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La metamorfosis de Bolsonaro frente al cambio climático está llena de promesas poco fiables

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, prometió alcanzar la neutralidad de emisiones contaminantes en su país para 2050 y el fin de la deforestación ilegal para 2030 a cambio de una millonaria suma. Organizaciones civiles piden desconfiar de lo que dice.

22 de abril de 2021 - 04:48 p. m.
El presidente Jair Bolsonaro (derecha), junto al ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles (izquierda), participaron en la cumbre climática convocada por Estados Unidos.
El presidente Jair Bolsonaro (derecha), junto al ministro de Medio Ambiente de Brasil, Ricardo Salles (izquierda), participaron en la cumbre climática convocada por Estados Unidos.
Foto: EFE - Agencia EFE

La actitud del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante su intervención en la cumbre climática que convocó su homólogo estadounidense, Joe Biden, fue irreconocible para quienes han seguido su trayectoria en la política. Un funcionario sensato, con un discurso moderado, y sorprendentemente consciente del peligro del cambio climático, prometió ante el mundo que su país alcanzaría la neutralidad de emisiones contaminantes en 2050 y que, además, pondría fin a la deforestación ilegal para 2030. Eso sí, a cambio de una enorme inyección de dinero.

“Determiné que la neutralidad climática en Brasil se alcanzará hacia 2050. Por lo tanto, lo adelanto en diez años a lo previamente anunciado (...) Ante la magnitud de los obstáculos, incluidos los financieros, es fundamental poder contar con la contribución de países, empresas y personas dispuestas a actuar de manera inmediata, real y de forma constructiva en la solución de estos problemas”, dijo Bolsonaro.

Pero organizaciones de la sociedad civil, funcionarios de la amazonía brasileña y ONG ambientales, entre otros, le han pedido a los gobiernos extranjeros que desconfíen del cambio de tono del mandatario, pues consideran que Bolsonaro solo está llevando a cabo una operación de relaciones públicas para aliviar la presión de Washington por la mala gestión de su gobierno frente a la crisis climática y sanitaria durante la pandemia.

“Brasil salió de esta cumbre como entró: desacreditado. Bolsonaro pasó la mitad de su discurso pidiendo dinero por conquistas ambientales anteriores, que su gobierno trata de destruir desde hace dos años”, reaccionó en Twitter Marcio Astrini, secretario ejecutivo del colectivo de oenegés Observatorio del Clima.

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No hace falta que las distintas organizaciones lancen la advertencia para reconocer que las promesas de Bolsonaro son vacías. En primer lugar, Brasil se había comprometido a poner fin a la deforestación ilegal para 2020, y falló en su propósito. Esto reduce la confianza en las promesas del gobierno. En segundo lugar, y mucho más diciente sobre esta promesa, la devastación de la Amazonía ha aumentado drásticamente desde 2019, cuando Bolsonaro llegó al poder. Y esto es porque su gobierno ha dificultado la fiscalización de los delitos ambientales, además de favorecer políticas que contribuyen al problema, pues defienden la tala ilegal.

En 2019 y 2020, la deforestación amazónica fue de 10.700 km2 y 9.800 km2 respectivamente, sus mayores niveles desde 2008, según datos oficiales. Los incendios forestales, tanto en la Amazonía como en el Pantanal, también alcanzaron niveles extremadamente preocupantes.

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Bolsonaro, en el fondo, no ha cambiado su postura frente al problema del cambio climático. El Parlamento, de hecho, está a punto de aprobar un proyecto que flexibiliza las reglas sobre tierras desforestadas de manera ilegal para que estas se conviertan en propiedad de quien las ocupó. Una vez más, el gobierno está defendiendo a quienes llevan a cabo la tala ilegal.

Pero el presidente Biden, a pesar de todo, está dispuesto a darle una inyección de dinero a Brasil si ve que hay acciones para cambiar el rumbo por parte de Bolsonaro. Es por eso le ha pedido que presente resultados este año para firmar cualquier tipo de acuerdo. Los opositores del ultraderechista, incluidos casi todos los gobernadores, buscan dinamitar cualquier canal entre el Palacio de Planalto y la Casa Blanca, pues consideran que no hay garantías para que Bolsonaro, una vez tenga el dinero estadounidense, entierre los proyectos para combatir la deforestación. Eso mismo ocurrió con el Fondo Amazonía que fue sepultado por el actual ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, quien es precisamente el que fijó el monto que reclama Brasil en ayuda en en US $10.000 millones

“Lo de Salles es un secuestro de la Amazonia. Dice que, si no lo financian, le prenderemos fuego al rehén”, ironizó Rodrigo Agistinho, diputado del Partido Socilista Brasileño.

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