¿Criminaliza México a los colombianos?

En diez años han muerto de forma violenta 76 colombianos en territorio mexicano: 15 mujeres y 61 hombres. Otros 69 connacionales están reportados como desaparecidos. Ciudad de México es donde más mueren y desaparecen.

Margarita Solano Abadía
04 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
Protestas en Ciudad de México, en donde cada vez más colombianos mueren de forma violenta.  / Imágenes: Colectivo Me Muevo por Colombia
Protestas en Ciudad de México, en donde cada vez más colombianos mueren de forma violenta. / Imágenes: Colectivo Me Muevo por Colombia

“Alguien ayúdeme, por favor! Llegaron a mi negocio como si fuéramos delincuentes a cerrar!!! Cerraron todos los negocios colombianos sin oficio previo!!! Abuso de autoridad al máximo! Secuestraron a mis clientes y a los comensales”. Éste fue el mensaje que publicó en Facebook Georgina Martínez Amaya el 4 de septiembre del año pasado, cuando policías de la Ciudad de México clausuraban Pollos Mario, un restaurante colombiano ubicado en la calle de Medellín en la colonia Roma.

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“Llegaron a verificar mi negocio como si fuéramos unos delincuentes”, cuenta Georgina mientras recuerda que esa tarde de septiembre más de cien elementos de seguridad con armas largas y cortas ingresaron sin previo aviso al restaurante colombiano y, como si se tratara de un operativo migratorio para atrapar al más buscado, pidieron visas a los comensales, les impidieron salir del lugar y se llevaron esposados a dos adolescentes en una patrulla. “Me querían llevar. Si no hubiera mostrado mi pasaporte mexicano, me llevan”, cuenta, molesta frente a una cámara de video, una colombiana que estaba en el lugar en el momento del operativo.

Según las autoridades de la Ciudad de México, el restaurante colombiano no tenía permiso de uso de suelo para vender comida y alcohol. Georgina reconoció el error, pero se sigue cuestionando por qué los policías encañonaron a una de sus empleadas en la cocina, por qué amenazaron a una mesera con llevársela en una patrulla si se animaba a usar el teléfono celular o por qué le negaron guardar el material perecedero del restaurante aludiendo que era cocaína, sin comprobar que se trataba de la masa con la que a diario prepara buñuelos, pandebono y pan aliñado.

Esa misma tarde, además de Pollos Mario, cerraron dos restaurantes colombianos más en la misma cuadra, Ciénaga y Dulce Jesús Mío, ante la mirada curiosa de cientos de transeúntes que se preguntaban entre codazos si en alguno de los restaurantes estaba escondido algún narcotraficante.

Un mes después, Georgina Martínez pudo solventar los requisitos para reabrir su negocio. Para entonces ya había perdido más de US$8.000 entre abogados, trámites y los clientes que dejó de recibir mientras Pollos Mario estuvo clausurado.

No es la primera vez que las autoridades mexicanas criminalizan o se basan en estereotipos para referirse a las investigaciones que involucran a los colombianos radicados en México. En los últimos cuatro años han muerto de forma misteriosa tres colombianas en la Ciudad de México. En todos los casos, las autoridades mexicanas —en un acto irresponsable y sin concluir la investigación— han creado un perfil falso de las víctimas, haciéndole creer a la opinión pública que son víctimas de su propia belleza, creyéndolas putas, mal relacionadas o copartícipes de bandas criminales dedicadas al narcotráfico.

Diana Alejandra Pulido Duque murió en el 2012. Cantante colombiana, esbelta, rubia y con ganas de probar suerte en la cuna artística de América Latina. Encontró la muerte en una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México, tras “caer” de su edificio en un séptimo piso. Hasta el momento la pregunta sigue abierta: ¿cayó o la aventaron?

Pero lo que sí se ventiló en la prensa nacional mexicana es que Alejandra estaba mal relacionada, que en días previos a su muerte se había practicado un aborto y que quizás hacía parte de una red de ladrones colombianos. El autor de las hipótesis perversas fue Marco Reyes, exfiscal de Homicidios de la Procuraduría de la Ciudad de México, una dependencia que, lejos de dar certeza jurídica e investigativa, parece hacer lo mismo que con los miles de casos de mujeres desaparecidas en la ciudad: aseverar que se fueron con el novio para jamás volver.

