De la mano de Alberto Fernández, CFK regresa a la Casa Rosada en Argentina

El candidato del Frente de Todos ganó las elecciones presidenciales con un apretado resultado. La contienda con el actual presidente Mauricio Macri estuvo marcada por la figura de Cristina Fernández de Kirchner, quien se la jugó por ser la fórmula vicepresidencial de uno de sus más grandes críticos. Así consiguió su regreso a la Casa Rosada.

Camilo Amaya
28 de octubre de 2019 - 03:41 a. m.
El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, y su fórmula vicepresidencial, Cristina Fernández de Kirchner.  / / AFP
El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, y su fórmula vicepresidencial, Cristina Fernández de Kirchner. / / AFP

En el bunker de Alberto Fernández festejó hasta el Papa Francisco. O así lo sintieron los seguidores del candidato peronista. En la sede de su partido, Frente de Todos, un hombre disfrazado del Sumo Pontífice se robó las miradas poco después de la publicación de los primeros resultados de las elecciones presidenciales. Celebraba el regreso del peronismo al poder, y la derrota del actual presidente Mauricio Macri en las elecciones.

Fernández consiguió el 47.9 % de los votos en la primera ronda, lo suficiente para sellar una victoria y hacer innecesaria una segunda vuelta. Macri, pese a un repunte, no consiguió revertir la tendencia que se vio en las primarias de agosto y se quedó solo con el 40.6 %. Una hora después de ser informado de su irrevertible derrota, el actual mandatario reconoció su fracaso. “Lo invité (a Fernández) a desayunar a la Casa Rosada (sede del Gobierno) mañana. Tiene que haber un período de transición ordenada, que lleve tranquilidad a todos los argentinos, porque acá lo único importante es el futuro y el bienestar”, dijo a los suyos en la sede de campaña de la coalición Juntos por el Cambio. Pero en medio de la victoria de Fernández, y de la pronta salida de Macri, hay algo más que analizar: el regreso de Cristina Fernández de Kirchner a la Casa Rosada. Un hito que los kirchneristas esperaban hace mucho. Le puede interesar: Alberto Fernández gana la Presidencia en Argentina

¿Quién es Cristina Fernández de Kirchner?

Marcelo trabaja de vigilante en una tienda de ropa en la calle Florida, de Buenos Aires. El hombre, de apariencia huraña, de pelo canoso que delata una edad madura y de postura erecta, como si tuviera una barra de acero en vez de columna vertebral, se acerca y tímidamente, para matar el aburrimiento, susurra una frase: “Que vuelva Cristina, que vuelva el peronismo”. Marcelo dejó Río Gallegos, población al sur de Argentina, en la provincia de Santa Cruz, porque lo que ganaba como carnicero no le daba para mantener a su familia. “Esto de la vigilancia no es lo mío. Yo soy experto en elegir lo que necesitás para un buen asado”.

En un diálogo interrumpido por las constantes idas hasta la puerta para no abandonar su obligación, Marcelo rememora la primera vez que vio llorar a Cristina Fernández de Kirchner (CFK). “En 1991, cuando su marido Néstor fue elegido gobernador de nuestra provincia, no pudo contener las lágrimas y se le escurrieron toditas, como una cascada. Me impresionó ver quebrantada a una mujer tan fuerte. Ni siquiera cuando falleció su esposo (2010) la vi tan conmovida, o en los discursos venideros en los que lo evocaba”.

De Cristina Fernández se sabe que es adicta al hábito de la conversación y que eso lo desarrolló desde muy niña, cuando su abuelo materno, Carlos Wilhelm, le hablaba de Juan Domingo Perón de una manera devota. Esos diálogos de ideas, de entender porqué primero era la patria, segundo el movimiento y tercero el individuo, la hicieron fraguar un carácter fuerte basado en un conocimiento que fue aumentando por la necesidad de leer más para saber más, de tener qué decirle al abuelo en esas tardes en las que sin darse cuenta la nieta recibió un adoctrinamiento social o, mejor dicho, comprendió que en la Argentina de la década de 1960 la igualdad como seres humanos era una utopía, mas no la igualdad en el acceso a oportunidades.

