El futuro de Venezuela después del triunfo de Nicolás Maduro

El presidente venezolano se hizo con una holgada victoria en una elección con poca participación y en la que sus contrincantes desconocieron los resultados. La crisis económica, el aislamiento internacional y el descontento popular son algunos de los retos que tendrá que lidiar en los próximos seis años.

Jesús Mesa
21 de mayo de 2018 - 03:48 a. m.
El presidente venezolano Nicolás Maduro saluda a sus seguidores tras la victoria, en Caracas. / EFE
El presidente venezolano Nicolás Maduro saluda a sus seguidores tras la victoria, en Caracas. / EFE
Foto: EFE - Miguel Gutiérrez

El resultado estaba cantado. Nicolás Maduro logró este domingo su reelección con una aplastante victoria en las elecciones presidenciales de Venezuela, que pasarán a la historia como uno de los procesos con más baja participación de votantes en su historia.

De acuerdo con el Consejo Nacional Electoral venezolano, y con más del 92 % de las urnas escrutadas, Maduro consiguió cerca de 5,8 millones de votos para asegurarse así su segundo período presidencial. El jefe de Estado venezolano superó por un amplio margen a sus contrincantes, Henri Falcón (1,8 millones de votos) y Javier Bertucci (950.000), y se garantiza su permanencia en Miraflores hasta el 2024.

“Hoy el pueblo dio una respuesta contundente: obtuvimos 68 % de los votos y con una victoria abrumante sobre el candidato de la oposición”, dijo victorioso el presidente Maduro este domingo desde el Palacio de Miraflores, en Caracas.

Sin embargo, esta jornada electoral estuvo marcada por la abstención, pues de 20 millones de votantes habilitados, sólo 8,5 millones de venezolanos ejercieron su derecho al voto, lo que significó una participación de apenas el 46 % en un país que históricamente ha salido en masa a votar. De hecho, esta jornada electoral marca una reducción de casi 30 % en la participación respecto a los comicios de 2013, cuando Nicolás Maduro le ganó al candidato opositor, Henrique Capriles.

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Muchas dudas se habían sembrado alrededor de estas elecciones. Un fuerte sector de la oposición argumentaba que no había garantías para unos comicios transparentes e invitó a no participar en ellos, y aun así dos candidatos, Falcón y Bertucci, optaron por ir a las urnas a probar su suerte contra el presidente Maduro.

Pero las inquietudes de la oposición parecieron ser ciertas. Los críticos de Maduro denunciaron una serie de irregularidades durante la jornada, entre ellas la instalación de más de 5.000 puntos rojos, oficinas móviles del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), cerca de los puestos de votación. En estos lugares, de acuerdo con los candidatos opositores, el Gobierno prometió entregar bonos a cambio de que los ciudadanos se registraran después de votar. Dicen que esto pudo influir en que los ciudadanos votaran por Maduro.

El Consejo Nacional Electoral reveló los resultados oficiales a las 9:30 p.m., una hora y media después de lo previsto. Lo hizo entregando una “tendencia irreversible” y en cabeza de la rectora de este organismo, Tibisay Lucena, pidió a Venezuela y a la comunidad internacional “respetar los resultados”.

Pero ante la demora en la entrega del escrutinio, Falcón y Bertucci dieron cada uno una rueda de prensa en la que parecieron dar un discurso de derrota. “No reconocemos este proceso electoral como válido, como cierto, para nosotros no hubo elecciones. Hay que hacer nuevas elecciones en Venezuela”, dijo Falcón, quien fue enfático en decir que no aceptará la victoria de Maduro y pidió que se realicen unas nuevas votaciones en diciembre, “como siempre se han hecho en Venezuela”.

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Caso diferente fue el de Bertucci, quien dijo que reconocería los resultados “sólo si la diferencia es muy amplia”. El pastor evangélico afirmó que las elecciones venezolanas no se tratan “del pueblo contra Maduro, sino contra el hambre”. Por eso, aunque dijo que se sometería a los resultados, insistió en que hay que buscar un nuevo diálogo con los diferentes sectores de la oposición. “Ya vimos que este país le quedó grande a Nicolás Maduro”, dijo.

Sin embargo, como era de suponerse, el CNE informó que la jornada había sido un éxito y la afluencia de votantes “masiva y exitosa”. El expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, veedor de la jornada, fue más cauto y optó por una declaración mesurada. “Hay colegios con participación considerablemente alta y otros (...) considerablemente baja”, dijo.

El escenario con Maduro reelecto

En los próximos días se espera que Maduro juramente su cargo ante la Asamblea Nacional Constituyente, que será decisiva de cara al 2019, cuando termine de redactar la nueva Constitución. De acuerdo con expertos, la victoria del presidente venezolano aceleraría los procesos dentro del organismo para la promulgación de una nueva Carta Magna “plenamente socialista”, en la que se generen condiciones para la reelección indefinida y se pueda llegar a un Estado con mayor control sobre la propiedad privada.

De hecho, es probable que, una vez se proclame la Constitución, se convoque a una nueva “relegitimación de poderes”, un proceso que promovió hace 18 años el entonces presidente Hugo Chávez para darle validez a la nueva Carta de 1999. Chávez, que en ese momento no contaba con las mayorías parlamentarias, convocó a elecciones generales dos años después de haber sido elegido presidente y consiguió que se votaran nuevos gobernadores y alcaldes, así como una nueva Asamblea Nacional, con mayoría chavista.