Mile Virginia Martín, violada y asesinada en el 2014. La fiscalía capitalina construyó un perfil falso de una colombiana torturada en el interior de un apartamento en la colonia Narvarte de la Ciudad de México. Mile Virginia fue violada varias veces, golpeada y le dieron un disparo en la cabeza. Las autoridades encontraron su cuerpo amortajado, desnudo y con la ropa interior en su boca. A un año de su muerte, la investigación sigue inconclusa, se desconoce el móvil de los hechos, pero las autoridades salieron a decir una y otra vez que Mile era colombiana, modelo, insinuaron que era prostituta y aseguraron que había ido a recoger un paquete ilícito al aeropuerto de la Ciudad de México, aunque las cámaras del aeródromo revelaron que jamás estuvo allí.

Stephanie Ramón Ramírez, 23 años, ¿cayó o la aventaron? Oriunda de Cali, la capital mundial de la salsa, su cuerpo fue hallado en una calle de la colonia Nápoles de la Ciudad de México con el cráneo fracturado, al igual que su mandíbula, en agosto del 2016. Édgar Elías Azar, expresidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, dijo ante los medios de comunicación que el caso de Stephanie podría tratarse de un feminicidio por la forma brutal como fue hallada a más de 300 metros de su edificio. Sin embargo, tres días más tarde se retractó y dio una nueva versión en la cual la caleña habría muerto por aventarse desde la azotea desde un cuarto piso después de una noche de copas.

Stephanie era una adolescente que estudió comunicación social y periodismo en la Universidad Autónoma de Occidente de la ciudad de Cali. Buena estudiante y siempre pendiente de su hijo de cuatro años. Al término de su carrera se abrió la posibilidad de una buena oferta de empleo en la Ciudad de México, donde la comunicadora podría incursionar en el mundo del modelaje. Aceptó y dejó al pequeño al cuidado de su padre mientras se abría paso en la capital mexicana. Meses más tarde halló la muerte en una forma poco clara para familiares y autoridades mexicanas, quienes ya dieron el caso por terminado.

“Ella era una niña muy bonita y responsable, pocas veces salía en la noche porque tenía un niño pequeño, era dedicada a su estudio y su casa”, contó Verónica Zavala, tía de Stephanie, después de conocer el final de su sobrina. Por su parte, las autoridades mexicanas informaron que la noche del viernes, la modelo caleña fue vista en una discoteca en alto estado de ebriedad; una chica la vio tirada en el baño y le ofreció ayuda porque no podía pararse y después la vio irse con dos hombres en un vehículo desconocido.

Según la revista mexicana Proceso, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México dice que los casos de Stephanie, Mile Virginia y Alejandra tienen varias líneas de similitud: “estuvieron involucradas en fiestas o reuniones sociales previas a su asesinato, tenían signos de tortura y golpes mortales, laboraban como edecanes, modelos o cantantes contratadas por agencias y promotores en México, no pasaban de los 32 años de edad, su fallecimiento se relacionó con ‘accidentes’ o bien, con la prostitución y la venta de droga; además de que físicamente eran muy parecidas”.

Para Italy Ciani, abogada penalista mexicana, el caso de Stephanie está lleno de interrogantes y contradicciones. “El manejo del caso ha sido desaseado y con un afán muy particular de construir una historia que además revictimiza a Stephanie, pues no dejan de hacer énfasis en que había acudido a un bar, estaba ebria, se quitaba la ropa y al momento del levantamiento del cuerpo se encontraba desnuda. El examen toxicológico no arrojó evidencia de droga alguna en su cuerpo, sin embargo, han ordenado un nuevo análisis en busca de drogas sintéticas. ¿Es relevante en realidad? Claro, porque de no ser así, el suicidio no tendría sentido”, publicó la abogada en una columna de opinión.

Estereotipos que matan

Cada vez que un homicidio, secuestro o desaparición de colombianos o colombianas logra colarse en los medios de comunicación mexicanos, llueven mensajes agresivos por parte de los lectores. Después de la dudosa muerte de Stephanie, Alejandra y Mile Virginia, un usuario que se hace llamar “tan” publicó en un foro abierto: “Y qué culpa tiene México de que estas mujeres se vayan a bares, se pongan hasta el culo de borrachas y drogadas y luego pierdan el equilibrio y se avienten?”.

