Córcega, ¿la nueva Cataluña?

La victoria apabullante de los nacionalistas en las elecciones regionales y el ejemplo catalán han dado nuevas alas a los autonomistas de la isla francesa.

Ricardo Abdahllah/ Ajaccio
08 de febrero de 2018 - 03:00 a. m.
El autonomista Gilles Simeoni,  jefe del Ejecutivo corso, y Jean-Guy Talamoni, presidente de la Asamblea. / AFP
El autonomista Gilles Simeoni, jefe del Ejecutivo corso, y Jean-Guy Talamoni, presidente de la Asamblea. / AFP
Foto: AFP - CHRISTOPHE PETIT TESSON

Contra la voluntad de los locales, la República de Génova cedió la isla de Córcega a Francia en 1768. La ocupación por la fuerza comenzó al año siguiente, pero la resistencia de los corsos, que buscaban defender una constitución –la primera de la historia moderna en dar el voto a las mujeres–, la revolución que dio al traste con la monarquía de Luis XVI y un breve período de protección inglesa impidieron que la dominación del gobierno central sobre la isla se consolidara, hasta principios del siglo XIX, justo en el momento en el que un nativo de Córcega, de nombre Napoleón Bonaparte, llegaba a ser el hombre más fuerte de Europa.

En 1859 se prohibió el uso del corso en todos los documentos oficiales. Sin nunca haberlo pedido ni aceptado, la cuarta isla más grande del Mediterráneo había terminado de convertirse en francesa.

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“Cuando éramos pequeños, si a uno le escuchaban hablando en corso en el colegio, el profesor le daba una cachetada”, cuenta François “Cecce” Buteau, el fundador del grupo Canta U Populu Corsu en la pausa de un ensayo en una capilla en las afueras de Ajaccio, la capital de la isla.

“A partir de los años sesenta, los artistas comenzamos a reivindicar el derecho de expresarnos en nuestra lengua. Arte, idioma y política iban de la mano y los gendarmes nos arrestaban o saboteaban nuestros conciertos, y la violencia fue en escalada”.

Fue en ese contexto que, en 1975, un grupo de treinta activistas armados, liderados por el médico gastroenterólogo Edmond Simeoni, decidieron ocupar los terrenos de un viticultor francés acusado de traficar vino adulterado a un precio mucho más bajo contra los intereses de los locales. El gobierno de París envió 1.200 gendarmes para desalojarlos por la fuerza. La batalla se saldó con dos muertos en el campo de las autoridades, a pesar de que eran superiores en número a razón de cuarenta contra uno.

La violenta represión que siguió al episodio, daría inicio al año siguiente a la fundación del Frente de Liberación Nacional Corsa, un grupo que reivindicaba la lucha armada, al que se le atribuyen centenares de acciones de sabotaje, secuestros y atentados con explosivos que dejaron nueve muertos, hasta la autodisolución y entrega de armas del grupo en el 2014.

Bombas a los votos

El hijo único de Edmond, Gilles Simeoni, abogado y conocido defensor de militantes autonomistas, llegó a ser alcalde de Bastia, la segunda ciudad de la isla y es desde el 2015 el presidente del Consejo Ejecutivo de la isla. En las elecciones del pasado diciembre, su lista resultó vencedora, llevando a los nacionalistas a ocupar por primera vez la mayoría absoluta de los escaños de la Asamblea Regional. La victoria apabullante no habría sido posible sin la alianza de Simeoni con Jean-Guy Talamoni, seguidor desde su adolescencia de Simeoni padre y hoy, presidente del cuerpo colegiado.

“Tenemos tres exigencias concretas”, dice Talamoni en la sede de la Asamblea, minutos antes de la sesión mensual de febrero. “La primera, la inscripción de Córcega en la Constitución Francesa y del corso como lenguaje cooficial de la isla. La segunda, una moratoria en la compra de bienes raíces: cada vez más viviendas son adquiridas por gente que sólo las usa para vacaciones, eso destruye la economía y hace que los precios se vuelvan imposibles para los corsos”.

La tercera petición es sin duda la más complicada, Córcega exige al gobierno francés el traslado a la isla de los presos políticos nacionalistas detenidos en Francia continental. “Y, no se lo voy a negar, dice Talamoni, en un plazo relativamente corto queremos una amnistía”.

No existe una lista fija sobre quiénes y cuántos son los presos políticos corsos que purgan sus penas en las prisiones del resto del país, pero la ley contempla la posibilidad de acercarlos a sus familias. “Cada vez que vamos a visitarlo tenemos que pagar por lo menos quinientos euros entre pasajes de avión o ferry, hospedaje y alimentación y todo eso para apenas verlo un par de horas”, dice la esposa de un nacionalista que purga su pena en la prisión de Melun, a una hora de París. “Hay algunos que están detenidos por haber dañado las rejas de una estación de policía”.

Más complicado es el caso del grupo acusado del asesinato del prefecto de policía Claude Erignac, máximo representante del gobierno de París en la isla, ejecutado a quemarropa cuando se dirigía a un concierto en el centro de Ajaccio. Y más complicado dentro de esa complicación el del militante nacionalista Yvan Colonna. “Toda mi generación está convencida de que el asesinato de Erignac fue un error que envenenó a los franceses contra Córsica. Algo que el gobierno tardará mucho tiempo en perdonar”, dice Silvana Ferrari, joven habitante de la isla.

Al mismo tiempo, la condena a cadena perpetua de Colonna, quien durante cuatro años escapó a la persecución policial escondido en las montañas de la isla, envenenó a los corsos contra París: de los ocho condenados, algunos de los cuales ya han purgado su pena, el es el único que jamás aceptó su participación en el crimen. Señalado por París de haber oprimido el gatillo, Colonna es inocente para muchos de los corsos convencidos del argumento de su defensa en el sentido de que no se encontraba en Ajaccio la noche del 6 de agosto de 1988.

La visita del presidente

Es para conmemorar los veinte años de la muerte del prefecto que el presidente francés aterrizó en la isla el martes. Talamoni y Simeoni convocaron el pasado sábado una marcha en Ajaccio.

“Con esa fecha tan curiosa que eligió para venir, no esperamos que haga ningún anuncio importante, pero a lo mejor cuando regrese a la capital se pone a hacer algo”, dice una de las asistentes en la estación de trenes, desde donde la marcha comenzaba su recorrido de un kilómetros hasta la Plaza Charles de Gaulle... que los locales prefieren llamar Plaza del Diamante.

Allí al final de la tarde, Simeoni, que parece ser capaz de saludar con nombre propio a todos los que se cruzan en su camino, da su parte de victoria: a pesar de que varias carreteras de la isla amanecieron cerradas ese día por culpa de la nieve, la cifra sería de 25.000 participantes.

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También Talamoni se pasea entre los asistentes, sonrisa enorme en el rostro. El 28 de octubre, la Asamblea que preside fue el único cuerpo colegiado europeo en reconocer la independencia de Cataluña. “Tal vez en algunos años sigamos ese ejemplo y propongamos un referendo para que los corsos puedan decidir”, declaró en ese momento.

Tres meses después sabe que tiene las mejores cartas en sus manos. Dos días antes de la venida de Macron, hasta los más macronistas representantes locales aprobaron la resolución con las exigencias para el presidente. “Ese mandato que nos dieron los corsos tiene que ser tenido en cuenta por el gobierno francés, Si es el caso, tenemos confianza en que vamos avanzar; si nos ignoran, y dejando en claro que nadie en esta isla está interesado en regresar a la violencia, vienen tiempos de conflicto entre Córcega y París”, dice.

Por Ricardo Abdahllah/ Ajaccio

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