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"El éxito de Lula es el mío"

Entrevista con la candidata presidencial de Brasil, Dilma Rousseff.

Fernando Gualdoni / Especial de El País
29 de junio de 2010 - 10:32 p. m.

Dilma Rousseff (Belo Horizonte, 1947) está ante el mayor desafío de su vida, convertirse en la primera mujer que gobierne Brasil. Es la protegida del presidente Lula da Silva y él no ha dudado nunca en que ella debe ser su sucesora en el cargo a pesar de que la actual ministra de la Casa Civil (jefa de Gabinete) jamás compitió en las urnas por un cargo público. Lula no titubeó ni cuando se alzaron algunas voces dentro del Partido de los Trabajadores (PT) en contra de la candidatura de Rousseff —no es una baronesa del partido— ni cuando tuvo que ser operada el año pasado para extirparle un tumor linfático.

Arrastra Rousseff un pasado de militancia activa y de lucha contra la dictadura que vivió Brasil entre 1964 y 1985. La candidata del PT estuvo involucrada directamente en la lucha armada contra los militares hasta que en 1970 fue detenida y enviada tres años a una prisión, donde sufrió torturas. Era conocida como la Juana de Arco del movimiento guerrillero Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares, uno de los más importantes de la época.

Ya a finales de los años setenta contrajo matrimonio con otro integrante de la guerrilla, Carlos Franklin Paixão de Araújo, con quien tuvo su única hija y se estableció en Rio Grande do Sul. Allí se graduó en ciencias económicas en 1977 y allí empezó su carrera política, primero en el Partido Democrático Laborista y, desde 1999, en el PT.

Si gana, ¿seguirá el modelo político de Lula?

Voy a continuar el modelo de Lula, pero con corazón y alma de mujer. No para repetir, sino para progresar. Para mí la mujer tiene una gran capacidad de cuidar y, al mismo tiempo, de estimular. El programa de asistencia Bolsa Familia (las familias reciben dinero a cambio de que los niños vayan a la escuela y se vacunen), por ejemplo, lo gestiona la madre. En Brasil, privilegiar a la mujer no es una política de género, es una política social. El 30% de las familias brasileñas están encabezadas por mujeres. El 52% de la población somos mujeres, y el 48% restante son nuestros hijos. No se trata de crear un matriarcado, sino de darle a la mujer la importancia que tiene para la estructura familiar.

¿No teme que la sombra de Lula perjudique su carrera?

Soy la ministra de la Casa Civil. Soy quien coordina los ministros y los principales proyectos de gobierno. He trabajado íntimamente con el presidente Lula los últimos cinco años y medio. Su éxito es el mío. He sido su brazo derecho e izquierdo. Él no será ministro si yo llego al Gobierno, pero siempre estaré abierta a sus propuestas.

Esta es la primera vez que opta a un cargo electo. ¿Cómo se siente? ¿Cómo está su salud?

La presión es la misma que cuando se está dentro del gobierno, quizá incluso menor, porque cuando se gobierna hay que dar respuestas todos los días. El proceso electoral es distinto... Hay discusiones, debates, viajes... Y de salud me siento muy bien.

Si gobierna, ¿cómo conjugará las políticas de crecimiento económico con la protección del medio ambiente?

En Brasil, el 87% de la energía eléctrica procede de las plantas hidroeléctricas, es decir, que es renovable. Añadido a esto, la energía eólica está aumentando significativamente. Nuestro parque automovilístico, por otra parte, utiliza el etanol, un combustible que no es fósil. Si usted me pregunta si hay que talar árboles para producir más caña de azúcar, le digo que no. No es cierto que haga falta más tierra para producir más. Lo que se necesita es una mejor tecnología.

¿Cuáles serían las principales diferencias de su modelo con el que propone José Serra?

La diferencia más importante es que sabemos cómo construir las condiciones para el crecimiento sostenible. Crecemos al mismo tiempo que distribuimos la riqueza.

¿Cuáles serán las líneas maestras de su política exterior?

Brasil siempre ha tenido una política externa enfocada en pocos países. Los grandes logros de estos últimos años han sido el avance del multilateralismo y que el país ha tomado conciencia de su importancia dentro de América Latina. Nos manejamos con respeto y sin injerencias en políticas internas. No somos imperialistas. Impulsamos la cooperación entre los países, no políticas de imposición.

Por Fernando Gualdoni / Especial de El País

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