Del tío Sam al tío Xi

La postura errática y cerrada del gobierno de Donald Trump le facilitó las cosas al presidente de China, Xi Jinping, que proyecta a su país como la opción estable y responsable. Así es la nueva China.

El Espectador
26 de octubre de 2017 - 03:00 a. m.
Xi Jinping, presidente chino, consolidó su poder y gobernará el país otros cinco años. / AFP
Xi Jinping, presidente chino, consolidó su poder y gobernará el país otros cinco años. / AFP
Foto: AFP - WANG ZHAO

El tío Xi, como la prensa y los chinos llaman a su presidente, Xi Jinping, consolida su poder. Fue reelegido por cinco años más, gracias a la doctrina que impulsa desde que llegó al poder en 2012: “El regreso de China al papel de líder mundial en el terreno económico, político o militar”.

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Sus ambiciones se centran en la determinación de devolver a China al lugar que, considera, merece como potencia global. “La agresiva diplomacia de Xi se debe en gran medida a sus propias aspiraciones, creencias y necesidades estratégicas”, señaló Shi Yinhong, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Renmin, al diario The New York Times.

Omnipresente en los medios, el tío Xi es presentado como el rostro tranquilizador de un país actualmente seguro de sí mismo y que mira hacia el futuro soñando con “un gran renacimiento”, tras un siglo y medio de declive y humillaciones infligidas por los occidentales. “Representa lo que los chinos quieren en términos de gobierno: un país bien dirigido, una China fuerte y respetada”, observa para la AFP el sinólogo Jean-Pierre Cabestan, de la universidad Bautista de Hong Kong.

Secretario general del PCC, presidente de la República Popular y de la Comisión Militar Central, Xi Jinping cumple todas estas funciones al frente de la segunda potencia económica mundial. Casi a diario, su figura abre el noticiero de la noche: recibiendo a dirigentes extranjeros, discutiendo con ciudadanos corrientes o brindando un discurso en una asamblea de directivos de empresas, quienes lo aplauden con frenesí.

A nivel internacional, Xi no tiene fronteras: amplió la esfera de influencia China en Asia, África, Europa e incluso América Latina. Ha viajado a las islas Fiji en el océano Pacífico, Asia central y Australia, y hasta envió buques de guerra chinos a atracar en Londres.

“Va a ser el nuevo Gran Timonel, el gran arquitecto que llevará a China a ser una ‘fuerte potencia socialista’ para 2050 o antes. Para entonces, China también será una superpotencia capaz de desafiar a EE. UU.”, le dijo a El País Willy Lam, de la Universidad China de Hong Kong.

Claro, ha contado con un aliado: el presidente Donald Trump. Desde que el republicano llegó al poder, el 20 de enero de este año, Estados Unidos ha enviado señales muy erráticas al exterior. El tío Xi no lo desaprovechó y presentó a China como la opción estable y responsable.

Xi Jinping conoce bien a Estados Unidos. Estudió agricultura en Iowa en 1985. Ha seguido la política de ese país con interés y aprovecha el caos político que parece imperar en la Casa Blanca, donde coexisten personajes con agendas encontradas frente a su país, pues parece haber dos corrientes: la que lidera el yerno de Trump, Jared Kushner, que ha establecido una cordial relación con el embajador chino en EE. UU., Chi Tiankai, y que busca un acercamiento entre los dos líderes, y la de los otros asesores, como el defenestrado Steve Bannon, el director del Consejo Nacional de Comercio y el jefe de estrategia presidencial, Peter Navarro, que abogan por adoptar una posición de fuerza con Pekín.

Sin sucesor

Xi Jinping nació en un entorno acomodado. Es hijo de Xi Zhongxun, uno de los fundadores de la guerrilla comunista y perteneciente a la casta de los “príncipes rojos”, descendientes de los revolucionarios que llegaron al poder en 1949, antes de ser purgados por Mao. Xi intentó hacer olvidar estos orígenes y cultiva una imagen de dirigente cercano al pueblo.

Ha convertido la lucha contra la corrupción en la insignia de su gestión: en los últimos cinco años, más de un millón de directivos han sido sancionados y otros están tras las rejas. Divorciado, en 1987 se casó con la cantante Peng Liyuan, por aquel entonces mucho más famosa que él. El matrimonio tiene una hija.

En el último Congreso del Partido Comunista Chino (PCC) se aseguró de nombrar a su buró: seis sexagenarios, cuyas edades no les permitirían hacerle sombra ni aspirar a la sucesión.

En Alemania se escuchan quejas por el aumento en las inversiones chinas. En la Unión Europea existe temor de que China divida el bloque al establecer relaciones con países pobres, como Hungría y Grecia. En Australia, China se convirtió en el principal socio comercial y hoy, especulan los periódicos, intenta influir en política con donaciones a campañas.

Shi, profesor de relaciones internacionales, advirtió al NYT que la actitud negativa de Trump “hacia el comercio mundial liberal y el cambio climático ha inspirado a Xi para asumir un papel más activo en la escena global”.

Por El Espectador

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