“Mi mamá no aceptaba la crítica en casa. De hecho, si estábamos mucho tiempo juntas chocábamos. Ahí, muy pequeñita, supe que la vida no era blanco o negro, que había más matices, otras tonalidades y que no todo era ser o no ser peronista”, dice en su libro Sinceramente, una autobiografía en la que revela detalles de su trayectoria en la política, de su niñez y hasta de lo vivido en la dictadura de Jorge Rafael Videla. Por ejemplo, pasa de contar cómo las monjas del colegio La Misericordia la obligaban a lavarse la cara todas las mañanas, pues ella iba a clase muy bien maquillada, hasta el día que conoció a Néstor Kirchner en la Universidad Nacional de La Plata (estudió Derecho), un joven que la cautivó por su pelo largo y los anteojos cuadrados que lo hacían ver interesante.

A Néstor le llamó la atención la capacidad que tenía Cristina para defender sus convicciones, la elocuencia con la que le salían las palabras y su desborde de optimismo en una época en la que las juventudes peronistas tomaban fuerza, sumaban seguidores, crecían de forma incontenible. Incluso quedó pasmado, quizá enamorado, cuando se enteró de que en un examen sus respuestas fueron una postura crítica al pensamiento y a la teoría que implantaba el profesor de cátedra. “El tipo vio que no lo hacía por rebelde, sino que había un desarrollo argumentativo y me puso diez”.

Discutir y razonar fue moda en la década de 1970, también el nacimiento de una voluntad de cambiar las cosas. Y eso fue lo que creó un lazo entre Cristina y Néstor, que se dijera que mientras que ella era la que pensaba, él era el que ejecutaba. Y se complementaron e hicieron parte de un grupo de intelectuales que criticó la dictadura y se radicalizó en contra de los abusos de los militares, pero que nunca estuvo de acuerdo en tomar las armas para contrarrestar la represión de quienes no pensaban igual, de los que hablaban de más para el régimen. “El 6 de enero de 1976, cuando llevaba apenas unos meses de matrimonio con Néstor, nos arrestaron y nos pusieron presos. Fue la Policía por orden del Ejército en el gobierno de Isabel Perón y pasamos 17 días en la cárcel hasta que al gobernador de ese entonces le dio miedo que la provincia de Santa Cruz fuera relacionada con presos políticos y nos liberaron”.

Cristina perdió amigos, uno tras otro, personas con las que hablaba un día y a la semana no volvía a saber de ellas, gente que, como ella reconoce, hubieran dado una mano para salvar al país y cambiar el rumbo. “Éramos jóvenes y creíamos en el liderazgo como proceso de cambio. Sabíamos que el camino era retomar y mantener los valores que dejó Perón”.

Ese fervor la llevó hasta Ezeiza, el 20 de junio de 1973, cuando Juan Domingo Perón regresó a Argentina tras 18 años de exilio. Y estuvo presente con su madre en una jornada de la que se esperaba mucho y que terminó con ráfagas en las inmediaciones del aeropuerto, con la multitud enloquecida y desorientada, con la confusión de unos disparando contra otros, y con un saldo de 13 muertos y 365 heridos, cifras que fue imposible cotejar. “Mi mamá quería ver a Perón y no se movía; entonces me tocó empujarla a unos matorrales mientras pasaba todo. Me di cuenta de que los radicalismos eran absurdos sea cual sea el ala política”.

Y durante esos años, por más que estuviera en la clandestinidad, Cristina, con Néstor a su lado, siguió leyendo todo lo que le ayudara a pensar, a reflexionar y se encontró con autores como John William Cooke, Horacio Giberti y Aldo Ferrer, que le permitieron entender a fondo el problema agrícola y que derrumbando un sistema de privilegios habría espacio para uno igualitario. “Siempre estuvo militando y eso le dio una continuidad para visualizar las dinámicas políticas. Además, su inteligencia desembocó en respeto por parte de los demás. Tuvo la habilidad de expresarse y, de una forma, representar a un sector social muy amplio del país, que ha cargado con las malas decisiones de sus gobernantes”, dice Pablo Ibáñez, especialista en política argentina.

Con base en su disciplina férrea, Fernández de Kirchner ha logrado un compendio de cargos públicos: legisladora de la Cámara de Diputados de Santa Cruz, jefa de campaña de su marido para la Gobernación de esa provincia, participó en la reforma constitucional de 1994, fue senadora un año después (también en 2005) y organizó, junto a otros compañeros, la creación del Grupo Calafate, que tuvo como objetivo hacerle contrapeso al entonces presidente Carlos Menem y sus intenciones reeleccionistas, entre otros cargos como el de diputada nacional. “Ganó todas las elecciones populares a las que se presentó hasta 2015. Tiene algo que magnetiza, que la hace cercana a los electores. Ha producido una empatía que ha perdurado y por eso está tan vigente, ya sea en los sectores bajos, en los más peronistas y en los jóvenes de ahora”, resalta Ibáñez.

