Cómo la caravana migrante se convirtió en una estrategia electoral de Trump

El martes se renovará la Cámara de Representantes y parte del Senado en EE. UU. Unas elecciones claves para el Gobierno y por eso repite la estrategia que le funcionó en 2016: atizar el miedo a la migración.

Azam Ahmed / Katie Rogers / Jeff Ernst / The New York Times
01 de noviembre de 2018 - 03:00 a. m.
Trump, identidad e inmigración: los temas que polarizan los comicios en Estados Unidos.  / AFP
Trump, identidad e inmigración: los temas que polarizan los comicios en Estados Unidos. / AFP
Foto: AFP - SAUL LOEB

El volante comenzó a circular en las redes sociales en Honduras este mes. En él se veía a un migrante solitario esbozado sobre un fondo rojo brillante. Era un llamado para unirse a la caravana, el trabajo de activistas y políticos de izquierda que en el pasado ya habían ayudado a guiar a los migrantes hacia el norte. Sin embargo, también incitaron un conflicto político, pues culparon al gobierno de derecha por el éxodo: “La violencia y la pobreza nos están expulsando del país”. Jamás esperaron comenzar un torrente internacional de controversias.

Lejos de Honduras, la Casa Blanca estaba ocupada lidiando con el asesinato de Jamal Khashoggi, el columnista cuya muerte dentro de un consulado saudita había empañado la imagen de Arabia Saudita, un aliado vital del gobierno de Trump. Además, con las elecciones de mitad de período, el martes 6 de noviembre, el presidente Donald Trump estaba ansioso por dar vuelta a la página.

La caravana le dio una nueva historia políticamente ventajosa que contar. Atizar las ansiedades estadounidenses sobre la inmigración había funcionado bien como pilar de su campaña de 2016. Los principales asesores del presidente, entre ellos Kirstjen Nielsen, la secretaria de Seguridad Nacional, y John Kelly, el jefe de personal de la Casa Blanca, comenzaron a informar al presidente sobre el progreso de la caravana, señalaron los altos funcionarios de la Casa Blanca.

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En cuestión de días, el presidente comenzó a usar Twitter para atacar a los migrantes, culpó a los demócratas y amenazó con eliminar el financiamiento destinado a los gobiernos centroamericanos: “¡Somos una gran Nación Soberana! ¡Tenemos Fronteras Fuertes y jamás aceptaremos a la gente que venga a nuestro País ilegalmente!”.

Lo que comenzó como una disputa política nacional en Honduras —un esfuerzo para socavar al presidente apenas reelecto Juan Orlando Hernández y llamar la atención sobre la desastrosa situación de los migrantes— rápidamente se convirtió en una riña internacional, una fuente de vergüenza en Honduras, consternación en toda la región y oportunismo político en EE. UU.

Aunque inicialmente se planeó como una caravana modesta, 7.000 personas no tardaron en unirse al movimiento mientras la desesperación, la cobertura de los medios locales y un torbellino de política nacional y estadounidense se combinaron para transformarla en el movimiento más grande de migrantes con dirección al norte y a través de México que se haya visto en la historia reciente. Incluso quienes ayudaron a incitar el traslado en masa jamás imaginaron que se haría tan grande en tan poco tiempo. “Jamás esperé que se hiciera tan grande”, dijo Bartolo Fuentes, defensor de migrantes y exlegislador que ayudó a promover la caravana, que comenzó el 13 de octubre. “Quizá habría sido de mil personas. ¿Pero a este nivel? Para nada”. Para los políticos de izquierda, como Fuentes y Luis Redondo, un congresista, la caravana ofreció una manera perfecta de animar a los migrantes a viajar de manera segura en un gran grupo y de atacar al Gobierno al mismo tiempo.

En noviembre se votó por un nuevo presidente de Honduras, pero las elecciones dividieron al país a tal punto que la Organización de los Estados Americanos hizo un llamado a favor de una nueva votación. La gente organizó manifestaciones que resultaron mortíferas contra lo que consideraron un conteo electoral fraudulento.

A pesar de la controversia, el gobierno de Trump dio su apoyo oficial a Hernández, un aliado leal que cooperó con los estadounidenses durante su primer mandato respecto de temas como detener el narcotráfico y el flujo de migrantes hacia la frontera. Hernández llegó al puesto, pero siguió siendo un personaje polarizador acusado de corrupción y de tener demasiado poder.

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Determinados a denunciar al gobierno de Hernández y apoyar a los migrantes, los miembros de la oposición comenzaron a promover la caravana como un ejemplo de lo que sucede cuando un gobierno le falla a su gente. En Tegucigalpa, la capital, un miembro prominente de la oposición fue a la Embajada de México y amenazó con enviar varias caravanas si la situación en Honduras no cambiaba, de acuerdo con dos funcionarios mexicanos de alto nivel.

