La guerra de Afganistán marca el comienzo del declive global de Estados Unidos el cual siguió su curso con la guerra en Irak.
Algunos buscarán rescatar algo, 20 años son 20 años, algo bueno debe haber, pero tras escrudiñar cuidadosamente, poco o nada se encuentra, la columna de logros de Estados Unidos en Afganistán, esta dolorosamente vacía. Por el contrario, la de fracasos, desvaríos y reveses es larga, muy larga.
El ataque a Afganistán se hizo prácticamente inevitable tras los atentados a las torres gemelas. Al Qaeda tenia allí su guarida arropada por los Talibán, Estados Unidos clamaba por venganza, algo había que hacer. El 7 de octubre de 2001 con el aval del consejo de seguridad, en el marco de la “guerra contra el terrorismo”, se lanzó el devastador asalto con lo más moderno del armamento disponible, al poco tiempo los Talibán fueron derrocados, Al Qaeda desterrado de las montañas afganas, varios de sus combatientes capturados y enviados a la sinuosa prisión de Guantánamo y colorín colorado, comienza un viacrucis que se prolonga hasta el día de hoy, más lo que falta.
Al Qaeda, que mas que una organización es una ideología, que tuvo su bautismo de fuego en esas mismas montañas contra la maquinaria de guerra soviética a la cual humilló e hizo salir con el rabo entre las piernas y 15 mil cajones a cuestas, se reinventó. Como la hidra mitológica, abrió sucursales por doquier; en Yemen y Siria, en Nigeria y Somalia, en Filipinas e Indonesia, y parió a ISIS, su hijo pródigo.
Una vez derrocados los Talibán, Estados Unidos cayó en la trampa de querer “construir nación” y Estado, el mismo en el que incurriría dos años después en Irak a un costo mucho mayor. El resultado, un gobierno afgano, corrompido, de credibilidad limitada, dependiente de las fuerzas americanas y con cuestionable capacidad militar a pesar de los años de entrenamiento y armamento a su disposición.
Los talibán, para quienes el marco de tiempo no se mide en periodos de cuatro años, miembros de la etnia pastún, se replegaron y encontraron refugio entre su gente y en ese caldo de cultivo de radicalismo islámico presente en la frontera artificial entre Afganistán y Pakistán. Aprovechando las debilidades de occidente en conflictos irregulares, comenzaron su guerra de guerrillas, cada soldado muerto de la “coalición” generaba titulares negativos en sus respectivos países. Actualmente los Talibán controlan mas de la mitad del país, rodean las ciudades dominadas por el gobierno central o líderes locales, esperando que les llegue su día. Una vez el último soldado americano abandone Kabul, arranca el reloj de arena.
Es cierto que las mujeres en Kabul gozan de infinita más libertad que cuando los Talibán gobernaban, que la población tiene acceso a celulares, que la capital ha progresado y crecido, pero Afganistán ha significado una calamidad estratégica para Washington, logró muy poco o nada, a un exorbitante costo en vidas, dinero, credibilidad y prestigio.
La guerra de Afganistán marca el comienzo del declive global de Estados Unidos el cual siguió su curso con la guerra en Irak.