Por supuesto, su logro más importante fue llegar a la presidencia de Argentina el 10 de diciembre de 2007, sucediendo a su esposo Néstor. “Los argentinos nos merecemos un nuevo relato”, dijo tras recitar el juramento ante la Asamblea Legislativa y con los ojos enlagunados mientras miraba al palco donde estaban algunas de las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo, a las que ella reconoció como Madres y Abuelas de la patria. Ya luego vino su primer mandato, la muerte de Néstor (el 27 de octubre de 2010) y su reelección con el 54,11 % del total de los votos, el porcentaje más alto desde 1973.

“Se aisló mucho y dejó de tener en su entorno a personas que le dieran otras opiniones. Además, tuvo una deserción muy importante, como la de Sergio Massa, sin dejar de lado que se le olvidó, o de pronto no quiso, dejar una herencia, un heredero que tomara su legado en 2015. Cometió errores grandes en temas monetarios, además de una relación traumática con los medios y los empresarios, incluso con sectores sindicales. Y claro, no se pueden olvidar los escándalos de corrupción”, agrega Ibáñez. Elecciones Argentina 2019: agobiados por la crisis 

Cuatro años después de dejar la Presidencia (durante este tiempo siguió vinculada a la vida legislativa), Cristina Fernández volvió a unas elecciones ya no como la cabeza visible de un proyecto, sino como la aliada de Alberto Fernández, quien fuera jefe de gabinete de su esposo y ahora era el encargado de representar al Frente de Todos, una coalición cuyo objetivo era derrotar a Mauricio Macri (actual primer mandatario) y, como ellos lo dicen, retomar el rumbo de una nación que parece estar recuperando el desborde de optimismo de antes con esta nueva candidatura, con una pregunta que se resolverá con el tiempo: ¿Alberto Fernández salió del gobierno de Kirchner por una pelea con su actual fórmula vicepresidencial? Una pelea que se volvió reconciliable justo en épocas electorales. Por eso la gran incógnita de este proceso es: ¿quién mandará en la Casa Rosada?

CFK supo guardar distancia para no robarse el protagonismo, para no dejar que la campaña se ensuciara con los procesos en su contra, que siguen su curso en los altos tribunales y podrían tocar la fibra del electorado (asociación ilícita, lavado de dinero, encubrimiento y administración fraudulenta, algunos de los cargos de los que está siendo acusada). Pero, aunque su papel haya sido “secundario”, la sombra de su regreso agitó los mercados la semana pasada, cuando el peso aceleró su caída ante su inminente retorno al poder, según lo vaticinaron las encuestas.

“El país necesita alguien que sume, como vos, y no alguien que divida, como yo”, las palabras de Cristina cuando llegó a un entendimiento y aceptó ser la fórmula vicepresidencial de Fernández. En sus últimas horas de gira, una de las mujeres más populares de Argentina se la pasó hablando de que todo futuro será mejor, evocando con añoranza las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle camino a la vida y recordando, como decía Perón, que “no es que seamos los mejores, es que los otros siempre son peores”.

El pueblo argentino entendió el mensaje, lo tomó como propio y ahora Alberto Fernández, abogado y profesor de Derecho de sesenta años, será quien esté al frente de Argentina a partir del 10 de diciembre, cuando asuma el poder. Deberá lidiar con una pobreza del 37 %, una inflación del 54 % y una deuda pública que parece impagable.

Este lunes los seguidores de la fórmula Fernández y del peronismo seguirán festejando su victoria y Cristina Fernández su regreso a la Casa Rosada. Serán muchos los retos que deberá afrontar este nuevo gobierno, principalmente en materia económica. Del otro lado, Macri, con una expresión de serenidad en su rostro, alista desde anoche las labores para la sucesión. Antes de despedirse, agradeció a sus seguidores y a su compañero de fórmula, Miguel Pichetto, con quien asegura seguirá trabajando para los argentinos y hará una oposición “sana, constructiva y responsable.

Correo: icamaya@elespectador.com

Por Camilo Amaya

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