Así ven los venezolanos el futuro de su país

¿Cómo es vivir en un país con dos hombres que reclaman la Presidencia, en donde la inseguridad acecha a sus ciudadanos y el hambre golpea a muchos en un país rico?

Kelly Virella - Lela Moore /The New York Times
24 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.
Así ven los venezolanos el futuro de su país

El hambre acecha a muchos en la Venezuela rica en petróleo. Dos líderes reclaman la Presidencia. Por las noches, las fuerzas de seguridad recorren las calles en motocicletas y allanan los hogares de quienes protestan, los amenazan y a veces los matan. Venezuela es un país presa de la crisis. Después de que los manifestantes salieron a la calle el mes pasado para denunciar al presidente Nicolás Maduro y apoyar a Juan Guaidó, quien se proclamó presidente encargado del país, les preguntamos a los venezolanos de qué modo afectaba la crisis el panorama futuro del país.

Recibimos respuestas de más de cuarenta venezolanos tanto dentro como fuera del país. Algunos están animados por la esperanza; otros están aterrorizados. Aquí una selección de sus respuestas, condensadas y ligeramente editadas.

Giovannina Orsini, 49 años, Caracas (Venezuela)

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He estado en contra de este régimen durante veinte años, pero nunca he sido parte de un grupo político formal. Durante años me quedé callada por el miedo y también porque no veía una forma clara de salir de esto.

Hemos estado muy temerosos de la represión, de morir a manos del mundo criminal o de las fuerzas estatales de seguridad. Sin embargo, ahora nos sentimos confiados de que nos protege la gente en la calle y el apoyo internacional que hemos recibido. Estamos muy cerca de salir de esto. Soy profesional y he estudiado y trabajado toda mi vida. Mi sueldo quincenal ahora no alcanza para comer de manera satisfactoria ni siquiera un día.

Estoy dispuesta a participar de manera cívica y pacífica en los llamados del presidente Guaidó que requieren apoyo masivo. Estoy dispuesta a colaborar de manera voluntaria en la protección y distribución de ayuda humanitaria para las personas más necesitadas.

Guaidó se ha presentado con una ruta muy clara, muy estudiada y sin improvisación, lo que nos hace tener fe en que estamos en el camino correcto para la restauración de nuestra democracia.

Luis Torrellas, 29 años, Buenos Aires (Argentina)

Soy uno de los más de tres millones de venezolanos exiliados por el mundo, actualmente viviendo en Argentina. Lo que más me ha afectado es saber que el dinero que envío semanalmente ya no alcanza para un mercado de tres días, considerando que en mi casa quedan tres personas a las cuales tengo ayudar.

El cambio político en Venezuela es imparable. Las protestas se sienten distintas porque la unión es distinta. Todos estamos unidos con una sola convicción: sacar a Maduro de Miraflores para empezar a darle cabida al gobierno de transición liderado por Guaidó. Una vez que se logre la transición de gobierno a un Estado democrático, estoy dispuesto a volver a mi país para reconstruirlo y dar todo lo que he aprendido fuera.

Al parecer hay muchos países que consideran injerencismo el simple de hecho de señalar las violaciones de los derechos humanos. Se siente como si les preocupara mas el petróleo de nuestra nación que todas las personas que mueren cada día en Venezuela.

Pedro Moreno, 25 años, Montevideo (Uruguay)

Mi disposición a tomar riesgos alcanzó su punto máximo en 2017. Junto con algunos compañeros de clase, amigos y colegas formé un grupo para documentar propiamente el descontento general en nuestra ciudad, ya que los medios tradicionales habían sido acallados o cerrados a la fuerza.

Me expuse a la violencia cuando las personas de la resistencia encaraban los choques contra los oficiales de la Guardia Nacional, la Policía local y los colectivos armados leales a la causa socialista.

Después de ver cuántas personas estaba dispuesto a matar el gobierno en un solo día para solidificar su poder —decenas de manifestantes, sin vacilar—, decidí dar un paso atrás y empezar a poner mis asuntos en orden para irme del país.

Un año después, en junio de 2018, con el corazón roto y desesperanzado, abandoné el país.

Desde que Juan Guaidó tomó el poder como presidente interino mi esperanza ha vuelto a florecer.

Aún siento algo de disposición a tomar esos riesgos y ser parte activa del cambio que está sucediendo. La responsabilidad que uno siente por su tierra de origen no ha desaparecido.

