EE le explica: Irak, un país en continua reconstrucción

Las protestas, que dejan más de 250 muertos, cumplen su primer mes en medio de un caos que ha llevado al presidente Barham Saleh a proponer elecciones anticipadas para dar salida al frágil gobierno del primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, algo que los manifestantes no aceptan, pues demandan la "caída del régimen" en bloque.

Marta Moya Domínguez /@martamdom
31 de octubre de 2019 - 11:59 p. m.
Manifestantes iraquíes se concentran en la Plaza Tahrir, en Bagdad, en contra de su gobierno.  / AFP
Manifestantes iraquíes se concentran en la Plaza Tahrir, en Bagdad, en contra de su gobierno. / AFP

Miles de iraquíes han salido a las calles del país durante este último mes reclamando la “caída en bloque” del gobierno del primer ministro Adel Abdel Mahdi y de una élite política a la que consideran corrupta y alejada de la difícil realidad que vive el país. Desde el pasado primero de octubre se han sucedido las manifestaciones que dejan ya más de 250 muertos y miles de heridos. El presidente del país, Barham Saleh, ha propuesto este jueves mediante un mensaje televisado la convocatoria de elecciones anticipadas para dar respuesta a las demandas de la sociedad, que sin embargo no está, de momento, dispuesta a ceder.

"Quiero garantizarles que, como presidente de la República, aprobaré la celebración de elecciones anticipadas en el marco de una nueva ley electoral”, ha apuntado Saleh. La ley que ampara la convocatoria de comicios se votará en el Parlamento iraquí “la semana próxima”, y así encamina al país a un cambio de gobierno tras un apenas año de gestión. El mandato de Abdel Mahdi, quien se ha mostrado favorable a la dimisión siempre que se dé “un entendimiento respecto a un sustituto, en el marco de la Constitución y para impedir un vacío constitucional” terminará, previsiblemente, con una mácula de difícil reparación. Además, la retirada del apoyo de sus aliados de gobierno, el chií Muqtada al Sadr, líder del principal grupo parlamentario; y de Hadi al Amiri, quien encabeza la alianza parlamentaria de grupos chiíes bajo el cobijo de Irán, han dejado al primer ministro sin salida.

El descontento por el deterioro de los servicios públicos, así como el hartazgo por los graves índices de desempleo que sufre el país -sobre todo entre los jóvenes- y la corrupción estructural han sido el eje de las movilizaciones durante este octubre, que han acabado con la relativa estabilidad en un país que lleva años esperando la democracia tras la guerra, la dictadura de Saddam Hussein, la ocupación por parte de Estados Unidos o la insurgencia del Estado Islámico en la región.

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Las protestas, encabezadas principalmente por los jóvenes, tienen algunos precedentes claros: la represión, a finales de septiembre, contra las protestas que exigen oportunidades laborales para graduados universitarios; la eliminación de asentamientos informales de viviendas; o la degradación del popular teniente del Servicio Contra el terrorismo (CTS, por sus siglas en inglés) Abdul-Wahab al-Saadi. Estas, según manifiesta la analista Haley Bobseine en el think tank Middle East Institute, pueden ser algunas de las causas preliminares del estallido social en el país, que coincide en que la clase política les ha fallado en sus promesas de reforma de sus estructuras político-administrativas.

Activistas de la sociedad civil y manifestantes veteranos intentaron coordinar las movilizaciones a través de las redes sociales antes del primero de octubre, que, sin embargo, no tuvieron una respuesta satisfactoria hasta que jóvenes de entre 18 y 25 años, principalmente pertenecientes a áreas chíis, tomaron las calles. A partir de ese momento, las protestas han sido espontáneas y descentralizadas, según apunta Bobseine.

 

Irak tras Saddam Hussein

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El próximo 30 de diciembre se cumplirán 13 años desde que el dictador Sadam Hussein fuera ejecutado por las fuerzas militares estadounidenses. Desde entonces, el país no se ha recuperado pese a los intentos fallidos de reformas estructurales. La crisis es transversal: tanto a escala económica, como político-social. Muchos apuntan como causa a la injerencia de Washington, todavía hoy, en los asuntos domésticos de esta región medio oriental.

El débil estado articulado por Estados Unidos tras la derrota del régimen baaz en 2003, no ha logrado salir adelante. Dieciséis años después del "mission accomplished" por parte de EE. UU., la estabilidad no ha logrado hacerse hueco en un territorio extremadamente complejo, que tiene que lidiar con las desavenencias entre los distintos grupos políticos, religiosos y étnicos, a parte de una prosperidad económica que no termina por llegar. Estos elementos, imprescindibles para entender la nación, no han logrado desarrollarse de manera conjunta en la última década y media, lo que ha hecho muy difícil que el país avance, tal como muestran estos días las protestas generalizadas por todo el territorio este último mes.

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Tras la caída del dictador Saddam Hussein, el país vivió intentos de democratización e inclusión de minorías marginadas. Sin embargo, el caos sigue reinando en esta nación. La guerra civil entre chíies y suníes, que alcanzó su máximo pico en 2007 y volvió a sufrir un conato en la primavera de 2013, todavía no ha cerrado sus heridas. Eso, sumado a la inoperancia de una élite política y a la caída de los precios del petróleo, ha hecho que los ingresos del país se reduzcan de forma drástica.

La maltrecha economía iraquí, luego de una década y media de conflictos internos, violencia sistemática e inestabilidad, continúa precaria y dependiente de las exportaciones de crudo. En consecuencia, el descontento social ha ido creciendo en paralelo en uno de los países más corruptos según Transparencia Internacional.

El futuro de Irak, que para algunos expertos de la élite política estadounidense pasa por la partición en tres segmentos -así lo determinó un artículo publicado en Foreign Affairs por el profesor Barak Mendelsohn en 2015-: Kurdistán, territorio suní y territorio chií, todavía se desconoce. A la espera los más que probables nuevos comicios que tendrán lugar en los próximos meses, la situación de fragilidad parece perpetuarse en un país en continua reconstrucción.

Por Marta Moya Domínguez /@martamdom

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