distribuimos mosquiteros a la población, para disminuir el riesgo de infección", explica Josué Nonato, un promotor de salud de MSF. "Mi trabajo es explicar a las personas cómo identificar los síntomas de la malaria y qué hacer cuando comienzan a sentirse enfermas, para asegurarnos de que puedan ser tratadas antes de que la enfermedad se vuelva demasiado grave".

En 2019, MSF contactó a más de 55.000 personas a través de sesiones de promoción de la salud en el área. La organización también trató a más de 85.000 personas por malaria, distribuyó más de 65.000 mosquiteros, roció 530 hogares y ayudó a llevar a cabo más de 250.000 pruebas de diagnóstico de malaria. Desde entonces, el número de casos ha disminuido en aproximadamente un 40% en el Municipio Sifontes. La estrategia ha sido acercarse lo más posible a las personas que podrían verse afectadas por la malaria. Es por eso que la mayoría de los puntos de diagnóstico y tratamiento que la organización supervisa en asociación con el Programa Nacional de Malaria se encuentran directamente dentro de las minas.

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"Pasamos de tener algunas veces alrededor de 200 personas haciendo cola frente a los puntos de diagnóstico y muchas que estaban infectadas con malaria tuvieron que ir al ambulatorio porque no había tratamiento disponible, a una situación un poco más manejable ahora", comenta Monserrat Barrios, bioanalista de MSF a cargo de capacitar a nuevos técnicos en microscopios en puntos de diagnóstico.

Este año, MSF también apoya a un dispensario local en Las Claritas, llamado Santo Domingo. Inicialmente construido para una población de 20.000 personas, ahora tiene que atender las necesidades de más de 75.000 que han venido a vivir a la zona en los últimos años. Allí, MSF ha estado apoyando la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la malaria, pero esta también aumentando su apoyo para cubrir otras necesidades.

Fanny A. Castro, coordinadora de actividades médicas de MSF, explica: “Sabemos que otros departamentos también necesitaban ayuda para hacer frente al número de pacientes, para poder tratar adecuadamente las enfermedades no transmisibles, por ejemplo, y manejar emergencias o referencias a otros hospitales. En general, queremos marcar la diferencia aquí y aumentar las posibilidades de la población de acceder a los servicios de salud. También hemos instalado un sistema de gestión de residuos y del agua alrededor del ambulatorio, lo que mejora considerablemente la calidad de la atención brindada".

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Sin embargo, las necesidades van mucho más allá de Las Claritas y el Municipio Sifontes. La crisis económica de Venezuela ha impactado profundamente el sistema de salud en general y se siente casi por todas partes del país. MSF intenta responder a las necesidades más apremiantes en diferentes estados de Venezuela y en Bolívar, por ejemplo, la organización pronto comenzará a apoyar a uno de los hospitales regionales del estado que hoy es apenas funcional, en una ciudad llamada Tumeremo.

En uno de los pasillos abandonados de este hospital, se escucha el grito de un recién nacido. Alicia Jiménez, una mujer indígena de Bolívar, acaba de dar la luz a su décimo hijo, con la ayuda de una de las parteras del hospital. Tuvo que viajar en lancha y en automóvil para llegar al hospital, pero dice que a pesar de la dificultad del viaje y de las malas condiciones actuales del edificio, se siente está bendecida con esta nueva incorporación a su familia.

*Alianza informativa Médicos Sin Fronteras

Por Redacción Internacional*

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