El poder a la sombra de Evo Morales

Álvaro García Linera lleva 13 años siendo el vicepresidente de Bolivia. Dicen que es el poder real del Altiplano, el que sostiene a Evo Morales. Si esta dupla gana hoy en las urnas se convertirá en el gobierno más largo en la historia del país.

Angélica Lagos Camargo
20 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Evo Morales y su vicepresidente, Álvaro García Linera, podrían ganar en las urnas hoy en Bolivia. / AFP
Evo Morales y su vicepresidente, Álvaro García Linera, podrían ganar en las urnas hoy en Bolivia. / AFP

“Algunos dicen que no tengo sangre sino hielo en las venas”, señalaba en una entrevista hace 17 años el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera. Lo decía como una broma, pero para muchos bolivianos esa frase es lo único que explica que Evo Morales no haya cambiado de compañero de Gobierno desde 2005, cuando se convirtió en el primer presidente indígena en la historia del país.

“García Linera no es aymara; viene de una familia de virreyes y condes, es un ignorante de nuestra cultura política; lo teníamos como un papagayo que no sabía hablar nuestro idioma, movía los ojos y reía como un zonzo”, decía en 2009 Felipe Quispe, otro líder indígena boliviano.

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A pesar del rechazo de buena parte de los indígenas, García Linera se convirtió en el poder en la sombra de Evo Morales. Los dos han logrado estar en el poder 13 años consecutivos y si este domingo vuelven a ganar en las urnas, Evo Morales se convertirá en el político con más tiempo en el poder en la historia de Bolivia — estaría en el cargo hasta 2025—. Y lo más sorprendente: con el mismo vicepresidente.

Un hito en la política regional, en donde las fórmulas vicepresidenciales suelen terminar convertidas en el enemigo del Jefe del Estado. Un estudio del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) recuerda algunos célebres segundos, como Michel Temer, que gestó desde las sombras la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff; o la de Lenín Moreno, vicepresidente de Rafael Correa que una vez en el poder, se convirtió en su principal crítico. Mario Serrafero, en su libro El Poder y su Sombra, señalaba el sentido problemático de la Vicepresidencia que, según él, puede llegar a atentar contra la gobernabilidad de un país. “Si bien es cierto que en algunos casos existe una tensión intrínseca en la institución que pone en juego la lealtad del vicepresidente hacia el primer mandatario debido a la tentación de sucederlo, también se comprueba que, en otros casos, la Vicepresidencia tiene un rol importante en la conformación de alianzas electoralmente más competitivas”.

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Álvaro García Linera (57 años) entendió bien ese principio, y haciendo gala de su sangre fría, congelada, decidió aceptar ser el número dos de Evo Morales, el poder en la sombra, el asesor detrás del trono. Dice que lo hace porque su proyecto siempre fue que un indígena llegara al poder. Este domingo la pelea será la más dura de los últimos años, pues según las encuestas ninguno de los nueve candidatos podrá lograr el triunfo en primera vuelta.

El proyecto García

Álvaro García Linera nació en Cochabamba en 1962 en un hogar en el que su madre, Mary Linera, fue fundamental. El padre, militar de profesión, dejó a la familia cuando García era apenas un niño y entonces su madre, una aristócrata que nunca había trabajado, tuvo que luchar por darles estudio a sus tres hijos. Álvaro García se graduó como matemático en México, pero terminó militando en el ejército guerrillero Tupak Katari (EGTK) a su regreso a Bolivia, a los 24 años.

En 1992 fue capturado en La Paz y acusado de terrorismo (voladura de torres eléctricas y asalto de camiones de valores). Pasó cinco años en la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro. “Ese tiempo lo utilicé para leer y pensar. En mi celda aprendí a saber esperar el momento y a bailar con el tiempo”, relató García Linera tiempo después. Fuera de las rejas se dedicó a la academia y desde la carrera de Sociología se concentró en estudiar el movimiento indígena y su lucha por el poder. Así conoció a Evo Morales y a otros líderes del Altiplano. Y así terminó siendo la mejor opción para la Vicepresidencia, por encima de una mujer, un empresario blanco y hasta a otros indígenas.

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“He peleado para que los indios lleguen al poder. No para que Álvaro García Linera lo haga, porque no es un indio. Sé cuál es mi condición social, sería una especie de traición a mi ser revolucionario asumir un cargo presidencial”, dijo en 2017 en una entrevista con el periódico La Nación de Argentina.

García Linera hizo suya la frase de Jacques Ranciere, “hay democracia cuando los que se considera que son incapaces de ejercer los cargos son quienes los ejercen”, y la repite a quienes le plantean ser un títere de Evo Morales. Algo que está muy lejano a la realidad, pues García es la cabeza del tema económico, internacional y asuntos claves del gobierno boliviano. No es un vicepresidente de adorno.

En 2012 sorprendió al país con una declaración pública de amor y una propuesta de matrimonio a una periodista y presentadora en pleno noticiero. La unión quedó sellada en una ceremonia indígena. Vive en un pequeño apartamento en La Paz y sus únicos caprichos conocidos son tomar un yogur a diario y agua tibia.

La Bolivia de Evo

A pesar de la crisis de la izquierda en América Latina, el gobierno de Evo Morales (y su mano derecha) es el único que se mantiene. García Linera achaca la estabilidad a los logros económicos y sociales así como el carácter práctico de las decisiones. “Somos proteccionistas donde nos conviene y somos librecambistas donde necesitamos. Apostamos a las exportaciones donde nos conviene, protegemos nuestra industria y mercado interno donde necesitamos”, decía en una entrevista en El País, de Madrid.

Analistas como Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano, basado en Washington explican que “el modelo económico boliviano tuvo éxito durante algunos años, pero ya no es sostenible”.

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García Linera lo contradice y explica que no hay modelo, que el éxito de Bolivia es propio y por eso puede funcionar otros años más: “Cada sociedad debe saber cumplir su destino”.

Por Angélica Lagos Camargo

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