El horror de la trata en España: palizas, hambre y violaciones grupales

La trata de personas en España, de las que muchas de las víctimas son mujeres latinoamericanas, está gravemente asentada en ese país y tiene una “expansión imparable”, según informó la Fiscalía española. Abortos y chantajes son solo algunos de los graves actos violentos a los que son forzadas las mujeres.

Redacción Internacional con información de EFE
22 de septiembre de 2019 - 04:31 p. m.
Foto de referencia.  / iStock
Foto de referencia. / iStock

Abortos forzados, hambre, palizas, violaciones grupales, secuestros, chantajes con los bebés, hijos que obligan a sus madres a prostituirse, maridos a mujeres, a hijas, a hermanas. Todo esto pasa en España miles de veces cada año: son las múltiples formas que adopta la trata de mujeres.

La trata con fines de explotación sexual -de la que muchas son víctimas latinoamericanas- está "gravemente asentada" en España y el proxenetismo es una actividad "en constante e imparable expansión", que constituye un negocio "boyante", con unos beneficios diarios que superan los cinco millones de euros (más de 5,5 millones de dólares), la mayor parte en dinero negro, informó la Fiscalía General del Estado.

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La institución también denuncia que la normativa española no tiene previsto un régimen de protección integral de estas víctimas y urge una ley integral contra la trata.

Entre 2013 y 2018, su unidad de extranjería abrió 624 diligencias por este motivo, con 1.181 víctimas, prácticamente todas mujeres y 127 de ellas menores de edad.

Este lunes, 23 de septiembre, se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas, que en España afecta a miles de mujeres.

Cada caso es un mundo que, por la dignidad de las víctimas, merecería un estudio individualizado, dice la Fiscalía.

El Ministerio Público insta a elaborar un patrón general con criterios criminológicos y, posteriormente, analizar cada una de las manifestaciones de trata más frecuentes en España teniendo en cuenta el "modus operandi" de las organizaciones y la nacionalidad de las víctimas.

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Así, explica en su memoria, en España la trata de mujeres tiene algunos elementos comunes como que su finalidad es la prostitución; se explota a mujeres procedentes "de todas las partes del planeta"; y se ejerce "abusando de su patente necesidad, escasísima formación y evidente pobreza".

La mayoría de ellas han sido "vendidas, agredidas, golpeadas, marcadas, humilladas, amenazadas y coaccionadas de todas las maneras imaginables para vencer su resistencia a ser explotadas"; son sometidas a condiciones insufribles; y desconfían de las autoridades judiciales y policiales cuando son rescatadas.

Además, en el patrón común de las víctimas, se ha constatado que el grado de sufrimiento es tal que algunas quedan marcadas de por vida con graves lesiones psicológicas. Y, cuando son liberadas, no tienen otra opción que seguir prostituyéndose para sobrevivir, incluso llegan a integrarse en las redes que las explotaron sexualmente.

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La mayoría de las mujeres identificadas como víctimas de trata han sido localizadas en la calle, establecimientos de alterne, clubes o viviendas regentados en régimen de proxenetismo "consentido". En su mayoría han sido llevadas a España engañadas con la promesa de un futuro mejor, pero contrayendo deudas desorbitadas.

Además, a estas características comunes se añaden algunas más, propias del lugar de procedencia de las víctimas. Esto es lo que revela el informe de la Fiscalía:

En América Latina, por ejemplo, la Fiscalía alertó del aumento de trata de mujeres venezolanas en España, aunque también se detectan víctimas de otros países como Paraguay, Colombia, Bolivia, Chile, Cuba, Ecuador, entre otros.

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 Asimismo, la institución destaca la gravedad de la trata paraguaya, que es la más numerosa. Son mujeres guaraníes de familias muy pobres, sin formación, que apenas entienden la lengua española y que se encuentran en situación de desamparo extremo.

Lo más preocupante es que son incapaces de pedir auxilio pues, si sus familiares o la comunidad de la que proceden descubren que han ejercido la prostitución, aunque forzosa, son rechazadas y aisladas, como si se tratara de una muerte civil. Por ello, es muy difícil su retorno familiar y casi imposible que colaboren en la persecución del delito.

En África, la mayoría proceden de Nigeria, pero hay casos de Marruecos, Guinea y otros países.

Los explotadores constituyen el último eslabón de una cadena firmemente conectada, dirigida y supervisada por organizaciones perfectamente estructuradas. Para garantizar su sumisión y el pago de la deuda, los captores suelen recurrir a la práctica de ritos de vudú.

Estas mujeres son obligadas a ejercer la prostitución en cualquier lugar y circunstancia de manera indiscriminada: en la calle, carreteras, viviendas, con horarios agotadores. Además, son comunes las palizas.

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Asimismo, sus hijos son utilizados como medio de coacción y chantaje. Y también se les obliga a hacerse abortos forzosos.

Su liberación es "extremadamente dificultosa" y su deuda con los explotadores aumenta hasta ser "descomunal", informó la Fiscalía. Algunas llegan también a integrarse en el propio grupo criminal.

Provenientes de Asia, casi todas las víctimas son chinas, pero también hay tailandesas, filipinas o paquistaníes. Aunque en principio, los abusadores eran generalmente chinos también, ahora son de numerosas nacionalidades.

La trata de estas mujeres suele estar ligada a organizaciones criminales piramidales, muy jerarquizadas.  Son recluidas en viviendas bajo un férreo control de violencia, y obligadas a consumir drogas

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Por último, la mayoría de las víctimas europeas son rumanas, pero también hay procedentes de Bulgaria, Hungría, Moldavia y Polonia.

Las condiciones de explotación, como en los demás casos, son extremadamente abusivas (horarios extenuantes; imposibilidad de rechazar clientes; falta de protección). En muchas ocasiones también se usa la violencia y la intimidación a ellas o sus familiares.

Estas mujeres son captadas por un "seductor" de una organización o grupo criminal. Su misión la realiza en Rumanía, donde se le provee de los medios necesarios –automóvil de gama alta, dinero, ropa cara...- para embaucar a la víctima, que suele ser una adolescente joven muy vulnerable.  Tras ganarse su confianza, le propone un traslado a España, donde es entregada a los explotadores. También las captan por internet.

En muchos casos, la propia familia las lleva a España para explotarlas. A veces es el esposo quien obliga a prostituirse a la mujer, y también se ha llegado a denunciar algún caso en que un hijo fuerza a su madre a hacerlo.

Por Redacción Internacional con información de EFE

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