El subsuelo de Berlín todavía esconde unas 4.600 bombas de la Segunda Guerra Mundial

Desde 1947, los artificieros de Berlín han detonado de manera controlada 1.197 bombas de los tiempos de la gran contienda, poco más de la quinta parte de los artefactos sin explotar que la guerra dejó enterrados en suelo berlinés. Sin embargo, la ciudad en donde se libró la gran "batalla final" está lejos de tener limpio por completo su terreno.

- EFE
01 de octubre de 2019 - 06:48 p. m.
Foto de referencia.  / AFP
Foto de referencia. / AFP

Más de 74 años después del final de la II Guerra Mundial, se estima que el subsuelo berlinés esconde todavía unas 4.600 bombas sin detonar y nadie sabe a ciencia cierta cuánto tiempo más se necesitará para limpiar por completo el terreno sobre el que se alza la ciudad.

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Dietmar Püpke es artificiero desde hace 16 años, inspector jefe de la policía, jefe de equipo y una de las personas que acude allá donde se produzca el hallazgo de una bomba.

Desde 1947, los artificieros de Berlín han detonado de manera controlada 1.197 bombas de los tiempos de la gran contienda, poco más de la quinta parte de los artefactos sin explotar que la guerra dejó enterrados en suelo berlinés.

"Hacia el final de la guerra se pensó que en unos diez años se podía limpiar todo de bombas y de eso ya estamos muy lejos. Encontramos unas 30 toneladas al año. En 2018 fueron 38,7 toneladas y este año superaremos también las 38 toneladas. Quedó tanta munición en tierra que simplemente no se recogió", explica Püpke a Efe.

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Según el artificiero, nadie contaba con esas cantidades por lo que sencillamente "no se puede hacer un pronóstico, decir cuánto tiempo va a hacer falta para eliminar todos los artefactos", pero en todo caso, se calcula que al menos otros veinte años se necesitarán.

La ciudad contaba con muchas fábricas de armamento y aquí se libró la batalla final, recuerda.

Además, "todos los ejércitos que llegaron hasta Berlín traían consigo su munición y la que no utilizaron, no se la volvieron a llevar, se quedó en Berlín, y en grandes cantidades".

En el despacho de Püpke, ubicado cerca del terreno en el que se detonan de manera controlada las bombas halladas, siempre y cuando su estado permite su traslado hasta este lugar, cuelga un mapa de Berlín con chinchetas de diferentes tamaños y colores por cada artefacto hallado y neutralizado desde 1947.

Hasta 1990, año de la reunificación de Alemania, el mapa sólo muestra los artefactos detonados en Berlín Occidental, los neutralizados en la parte oriental no figuran; las pocas chinchetas son de bombas halladas posteriormente, explica.

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En todo caso, del mapa se desprende claramente que "el centro de Berlín se vio más afectado que las afueras porque a fin de cuentas el objetivo de los aliados era destruir Berlín en una tormenta de fuego y concentraron ahí los ataques", precisa.

Cuando los artificieros reciben el aviso del hallazgo de una supuesta bomba, lo primero es ir al lugar, determinar si se trata o no de munición, en caso afirmativo, de qué tipo se trata y si su estado permite su transporte al terreno de la policía ubicado en Grunewald, en el sur de la ciudad, para su detonación controlada.

Los artefactos vienen con una espoleta de retardo para que exploten cuando el fabricante lo haya determinado y, desde luego, el tiempo establecido no es de 74 años, sino de varias horas o de hasta tres días, explica Püpke.

"Desde entonces, este detonador se encuentra en un estado en el que en cualquier momento puede estallar, y si esta bomba es tocada o es cambiada de lugar, se produce una onda de presión dentro del artefacto que puede activar la espoleta", precisa.
 


En consecuencia, en algunos casos no hay otra salida que detonar la bomba de manera controlada en el lugar del hallazgo.

Convertirse en artificiero lleva entre dos y tres años, desde que comienza la formación hasta que se le considera preparado para asumir una operación, a lo que se suman entrenamientos periódicos y evaluaciones cada cinco años.

Los candidatos tienen más de treinta años, porque se busca que cuenten con cierta experiencia profesional y vital, deben ser policías y contar, si es posible, con una formación adicional, por ejemplo como químico o dentro del sector del metal, debe estar interesado en la técnica y, preferiblemente, mantener una relación estable.

Aquellos que tienen una familia "calibran el peligro de una manera muy diferente", tanto en lo que respecta a ellos mismos como a los demás y pueden entender mejor en qué medida puede impactar por ejemplo una evacuación en el día a día de una persona, explica.

Por - EFE

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