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Antes del golpe de Estado del lunes en Birmania, Min Aung Hlaing, de 64 años, ya era el hombre más poderoso del país, al estar al frente de un ejército sobre el que el gobierno civil no tenía ningún control. Acusado de abusos sistemáticos contra los derechos humanos y de una fiebre de poder desmedida, fue este general que estaba a punto del retiro, el que encabezó el golpe.
Para asegurarse de terminar con sus rivales políticos, Aung San Suu Kyi t el presidente, U Win Myint, el militar presentó hoy unos oscuros cargos que mantendrán en la prisión a los dirigentes. A la líder birmana, de 75 años, la acusó de violar la ley comercial, al poseer en su casa un aparato de comunicación telefónica importado ilegalmente y reservado para uso militar o gubernamental, lo que puede suponerle una condena de tres años de cárcel.
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El jefe del Ejército birmano también logró que la Policía presente cargos contra el depuesto presidente, U Win Myint, acusado de quebrantar las restricciones contra la pandemia de covid-19.
¿Golpe anunciado?
Hoy muchos creen que lo venía anunciando. Pues desde el pasado mes de noviembre se dedicó a denunciar, sin pruebas, un supuesto fraude electoral en las legislativas que le dieron el triunfo a la Liga Nacional por la Democracia, el partido de la líder Aung San Suu Kyi. Este cuestionado militar es el protagonista del tercer golpe de Estado en Birmania, desde la independencia en 1948.
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Min Aung Hlaing asumió el cargo de “líder del Estado” después de que los militares arrestaran a la cúpula del Ejecutivo, entre ellos a Suu Kyi, y forzaran la declaración del estado de emergencia. Justificó sus acciones diciendo que el golpe era necesario para detener el fraude electoral, un hecho que Min Aung Hlaing justificó el golé que tuvo que dar el golpe de Estado debido al supuesto fraude electoral cometido en las elecciones,
Las acusaciones del supuesto fraude han sido desmentidas por la Comisión Electoral, mientras que observadores internacionales indicaron en el pasado que los comicios habían sido libres.
Genocidio declarado por la ONU
El 25 de agosto de 2017 un grupo de militantes rohinyás atacaron una base militar en el estado de Raikán, en Birmania. La respuesta fue tan desproporcionada por su brutalidad y salvajismo, que un informe de Naciones Unidas señaló que la cúpula militar de Birmania (Myanmar) tenía “intención genocida”.
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Los soldados birmanos cometieron asesinatos, violaciones y quemaron las viviendas de los rohinyás de la provincia de Rakáin. La persecución provocó que 725.000 miembros de esta minoría musulmana, un 70 % de esta comunidad, tuviera que huir al país vecino, Bangladesh. Min Aung Hlaing fue quien dio la orden.
El informe de la ONU señala al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la antigua Birmania, y cinco de sus generales, de “ordenar asesinatos en masa y violaciones en grupo, y deben ser juzgados por ello”, dicen los investigadores de la ONU.
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El general siempre ha rechazado las acusaciones de violaciones generalizadas de los derechos humanos en el oeste del país, afirmando que la operación militar de 2017, que obligó a cerca de 750.000 rohinyás a huir al vecino Bangladés, únicamente buscaba atajar la rebelión local.
¿Quién es Min Aung Hlaing?
Min Aung Hlaing nació el 3 de julio de 1956 en la ciudad sureña de Tavoy (actualmente conocida como Dawei) y, tras estudiar dos años de Derecho en la Universidad de Rangún, ingresó con 18 años en la Academia Militar. De carácter reservado y con ambiciones, Min Aung Hlaing se ha labrado una carrera dentro del cuerpo castrense bajo la sombra durante muchos años del poderoso jefe de la anterior junta militar entre 1992 y 2011, Than Shwe.
En 2002 fue ascendido a comandante en el noreste del país, donde negoció el alto el fuego con dos grupos armados de las guerrillas, incluido el poderoso Ejército Unido del Estado Wa.
Ocho años más tarde, comandó las tropas que atacaron al grupo armado de la etnia kokang, Ejército de la Alianza Nacional Democrática de Myanmar, cuando este se negó a integrarse en las Fuerzas Armadas birmanas.
Los soldados del Tatmadaw (Ejército birmano) fueron acusados de violaciones de los derechos humanos contra la población civil en la ofensiva, que provocó la huida de 37.000 personas a China.
Than Shwe, que dirigió el país con puño de hierro durante casi dos décadas, nombró a su protegido Min Aung Hlaing su sucesor como jefe de las Fuerzas Armadas, a pesar de que había otros militares más veteranos que él.
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El joven líder militar se adaptó bien en su cargo durante los primeros años de la transición hacia una “democracia disciplinada” en la que el Ejército controlaba el 25 % de los escaños del parlamento, así como los importantes Ministerios de Defensa, Interior y Fronteras.
Min Aung Hlaing también cultivó sus intereses económicos a través de las empresas controladas por el Ejército, con intereses en una decenas de sectores que incluyen lucrativas minas de jade y rubíes.
Al menos dos de sus hijos, Aung Pyae Sone y Khin Thiri Thet Mon, también han iniciado sus propios negocios a la sombra del padre.