El nuevo enemigo de los yihadistas de Al Shabab: las bolsas de plástico

Aunque estas iniciativas sean loables desde el punto de vista de la protección ambiental, la aplicación de las normas siempre ha sido brutal e inmisericorde por parte de los terroristas, que nunca han tenido en cuenta los posibles efectos de sus medidas en el negocio de los habitantes de los territorios que controlan

-EFE
13 de julio de 2018 - 10:49 a. m.
Pixabay.
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Los yihadistas de Al Shabab cometen sangrientos ataques en Somalia para imponer a la fuerza un Estado islámico, pero ahora tienen un nuevo enemigo: las bolsas de plástico que contaminan el medioambiente, a las que han declarado la guerra.

El grupo terrorista ha prohibido esas bolsas en zonas somalís bajo su control, donde su gusto por la abolición ha alcanzado al fútbol, el cine, la música o las organizaciones humanitarias. En una de esas zonas, la región sureña de Jubaland, el gobernador de Al Shabab impuso en junio una prohibición a la utilización de bolsas de plástico, al considerar que perjudican al entorno y empeoran las condiciones de vida de las plantas y el ganado.

"Hemos presenciado la muerte de cientos de animales en las ciudades y en los pueblos. Estos plásticos degradan el medioambiente, y no podemos seguir tolerando su circulación en los negocios", indicó el jefe, conocido como Abu Abdalla. "Estas bolsas de plástico no son buenas para nuestra salud. Están hechas de químicos, no son productos puros. Todos los comerciantes del país quedan advertidos de que deben parar de importarlas y utilizarlas en los mercados", agregó el terrorista.

La sorprendente iniciativa refleja una vez más el poder adquirido por Al Shabab en los últimos años, ya que prueba que no solo cuenta con un brazo armado sino que también impone su ley en sectores como la salud pública, la educación cívica o la gestión de recursos.

Sin embargo, la prohibición de las bolsas de plástico -idea adoptada ya por gobiernos de países cercanos como Kenia o Ruanda- no es la única medida de la "agencia medioambiental" de Al Shabab, que ya vetó los productos de carbón proveniente de los bosques del sur de Somalia, en los que quiere evitar la tala de árboles.

Ese veto, más allá de evitar el daño medioambiental, busca proteger un medio de financiación de la milicia: el cobro de un "impuesto revolucionario" -del 27 %- al carbón proveniente de Uganda, Kenia o República Democrática del Congo.

El miedo a represalias ha provocado un descenso del comercio de carbón en el sur de Somalia, donde solo están permitidas las transacciones con este material que hayan sido autorizadas por Al Shabab, que, naturalmente, se queda con parte del negocio. "Me condenaron a tres años de cárcel, pero pude pagar 3.000 dólares (2.570 euros) de multa. Por ahora, he detenido mis negocios con el carbón", explica a Efe uno de los comerciantes afectados, Moalim Ahmed Yare Nishow, de la localidad de Wanlawayn.

Aunque estas iniciativas sean loables desde el punto de vista de la protección ambiental, la aplicación de las normas siempre ha sido brutal e inmisericorde por parte de los terroristas, que nunca han tenido en cuenta los posibles efectos de sus medidas en el negocio de los habitantes de los territorios que controlan. "Sus decisiones sobre el medio ambiente son positivas, pero sus crímenes contra la Humanidad son desastrosos. Los somalís no podemos escuchar sus buenas intenciones mientras los asesinatos catastróficos sean mucho más sonados", indica a Efe el experto local en sanidad pública Hasan Ali Deer.

Efe trató de contactar con asociaciones de empresarios, pero declinaron hablar debido a la amenaza de los yihadistas; la mayoría de los comerciantes prefiere cumplir sin rechistar las órdenes de Al Shabab ante el temor de ser asesinados por desobedecer.

Esta amenaza es muy real: en la capital, Mogadiscio, tres personas fueron ejecutadas por supuestos terroristas después de que se negaran a obedecer otra de las órdenes de la organización, la del cierre de las pequeñas canchas de fútbol, emitida hace unos meses.

Uno de los propietarios de estos recintos, Ibrahim Nuur Idle, sí que cumplió. "Un día por la tarde recibí una llamada de un número desconocido en la que se me ordenó que cerrase la cancha en un plazo de dos semanas", explica. "Tan pronto como recibí esta llamada y la amenaza, llamé a mi socio y le pregunté qué pensaba. Nos vimos obligados a cerrar y ahora nuestros clientes no pueden jugar al fútbol", lamenta.

Somalia, blanco de atentados frecuentes de Al Shabab, sufrió en octubre de 2017 el peor de su historia: un ataque con camiones bomba que dejó 512 muertos en Mogadiscio.

La organización terrorista, que se afilió en 2012 a la red internacional de Al Qaeda, controla parte del territorio en el centro y el sur del país y aspira a instaurar en Somalia un Estado islámico de corte wahabí.

Esta nación del Cuerno de África vive en un estado de guerra y caos desde 1991, cuando fue derrocado el dictador Mohamed Siad Barre, lo que dejó al país sin Gobierno efectivo y en manos de milicias islamistas, señores de la guerra y delincuentes.

Por -EFE

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