C. B., 20 años, Puerto la Cruz (Venezuela)

Soy actor, hago teatro. Ofrezco mi ayuda en las comunidades. Pero no me involucro con políticos de manera voluntaria. Elijo no votar y elijo permanecer ausente del juego político de esta dictadura.

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No apoyo a Juan Guaidó, pero sí a su movimiento. Veo la esperanza en sus acciones, pero dudo de la benevolencia de Estados Unidos y de su interés en mi país. Recibir ayuda de otros países no es lo correcto, pero en este caso es necesario.

Elegiría irme de este lugar, pero no tengo alternativa. Me da miedo mi futuro y siento miedo por mis amigos y familiares, porque sé que no vamos a recibir buenas noticias pronto.

María Ravelo, 50 años, Caracas (Venezuela)

Nuestro hijo mayor salió del país huyendo de la violencia contra los estudiantes. Hace año y medio que no lo hemos podido ver. Se encuentra en Canadá.

Nuestro hijo menor tuvo una emergencia quirúrgica, pero por nuestro seguro médico devaluado tuvimos que recurrir a los ahorros en divisas que nos quedaban y a la ayuda de familiares y amigos para cancelar la operación y la hospitalización.

Han sido veinte largos años, oponiéndome de manera personal contra este régimen. Fui empleada pública trece de esos veinte años y en mi posición fui conminada a marchar por el gobierno o a usar un uniforme que me relacionara con el régimen. Siempre me opuse y los invité a que me despidieran de mi cargo. No lo hicieron.

Tengo un profundo convencimiento acerca de mis deberes y derechos, acerca de mis profundos principios democráticos. Creo que perseverando por la vía constitucional y pacífica volveremos a ser un país de libertad y de oportunidades. Nadie me sacará de ese propósito.

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Abel Ochoa, 23 años, Lima (Perú)

El año pasado fui trabajador del sector público, donde la ideología chavista estaba presente en los lunes cívicos, cuando se cantaba el himno nacional a nuestra bandera, donde se hacían llamados a votar en los fraudulentos procesos electorales del régimen.

En mi vivienda se sentía la crisis en muchos aspectos. Se consumían proteínas en contadas ocasiones. Para nuestra típica arepa era necesario comprar maíz, sancocharlo y molerlo, un procedimiento que debíamos realizar día a día, ya que la harina de maíz precocida se conseguía muy poco. Era accesible solo en la calle a precios que no se ajustaban a nuestro bolsillo.

El ambiente de hambre y miseria se sentía y veía: llegar del trabajo y ver personas comiendo de la basura, personas con la piel seca y el cabello cortado por la mala alimentación. Era un sentimiento de desesperanza. No podía soportar seguir viendo día a día a mi país sumergirse en la decadencia. Esto y más me llevó salir de mi país.

En el pasado sí participé en diversas marchas contra la dictadura. En ese tiempo aún era un universitario. Desde que el presidente (e) Juan Guaidó tomó la Presidencia, ha sido poco lo que he participado.

En caso de volver a Venezuela al caer el régimen, estoy dispuesto a pertenecer a cualquier movimiento universitario o político que permita el avance en la democracia de mi país. Venezuela se podría estar dirigiendo a la ansiada democracia si todos permanecemos unidos.

Apoyar una intervención militar para acabar con el régimen sería la última opción, pero a veces es necesaria en regímenes que no escuchan a su pueblo.

María Andrade, 23 años, Maracaibo (Venezuela)

Solo he visto un gobierno en mi país en toda mi vida, solo un modo de gobernar las cosas. Estoy profundamente infeliz porque la situación empeora y empeora cada año.

Mi familia y yo hemos perdido peso. La hiperinflación hace muy difícil poder comprar comida sustancial; solo comemos carbohidratos como arepa todos los días.

Hay mucha presión para mí y para la gente de emigrar, abandonar el país y buscar lo que mis papás tenían a mi edad, como una casa, un carro y una vida digna.

Muchos miembros de mi familia lo han hecho y creo que son muy valientes por emigrar. Pero yo quiero quedarme aquí. Estoy dispuesta a quedarme y ayudar a reconstruir mi país para que vuelva a ser digno. Creo que necesitamos mentes jóvenes y sangre fresca para renovar Venezuela.

Por Kelly Virella - Lela Moore /The New York Times

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