Así rescatan migrantes en el Mediterráneo

Gerard Canals, quien coordina operaciones de auxilio a migrantes en altamar, dice que Europa debería recordar su pasado antes de rechazar a los migrantes. Cuenta cómo es un día rescatando personas.

Nicolás Marín Navas
14 de agosto de 2018 - 02:00 a. m.
La semana pasada, el barco Proactive Open Arms rescató a 87 migrantes en Libia. Italia se negó a recibirlos.   / AFP
La semana pasada, el barco Proactive Open Arms rescató a 87 migrantes en Libia. Italia se negó a recibirlos. / AFP
Foto: AFP - JORGE GUERRERO

Nadie le dijo a Mirabel Kayoda lo que sucedería al llegar a Libia en su intento por dejar Nigeria. Tampoco le advirtieron el extenuante camino que tendría por delante, a través del desierto del Sahara, ni tampoco que en Libia la mafia local la vendería a una familia que la golpearía y humillaría cada vez que dijera que quería regresar a su país. Según ella, los libios no tienen corazón ni sentimientos. Matan cuando quieran y al que quieran.

Por eso decidió cruzar el Mediterráneo y en su arriesgado intento fue rescatada por el barco de la ONG española Proactiva Open Arms, junto con otras 388 personas que sufrieron situaciones similares.

Rescatar migrantes a bordo de un barco en el Mediterráneo no es fácil, pues al drama de miles de migrantes que se juegan la vida por cruzar hacia Europa se suma el rechazo de la mayoría de países. No los quieren. Italia, por ejemplo, rechaza cualquier barco que quiera dejar africanos rescatados. La última vez que el Open Arms lo intentó, el nuevo ministro del Interior, Matteo Salvini, les deseó buena suerte, de forma irónica, en su viaje a otro país.

“Este tipo de trabajo no es como el que se hace en casa o en una oficina; te cambia la vida”, le dice a El Espectador Gerard Canals, coordinador de operaciones de la ONG, creada en 2015, en plena crisis migratoria en Grecia. El Open Arms es el primer barco propio de la organización. Vea también: En imágenes: Un día en un barco que rescata migrantes en el Mediterraneo

“Las operaciones empiezan en Barcelona, donde hacemos cambio de tripulación. Hasta hace dos meses lo hacíamos desde Malta, pero con el cambio de gobierno de Italia nos toca pagar la entrada a puerto, con lo cual no la podemos usar más como base”, explica Canals.

Esta situación hace que las operaciones se demoren tres días más. Ahora deben navegar tres días y medio o cuatro, en los que se practican técnicas de salvamento con la tripulación a bordo. Canals señala que todo el mundo debe hacer guardia en algún momento del día, para asegurar que el barco no choque contra nada y que, a su vez, deben hacer turnos de cocina y de limpieza. Cuando entran en zonas de búsqueda y rescate se utilizan instrumentos ópticos como binoculares para detectar embarcaciones que necesiten auxilio.

Normalmente los rescates no se hacen con el Open Arms, sino con barcos auxiliares semirrígidos. En cada una van un capitán y dos socorristas. “Dependiendo de qué nos encontramos a veces hay que hacer una búsqueda, hay que evaluar en qué situación está la gente y la embarcación, se asegura todo el mundo y se comienza a transferirlos al barco madre, para luego transportarlos al puerto”, señala Canals.

El personal que trabaja con la organización debe tener un perfil específico para cada uno de los puestos. Por eso deben tener experiencia en su sector, tanto los socorristas acuáticos como los bomberos, rescatistas de helicópteros, médicos, enfermeros y cocineros. Estos puestos son exclusivamente para voluntarios. Canals señaló que “a partir de ahí, el resto de posiciones del barco ya son pagadas. Ahí entraría el capitán del barco, oficiales, jefes de máquina. Pero esas son posiciones que nos las marca la Marina Mercante española”.

Y cuenta que el estado de los migrantes rescatados es lamentable: vienen en barcos sobrecargados, sin chalecos salvavidas, sin agua ni comida. Cuando suben al Open Arms vemos que están en estado de desnutrición, muchos de ellos han sufrido maltratos, torturas y violaciones. “Cuando están a bordo y nos cuentan sus vidas nos damos cuenta de las cosas terribles que han vivido”, señala Canals.

Todo esto hace que sea indispensable contar con personal profesional que pueda atender psicológicamente a los rescatistas del barco. Por eso antes de contratar se le hace a cada persona una evaluación para definir si es apta o no para estar a bordo. Luego se les explica con qué se pueden encontrar y después de los rescates se les hace un test para medir el impacto psicológico, tanto a los voluntarios como a los profesionales.

Y es que cada vez más los inmigrantes rescatados suben con nerviosismo. Según la ONG, esto se debe a la intensificación del trabajo de los guardacostas libios, que interceptan y devuelven cada barco que ven en las costas del país. Canals asegura que durante el rescate, cuando se dan cuenta de que son rescatistas, se tranquilizan, pero que a partir de ahí empieza la ansiedad por ser socorridos de primeros.

Una vez a bordo se les explica lo que puede pasar cuando lleguen a Europa. La víspera de la llegada a tierra es común que haya euforia colectiva, acompañada de bailes y cantos. Al día siguiente, sin embargo, al entrar al puerto, el silencio se apodera del momento. Los rescatistan ven en la cara de cada persona la incertidumbre y preocupación por su futuro: no saben a dónde van a ir a parar, pues muchos de ellos no van a poder solicitar asilo y si hay acuerdos bilaterales entre los países puede que sean deportados.

Cada vez es más difícil ser rescatista a bordo del Open Arms, reconoce Canals. Organizaciones similares denuncian una persecución por parte de los gobiernos europeos. Hasta 2016, por ejemplo, la cooperación con Italia había sido fructífera; sin embargo, con la llegada del gobierno antisistema todo cambió. “El último rescate lo hicimos en Mallorca. Evitamos ir a Italia, porque sabemos que hay posibilidades de que no nos dejen salir”, señaló el coordinador de operaciones. Lea también: Los países que se negaron a recibir más de 600 migrantes. ¿Por qué?

Canals cuestiona las leyes antimigratorias, según él, basadas en mentiras: las cifras de flujo migratorio se están exagerando. Asegura que la solución es promover políticas de desarrollo que alivien el problema desde su raíz. “No hay que olvidar que al final Europa es un continente envejecido que necesita la migración para sustentar a los futuros viejos. La natalidad en Europa es bajísima. Pero lo que está pasando ahora es un giro a la derecha. Habría que explicarles que buena parte de esta inmigración viene derivada de la explotación que hizo Europa de África durante siglos: si siembras tormentas recoges tempestades”, concluye.

Por Nicolás Marín Navas

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