El muro de Putin en Venezuela

Como en un tablero de ajedrez, la oposición venezolana y sus gobiernos aliados vienen haciendo audaces jugadas diplomáticas para que el presidente Vladimir Putin retire su respaldo a Nicolás Maduro. Pero el mandatario ruso levantó un muro que, hasta ahora, parece inquebrantable.

Cesar A. Sabogal R. / Washington
17 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.
El muro de Putin en Venezuela

El miércoles pasado, mientras en el Salón Oval de la Casa Blanca Donald Trump se ufanaba frente a Iván Duque de tener en su abanico “las opciones B, C, D, E y hasta F” para sacar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, del poder, una lacónica llamada telefónica causó desazón entre los líderes de la oposición venezolana en el exilio. “Todavía no estoy autorizado para hablar con ustedes”, dijo la voz. Y colgó.

Así, el jefe de la Misión Diplomática de la Federación Rusa en Estados Unidos, Anatoly Antonov, mantenía con cerrojo la posibilidad de sostener un encuentro cara a cara con Carlos Vecchio, vocero en Washington de Juan Guaidó, quien se autonombró presidente el pasado 23 de enero. Entre líneas, el mensaje de fondo resultaba aún mas desalentador: los ingentes esfuerzos de aquellos que buscaban que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, reconsiderara su respaldo a un acorralado Maduro, a cambio de la promesa del cumplimiento de los acuerdos asumidos por este y el pago de las deudas, habían fracasado.

El mensaje no tardó en atravesar el océano y llegar al Viejo Continente, donde el exalcalde de Caracas Antonio Ledezma funge como coordinador del bloque opositor a Maduro y se mueve como pez en el agua por los organismos europeos para conseguir apoyos a esa causa.

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“A mediados de enero elevamos una consulta al embajador ruso aquí (en Washington), proponiéndole que recibiera al embajador Vecchio. Pero su respuesta siempre fue que ‘no había respuesta’. Entre tanto, toda nuestra gente se movió también en Europa, Asia y los organismos (multilaterales) buscando el apoyo de importantes líderes globales que tuvieran cierto grado de cercanía con Putin. Nuestro objetivo fundamental es abrir un espacio de diálogo para que Putin conozca nuestra posición”, aseguró a El Espectador un miembro del equipo de Vecchio.

“En esa tarea veníamos muy bien, consiguiendo triunfos diplomáticos. Por ejemplo, logramos que Italia cambiara de postura frente a Maduro y terminara condenando su régimen usurpador. Lo propio conseguimos con el gobierno de Países Bajos, que hace dos semanas se unió en bloque a las naciones europeas que reconocieron a Guaidó como presidente en ejercicio. Ello fue fundamental pues permitió que ese país facilitara la instalación del tercer centro de ayuda humanitaria en la isla de Curazao, un territorio autónomo suyo situado en el mar Caribe”, añadió la fuente venezolana que requirió del anonimato.

En esa tarea de lobby internacional, los líderes opositores contactaron a la influyente canciller alemana Ángela Merkel, que mantiene una buena relación con Putin. “Sabemos que Putin le tiene mucho respeto y por eso concentramos esfuerzos en ese objetivo. Ella está trabajando en la línea de buscar esa llave que requerimos para llegar a Putin”, precisó.

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La ofensiva opositora venezolana también buscó la intermediación del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su influyente círculo de poder. “Nos hemos ido al más alto nivel, con la esperanza de establecer un diálogo directo con Rusia. Sabemos que tenemos en esa carta una enorme probabilidad de éxito”, puntualizó.

Los analistas consideran que es factible que Moscú desconfíe de la promesa de Guaidó porque la historia les ha mostrado a los rusos que siempre que Estados Unidos se involucra en conflictos de países donde ellos tienen inversiones de petróleo terminan perdiendo. En Irak, el gobierno ruso perdió más de US$12.000 millones, y en Libia, unos US$7.000. En Venezuela tiene contratos que superan los US$9.000 millones, solo en petróleo, sin contar la deuda por armamento.

Eso sin hablar del dinero ruso invertido en la construcción de vivienda social y en el banco binacional de desarrollo, así como empresas exportadoras. Maduro está muy endeudado con Putin. Una vieja estrategia de su gobierno que les suele prestar dinero a países en problemas, como Corea del Norte, Cuba, Afganistán e Irán, entre otros. A Etiopía, Argelia, Libia, Nicaragua y Angola les ha perdonado deudas que llegaban hasta los US$4.800 millones. No sin algo a cambio: a Libia, por ejemplo, le perdonó su deuda a cambio de contratos para construcción de carreteras, extracción de petróleo y suministro de armamento. Ucrania, Bielorrusia, Chipre, Vietnam y Venezuela son los principales deudores de Rusia.