“Una vez conocí una colombiana en mi país, era linda y bueno se regresó e hicimos una buena amistad (…) cuando nos reencontramos y mientras charlamos me salió con una historia de necesidad de dinero que era fácil de no creer, fue una decepción tremenda, lo que nunca me pasó con una chica en mi país me paso con una colombiana (…) las colombianas son de cuidado, ¿cultural?, sin duda”, escribió “Jaime”, otro lector mexicano.

Creer ciegamente en un estereotipo o caer en las trampas de las autoridades mexicanas, que en muchos casos fabrican historias, es una constante en México. En mayo del año pasado, miles de mexicanas alzaron la voz en redes sociales bajo el #SimeMatan, como reacción a la muerte de una estudiante hallada muerta en los jardines de la Universidad Nacional Autónoma de México. La Procuraduría de la Ciudad de México publicó en Twitter que la joven estuvo “alcoholizándose y drogándose” y añadió que ya no era estudiante de la UNAM, pues “debía muchas materias”. Para abogados y especialistas en derecho penal, los detalles revelados no daban información sobre el móvil del crimen o avances en la investigación, causando una indignación generalizada.

#SimeMatan Soy una colombiana en México, con suficientes lentejuelas y animal print en mi clóset como para que la PGR diga que fue por puta”, escribió la columnista de El Espectador Catalina Ruiz-Navarro.

#SiMeMatan Vivo en concubinato desde hace nueve años, tengo tres hijos de dos diferentes hombres. Bebo mucha cerveza y siempre he sido dueña de mi vida”, dijo una mexicana.

#SiMeMatan será porque me gustan la cerveza, el rock&roll, tengo más amigos hombres, uso faldas y shorts, no me quiero casar y sonrío”, publicó otra chica.

#SimeMatan la culpable seré yo, porque en México un feminicidio es consecuencia de mi figura, estatura, estilo de vida y forma de pensar”, se lee en los miles de mensajes en la red social de Twitter.

Nadie sabe de Lesly

De Lesly Tatiana Gómez no se supo más desde el 18 de diciembre pasado. La antioqueña de 25 años llevaba seis meses en Cancún, donde trabajaba en una estética. Aleida Guisado, madre de Lesly, dijo a los medios de comunicación que su hija tenía un novio colombiano que vivía en México desde hace un par de años y decidió mandar por su hija para hacer una vida juntos.

Aleida Guisado hizo la denuncia de la desaparición de su hija en la Cancillería colombiana, sin que hasta el momento tenga certeza de lo ocurrido con Lesly Tatiana. Tres días más tarde se enteró de que su yerno había sido asesinado con tortura en la ciudad de Cancún y su consuegro y un amigo de la familia estaban también en calidad de desaparecidos.

La Fiscalía General del Estado de Quintana Roo abrió la carpeta de investigación 432-2017 contra quien resulte responsable por el hallazgo del colombiano que apareció decapitado, con el cuerpo desnudo y los genitales en la boca. La prensa mexicana detalla que una de las líneas de investigación es la participación del joven colombiano en una banda dedicada al préstamo de dinero gota a gota. Al término de esta nota se leen mensajes de odio como el escrito por OscarF, quien dice que “este tipo de ratas colombianas que llegan a infectar a México, bien merecen morir”.

En los últimos diez años, México ha tenido un incremento de migración colombiana, que de 7.000 en el 2003, hoy se registran 18.735, según el proyecto del Consulado Colombia MapMx. El 34,1 % de los colombianos viven en la Ciudad de México, 12 % en el estado de México, 6 % en Jalisco y otro porcentaje igual en Nuevo León. La población que predomina son hombres y mujeres de entre 30 y 44 años que vienen a estudiar. Maestrías, doctorados, especializaciones. Físicos, músicos, literatos, empresarios, artistas, investigadores. Colombianos que aportan a México y que se sienten muchas veces criminalizados o afectados por la proliferación de bandas de robo a casa habitación o extorsiones a través del gota a gota por parte de una minoría de connacionales.

Por Margarita Solano Abadía

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