“Esta vez será tan grande que cuando los vean a todos van a preguntar: ‘¿De dónde vienen y quién es el responsable de que tanta gente salga de Honduras?’”, dijo Redondo mediante una publicación de Facebook el 5 de octubre, en la que también compartió el póster de la caravana. “Esta es una consecuencia de la corrupción, la falta de seguridad, la impunidad; los responsables son los corruptos y los corruptores del partido nacional”.

Acerca de ese objetivo, los oponentes del gobierno resultaron victoriosos. Trump exigió que Hernández detuviera la caravana, aunque en ese momento los migrantes ya estaban en Guatemala y no quedó claro qué podría hacer el presidente hondureño. Aun así, el presidente estadounidense amenazó con eliminar la ayuda económica destinada al país si no frenaban la caravana.

Aparentemente, esto provocó pánico en el gobierno hondureño. En lo que pareció un intento de delegar responsabilidades, el embajador de Honduras en Estados Unidos, Marlon Tábora Muñoz, envió al representante Matt Gaetz, republicano de Florida, un video en el que unos jóvenes les entregaban billetes a los migrantes en una fila.

Muñoz también dijo que George Soros, organizaciones estadounidenses sin fines de lucro o un cartel de la droga podrían estar ayudando a financiar la caravana, comentó Gaetz, quien publicó el video en Twitter, y agregó: “Material videográfico en Honduras, se les da dinero a niños y mujeres para que se unan a la caravana y lleguen a la frontera de Estados Unidos en la temporada electoral. ¿Soros? ¿Organizaciones no gubernamentales respaldadas por Estados Unidos? ¡Es hora de investigar la fuente!”.

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Más tarde se desmintieron esas afirmaciones. El video ni siquiera había sido grabado en Honduras, sino en Guatemala. Los migrantes de la caravana dijeron a The New York Times que la gente que quería ayudarlos les daba el equivalente a cerca de trece o 26 centavos. Los migrantes, que han sobrevivido gracias a lo que les dan los extraños, dijeron que no les pagaron para unirse a la caravana.

Newt Gingrich, expresidente de la Cámara de Representantes y asesor ocasional de Trump, fue uno de los republicanos que estaban enterados de las últimas noticias sobre la caravana, incluso mientras la cobertura seguía enfocada en el tema de Khashoggi.

Los republicanos esperan que la mayor cobertura noticiosa en torno a los migrantes convenza a ciertos grupos de electores, como las mujeres blancas suburbanas, de alejarse de los candidatos demócratas, sobre todo si Trump puede atizar los miedos respecto de las pandillas y las drogas, dijo Gingrich.

“Crea un factor de seguridad” para esos electores, dijo. “Si entran los primeros 7.000 o 15.000, ¿qué mensaje se está enviando?”. Y agregó: “Trump entiende que en la estructura política estadounidense actual debes ganar campañas polarizadas”.

Fuentes y otros se habían propuesto avergonzar a su gobierno describiendo la caravana como una declaración poderosa sobre el costo de una política nacional fallida. Sin embargo, accidentalmente se les pasó la mano, por lo que iniciaron una crisis regional.

La cobertura de los migrantes y el contragolpe político —en Honduras y en Estados Unidos— han sido intensos. Después de seguir a los migrantes hasta Guatemala, Fuentes fue detenido y lo enviaron de regreso a Honduras, donde se ha alejado de los reflectores, pues teme que el Gobierno tome represalias en su contra.

Fuentes dijo que se oponía a este gobierno y que quería que Hernández dejara el cargo. No obstante, ayudó a correr la voz acerca de la caravana porque el camino hacia el norte es peligroso, comentó. “Si salen en un grupo pequeño, se dirigen al desastre”, dijo Fuentes, y agregó que la mayoría de los migrantes se unieron por cuenta propia.

En efecto, si él ayudó a encender el cerillo, muchos otros, entre ellos Trump y los medios noticiosos que apoyan al gobierno en Honduras, ayudaron a acrecentar el fuego.

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Es probable que el volante y grupos privados de WhatsApp que surgieron en todo el país hayan sido las fuentes iniciales de información para muchos de los que se unieron a la caravana. Sin embargo, en entrevistas con varias decenas de migrantes en el camino, quedó claro que un canal que apoya al Gobierno ayudó a transmitir el mensaje mediático.

Un día antes de que comenzara la caravana, un programa popular de HCH News dedicó más de una hora a hablar de ella. La cobertura fue dirigida en parte con el objetivo de avergonzar a los organizadores y divulgar desinformación acerca de que Fuentes estaba pagando la comida y el transporte de los migrantes (una afirmación que más tarde él negó en el programa).

La iniciativa resultó contraproducente. Lejos de deslegitimizar la caravana convenciendo al público de que tenía raíces políticas, los conductores sin quererlo les dieron a los hondureños que querían escapar la oportunidad perfecta para hacerlo.

The New York Times 2018

Por Azam Ahmed / Katie Rogers / Jeff Ernst / The New York Times

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