“Para el gobierno ruso es muy claro que el futuro de su aliado latinoamericano es incierto. Tendrá que tomar decisiones difíciles sobre cómo salvar tanto sus inversiones tangibles como el capital político en esta parte del mundo. Lo peor para Vladimir Putin es que no tiene muchas opciones”, aseguro para El Espectador el analista ruso Vladimir Rouvinski.

“Venezuela demostró ser especialmente apta para el espectáculo político de Vladimir Putin, porque le permitió mostrarle al público ruso que Rusia había restaurado su influencia a nivel global. Además, el acercamiento de Rusia con Caracas ocurre en el lugar exacto y en el momento exacto. Después de anunciar el cambio del rumbo de su política exterior durante su segundo término presidencial, en 2007, Vladimir Putin necesitaba apoyar dicho cambio por unas acciones, en primer lugar, simbólicas, para que sus palabras no fueran en vano. Venezuela resultó ser el lugar perfecto, debido a su ubicación geográfica, cerca del territorio de los Estados Unidos”, precisó.

Algunos analistas reconocen la audacia política de Putin, a quien describen como frío y paciente para negociar y audaz y veloz para actuar. Lo demostró en Siria, en donde volvió al escenario diplomático al convertirse en actor clave para resolver la guerra. También en Ucrania. Ahora el turno es para Venezuela. Y lo hace de la mano de un canciller eficaz y certero como Sergei Lavrov, un hombre que sabe moverse en ambientes hostiles.

Lo dejó claro el miércoles, cuando su homólogo estadounidense, Mike Pompeo, lo llamó por teléfono para hablar sobre Venezuela. Se encontró de nuevo con un muro: Lavrov advirtió “contra cualquier injerencia en los asuntos internos de Venezuela, incluido el uso de la fuerza con el que Washington amenaza, en violación del derecho internacional”, indicó el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso en un comunicado. El enviado especial para Venezuela, Elliott Abraham, en una audiencia del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, ratificó la dificultad que han tenido para avanzar con Rusia. Dijo que Moscú y Washington “han sostenido conversaciones hasta ahora infructuosas sobre Venezuela”.

La portavoz de la Cancillería rusa, María Zakharova, confirmó que no están dispuestos a ceder tan fácilmente. “Cualquier intento de Estados Unidos para hacer que Rusia cambie su posición frente a Venezuela difícilmente es factible, porque no está construida sobre consideraciones oportunistas a corto plazo”. Serguéi Riabkov, viceministro de Exteriores ruso, confirmó que Rusia y Estados Unidos no han abierto consultas sobre Venezuela y “de hecho tenemos profundas y fuertes discrepancias”.

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“No hay prácticamente elementos que permitan hablar de alguna clase de diálogo constructivo en este terreno con EE. UU.”, resaltó. Caracas conoce el peso político de su aliado. Y lo aprovecha. Esta semana, el canciller del gobierno de Maduro, Jorge Arreaza, consiguió que los gobiernos de Rusia, China y otros países anunciaran su compromiso con Maduro en Naciones Unidas (ONU) “frente a las acciones de Estados Unidos”.

Estados Unidos propuso un proyecto de resolución ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que Venezuela permitiera la entrada de la ayuda, al que se opuso Rusia. Sin embargo, hoy Moscú contempla el diálogo. Dice que Maduro está dispuesto a hablar y el propio mandatario venezolano revela contactos “secretos” con EE. UU. Lo explica la exministra de Relaciones Exteriores de España, Ana Palacio, en un artículo de Project Syndicate: “En Siria y Ucrania Rusia llenó un vacío dejado por Occidente; en Venezuela, EE. UU. no está dispuesto a retirarse (…). Con un problema adicional: las potencias mundiales han mostrado más determinación en Venezuela que en Siria”.

Por Cesar A. Sabogal R. / Washington

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Carlos(67125)20 de noviembre de 2020 - 09:23 p. m.
ni china ni Rusia podrán implantarse en el continente por ideología o por corrupción ya que los locales son maestros ,la izquierda es inepta y torpe en economía real,los conflicto de cuba o Venezuela son distracciones políticas para el mundo ya que el deporte distrae una parte y la otra la política exterior
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