Colombiano se refugia en una iglesia de EE.UU. para huirle a su deportación

Su esposa y su hijo fueron arrestados a pocas cuadras de su casa, pero él se escapó cuando lo seguían, entrando a su iglesia y pidiendo refugio. Allí vive hace cuatro meses. Si sale, las autoridades migratorias lo esperan para regresarlo a Colombia.

ÁLVARO CORZO V.
17 de septiembre de 2017 - 02:51 p. m.
Jorge Taborda, junto a sus dos hijos: Steven (izq.), ciudadano estadounidense de 15 años, y Jéfferson, de 23, indocumentado y potencial deportado tras la cancelación del DACA. /  Fotos: Heather Wilson
Jorge Taborda, junto a sus dos hijos: Steven (izq.), ciudadano estadounidense de 15 años, y Jéfferson, de 23, indocumentado y potencial deportado tras la cancelación del DACA. / Fotos: Heather Wilson

Jorge Taborda estaba en un hospital de Las Cruces, estado norteamericano de Nuevo México, el pasado 9 de mayo. Acompañaba a su hijo menor a una terapia médica. De repente sonó su teléfono.

“Mijo, no venga a la casa que migración vino por mí”, alcanzó a escuchar el colombiano de voz de su esposa antes de que la llamada acabara. De inmediato dejó la consulta para salir cuanto antes del edificio. En la entrada varios agentes de inmigración, los temidos oficiales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. (ICE en inglés), sin chalecos ni identificación, los estaban esperando.

Los oficiales lo abordaron diciéndole que su esposa había sido detenida y que debía acompañarlos para que fuera liberada. En ese instante, por su condición de indocumentado, Jorge comprendió que se trataba de una trampa para arrestar a toda la familia.

Sin titubear, el colombiano de 57 años de edad les dijo a los funcionarios que, antes de acompañarlos, tenía que dejar a su hijo en la escuela, que lo siguieran.

Llegó a la escuela de su hijo y después de entregarle todos sus documentos y sin saber si esta era la última vez lo que vería, se despidió de él y se encomendó a Dios. Aceleró a fondo con la imagen de su esposa y su hijo en el pensamiento, temiendo lo que esperaba. Y así, por arte de magia, o tal vez justicia divina, logró escaparse de las manos del ICE y manejar hasta su parroquia católica, donde pidió refugio.

“Fue un milagro, los ángeles que me acompañaron no querían que me fuera”, dice Jorge. “Sabía que si lograba llegar estaría a salvo. Las autoridades no pueden entrar a una parroquia para arrestarme. Es un santuario protegido”. “Soldados de Cristo”, se lee en el pecho de la camiseta que luce en las fotos que tomó la fotógrafa Heather Wilson.

Hoy, en Estados Unidos existen cerca de 800 iglesias y parroquias que sirven de refugio, de santuario para indocumentados perseguidos por las autoridades, ahora bajo el mandato migratorio del presidente Donald Trump.

Jorge y su esposa salieron de Colombia hace 20 años, huyendo del desempleo y la violencia del país. Tras pasar angustias y mucho trabajos luego de que sus visas vencieron, se enfrentaron a la realidad de ser indocumentados.

Aun así, la pareja logró echar raíces y formar un pequeño negocio para sostener a sus dos hijos. Finalmente habían logrado una modesta tajada del sueño americano. Sin embargo, más de dos décadas como miembros activos de su comunidad y la iglesia sin ningún tipo de falta ni delito en su récord, además de años enteros pagando impuestos al gobierno, no bastaron para que los colombianos cayeran en la cacería de indocumentados latinos más grande de la historia reciente de EE. UU.

Historias como la de la familia Taborda se repiten a diario por estos días en todo el país. Desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, según cifras oficiales, han sido deportados 105.178 indocumentados. De ellos el 42 %, o 43.808, no tenían antecedentes penales. Todas familias y personas trabajadoras como los Taborda.

La vida en el santuario

“Llevo casi cuatro meses viviendo aquí y quién sabe cuánto más tendré que hacerlo. Mi mujer lamentablemente fue deportada para Colombia. Ahora solo quedo yo para proteger a mis hijos”, dice Jorge con la voz entrecortada.

Jorge, quien es técnico en computación, se levanta a las seis de la mañana, reza una oración por su familia y comienza a alistar a su hijo Steven para mandarlo al colegio. El menor de 15 años ahora vive con él en la iglesia, ya que la familia a la que le habían dado el poder para que lo cuidara tuvo que dejar de hacerlo.