Una eventual elección de un nuevo parlamento le plantearía un fuerte dilema a la oposición, que se arriesgaría a perder el único bastión político que le queda en Venezuela. Participar o no participar: un dilema que ha repercutido negativamente en las filas opositoras, como cuando algunos dirigentes de este sector decidieron ir a los comicios regionales de agosto de 2017.

Este dilema terminaría por definir el nuevo mapa de la oposición, que quedaría dividido en tres frentes. El primero, y que habrá ganado un fuerte capital político, es el de Henri Falcón y Javier Bertucci, al que algunos analistas califican como de una oposición blanda, y buscaría un diálogo. La segunda la conformarían la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el denominado Frente Amplio, y, por último, el sector de María Corina Machado, que no se plantea ningún tipo de concesión con el oficialismo.

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A medida que el descontento popular crezca con la crisis, el Gobierno tendría que depender cada vez más de la represión, explica Geoff Ramsey, director asistente del programa de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) en Venezuela. De acuerdo con el analista, la movilización popular y la disidencia interna en las filas militares y d las fuerzas de seguridad y el chavismo quedarán vulnerables ante el posible uso de la fuerza por parte del Gobierno.

Pero, además de mantener a raya a la oposición y evitar nuevas disidencias, Maduro tendrá que afrontar la crisis económica y seguramente nuevas sanciones de Estados Unidos, la Unión Europea e incluso de los países vecinos agrupados en el llamado Grupo de Lima. “La situación económica y social va a empeorar, nada va a mejorar, al menos no con este sistema económico”, señala el diputado Williams Dávila.

De hecho, de acuerdo con Migración Colombia, se espera que haya un crecimiento considerable en el número de migrantes venezolanos que llegan al país, debido al cierre de fronteras que se hará por las elecciones del 27 de mayo. Sólo en la última semana, previa a las elecciones, el flujo aumentó 40 % y pasó de un promedio de ingresos diarios de 35.000 a cerca de 50.000.

Las cifras oficiales muestran que entre 2017 y 2018 migraron cerca de 82.000 venezolanos a Argentina, 50.000 a Brasil, 800.000 a Colombia, 4.000 a Costa Rica y más de 160.000 a Chile, así como 15.650 a Guatemala, 65.784 a México, 65.415 a Panamá, 2.893 a Paraguay y 298.559 al Perú.

Sin embargo, Venezuela demostró que le importa muy poco la opinión de la comunidad internacional. A pesar de que la OEA y los países del Grupo de Lima anunciaron que no reconocerían los resultados de los comicios, la victoria le daría a Maduro un nuevo aire para fortalecer alianzas en otras partes del planeta, como China, Rusia e incluso la Comunidad de Estados Islámicos, encabezada por Irán.

De espaldas a Latinoamérica

“En un nuevo período de Maduro, Venezuela le dará la espalda a la región, pues no comparte sus valores ideológicos ni estratégicos”, explica Víctor M. Mijares, profesor del Programa de Relaciones Internacionales de la Universidad de los Andes. “Nos vamos a encontrar con un cuerpo extraño en Latinoamérica, que podría permitir el ingreso de Rusia y China, bien sea con acuerdos de cooperación militar o con inversiones en el sector petrolero”, agrega.

De ese modo, Maduro buscaría evitar la profundización de la escasez de productos básicos y medicinas, y controlar la inflación, que algunos analistas anticipan que oscilará entre 13.000 y 30.000 %.

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Precisamente, uno de los principales beneficiados de la victoria de Maduro sería el presidente ruso, Vladimir Putin, pues le garantizaría seis años más de influencia en una región que históricamente ha sido lejana para Moscú. En más de 15 años de estrecho intercambio y relaciones de cooperación se han suscrito más de 260 acuerdos en áreas como medicina, turismo, agricultura, minería, petróleo y armamento.

Esto además de la fuerte cooperación militar que sostiene el Kremlin con Miraflores. En 15 años, Caracas ha depositado cerca de US$4.000 millones en las arcas rusas a cambio de armamento, de acuerdo con cifras del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). La eventual victoria de Maduro seguramente no será reconocida por varios de los países de Latinoamérica y Occidente, lo cual, según Mijares, acelerará el aislamiento de Venezuela de la región y se contemplará su posible expulsión de la OEA, algo que Estados Unidos ha insinuado en varias ocasiones a través de su vicepresidente, Mike Pence.

Además, fuera de la Unasur y con sus relaciones deterioradas con varios países de la región, Caracas acentuaría su condición de Estado aislado, pero eso es algo que, de acuerdo con el analista David Smilde, profesor de sociología y miembro de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos en Venezuela, le servirá a Maduro para creer que está defendiendo la Revolución a cualquier costo.

“Ha enfrentado una cantidad de situaciones por las que cualquier otro líder habría renunciado”, aseguró Smilde a la BBC. “Maduro tiene metido en la cabeza que Chávez le dejó la Revolución y él tiene que seguirla a muerte”.

Por Jesús Mesa

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