“Este tipo de poderes permite que si te detienen o te deportan, tus hijos no vayan a parar a un centro del gobierno sino que se queden con alguien de confianza. Ese es uno de los grandes miedos de muchas familias indocumentadas: ser capturadas antes de haber firmado este poder”, explica.

En la iglesia, el colombiano ayuda con los retiros espirituales y eventos de la diócesis católica. Siempre procura estar ocupado limpiando aquí y allá. Mantenerse positivo es su misión diaria.

“Tengo que ser fuerte, esa fortaleza es el mejor legado que les puedo dejar a mis hijos”, me dice Jorge desde el Holy Cross Retreat Center, en Las Cruces, Nuevo México, al preguntarle si ha pensado en la posibilidad de tener que regresar a Colombia.

Pero a su dolor y a su miedo propio, y al de la deportación de su mujer en junio, ahora se suma el miedo por su hijo Jéfferson, de 23 años. El hijo mayor de los Taborda descubrió que estaba en el país de forma ilegal, el mismo día del arresto de su madre.

“No sabemos qué va a pasar, con este gobierno nunca se sabe, dijeron que solo iban por criminales y mire cómo están las cosas, se están llevando a Raimundo y todo el mundo, como decimos en Colombia”.

La situación de Jéfferson no es nada fácil. Tras ser liberado por parte de inmigración, el joven aplicó para el programa de Acción Diferida DACA, el cual permite que jóvenes que entraron ilegalmente con sus padres antes de los 16 años, puedan vivir y trabajar legalmente en EE. UU.

Sin embargo, la decisión del presidente Trump de cancelar el programa la semana pasada, dejando en el limbo migratorio a cerca de 800.000 jóvenes, incluido Jéfferson, hace la situación de este padre colombiano aun más angustiante.

“Nunca pensé que nos llegara a pasar eso a nuestra familia, que después de tanto trabajo y esfuerzo todo quede en el aire”.

La esperanza no se pierde

Jorge es un héroe en todo el sentido de la palabra. En la década pasada fue nombrado el voluntario del año por parte de la Cruz Roja de los Estados Unidos.

Como rescatista ayudó en las emergencias del huracán Wilma, en los cayos de la Florida; el devastador huracán Katrina, en Nueva Orleans en 2005; el incendio del Valle Escondido, en San Diego en 2008; los tornados de Oklahoma y Arkansas del 2010; el huracán Irene, en Carolina del Norte de 2011, y Sandy, en Nueva York en 2012.

“Arriesgué mi vida sin pensarlo dos veces, fueron más de diez años de voluntario ayudando en todos los grandes desastres naturales de este país. Espero que los políticos y el gobierno vean mi récord y me permitan quedarme velando por mi familia y todos aquellos que necesiten ayuda”.

Aunque los Taborda recibieron una orden de deportación luego de que sus peticiones de asilo político fueron negadas la década pasada, un reciente caso de otro indocumentado colombiano en la ciudad de Nueva York les abre una luz de esperanza a Jorge y su familia.

Se trata del expediente de Carlos Humberto Cardona, un colombiano indocumentado que fue rescatista de los atentados del 9/11 en la ciudad de Nueva York y quien después de recibir el apoyo de toda la comunidad inmigrante y de políticos de la gran manzana logró que ICE detuviera su deportación.

Hoy en libertad condicional, Cardona espera un proyecto de ley que se radicó en el Congreso que otorgaría el perdón migratorio para rescatistas del 9/11 y posiblemente de otros desastres naturales en EE. UU.

“Espero la clemencia de las autoridades. He sido un hombre honesto, correcto, que ha entregado todo por este país. Sólo les pido que no me quiten lo que más quiero que son mis hijos”, concluye Jorge entre lágrimas que retumban del otro lado del teléfono.

Entonces le pregunto en quién deposita la confianza de su liberación, si en las manos de Dios o de las autoridades. Su respuesta es directa: “Dios es el único que hace milagros”.

Por ahora sus abogados esperan que la solicitud que realizaron ante el Servicio de Migración para que detengan su orden de deportación tenga éxito, y así puedan volver a presentar su caso clamando perdón por los tiempos en los que fue un héroe americano. Jorge Taborda permanecerá en oración en la iglesia de Las Cruces, en Nuevo México.

Por ÁLVARO CORZO V.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar