El tapabocas ruso

El brote de coronavirus en Rusia se convirtió en uno de los peores en el mundo. Mientras el gobierno de Vladimir Putin insiste en que todo está bajo control, sindicatos de médicos de ese país denuncian que los han obligado a mentir sobre los números reales, ocultando una crisis aún mayor.

Camilo Gómez Forero / @camilogomez8
24 de mayo de 2020 - 04:01 a. m.
El presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó que todo se encuentra bajo control y ha comenzado a aliviar los bloqueos por el coronavirus.  / AFP
El presidente ruso, Vladimir Putin, afirmó que todo se encuentra bajo control y ha comenzado a aliviar los bloqueos por el coronavirus. / AFP

A Rusia la azotan dos virus. Ambos silenciosos y, en el peor de los casos, mortales. El primero es el que dio lugar a la actual pandemia de coronavirus: el SARS-CoV-2. Según médicos de ese país y analistas independientes, el gobierno intentó cubrir en una primera etapa las cifras reales de casos de COVID-19. Pero la crisis es imposible de esconder. Con más de 318.000 casos confirmados, Rusia ha pasado a ocupar el segundo lugar en la tabla de contagios a escala mundial solo por detrás de Estados Unidos. Y aunque aterradoras, esas cifras no son tan escalofriantes como los detalles que han salido sobre el otro virus que golpea al país: el de la represión gubernamental.

A Anastasia Vasilyeva, oftalmóloga y líder de la Alianza de Doctores de Rusia, la detuvieron el pasado 2 de abril junto a un colega mientras viajaban desde Moscú a un pueblo rural para entregar suministros médicos para un hospital. Según las autoridades, Vasilyeva y su compañero habrían violado las restricciones que había impuesto el país sobre los viajes. Pero la oficina de Amnistía Internacional (AI) en Rusia y los médicos de la organización temen y denuncian que su arresto se trató de algo peor.

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Pocas semanas después de que surgiera la pandemia, Vasilyeva se convirtió en la voz opositora más fuerte contra el gobierno, poniendo en duda el número oficial de casos que reportaba el Kremlin, y denunciando la falta de material sanitario para atender a los pacientes y las precarias condiciones en las que se encontraba el personal de salud, como los salarios escasos y la poca protección para evitar contagiarse del nuevo virus. Esto, según AI, reveló que el gobierno está dispuesto “a castigar a los profesionales de la salud que se atreven a contradecir el discurso oficial ruso y denunciar las deficiencias en el sistema de salud pública” de la nación.

El caso de Vasilyeva solo fue el primero, y el más sonado, en una seguidilla de denuncias de igual tipo. En varias zonas de Rusia, decenas de médicos han ventilado detalles sobre el sombrío y burocrático sistema de salud ruso, y cómo este se encuentra más al servicio del Kremlin que al de los ciudadanos. Según un reporte de Robyn Dixon, corresponsal de The Washington Post en Moscú, las cabezas de las unidades de los principales hospitales del país intimidan a aquellos que intentar denunciar la escasez de suministros médicos o ponen en duda las cifras oficiales de casos entregadas por el Kremlin.

La doctora Irina Vaskyanina, una de las afectadas, le confesó a la agencia AP que los insultos y las amenazas de sus superiores se multiplicaron cuando denunció las condiciones en las que trabajaba. Además, destaca que trece de sus catorce compañeros renunciaron debido a la inseguridad y el maltrato laboral. Pero hay más casos de este tipo. Según Open Media, portal de investigación ruso, el personal de enfermería ha ido renunciado al negárseles el equipo de protección necesario y las bonificaciones que el presidente Vladimir Putin les prometió a los trabajadores del sector de la salud. La Alianza de Doctores confirma, a través de las denuncias que ha hecho en su portal, que el gobierno no ha entregado el dinero prometido y que además las cabezas de los hospitales están obligando a los médicos a firmar contratos para continuar trabajando sin garantías.

Ante la renuncia de médicos, el plan de contingencia ruso fue reclutar a los jóvenes estudiantes de medicina que estaban en las universidades para suplir las plazas necesarias y así atender a los miles de enfermos en el país. La mayoría de las veces a la fuerza. Según The Moscow Times, cientos de estudiantes han sido obligados por instituciones universitarias a trabajar en los hospitales para ayudar a enfrentar la crisis poco antes de que se alcanzaran los 100.000 casos.

Básicamente, según las denuncias recogidas, quien no se presentara a la primera línea de lucha contra el coronavirus sería sancionado académicamente. Los estudiantes manifiestan que han sido amenazados con retirarles el dinero de sus becas o presentarles requisitos incumplidos en sus materias”. Según un chat ruso de Vkontakte (red social rusa), al que tuvo acceso El Espectador, los estudiantes dicen que siempre pueden negarse a trabajar en los hospitales en este momento, pero eso equivaldría a recibir sanciones disciplinarias en sus instituciones.

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Además de estudiantes, también se convocó a odontólogos y auxiliares de otras ramas de la medicina para ayudar en la primera línea de respuesta. Por otro lado, hay que destacar que la falta de doctores y enfermeras no solo ha sido consecuencia de las renuncias y huelgas de los trabajadores, sino de algo mucho peor: se están muriendo. Algunas veces, misteriosamente.

Solo en mayo se han reportado dos muertes de médicos rusos que han caído desde las ventanas de los hospitales en hechos aún bajo investigación. A mediados de este mes apareció un tercer episodio: el de Alexander Shulepov, quien también cayó desde una ventana y permanece en cuidados intensivos con el cráneo fracturado y en estado reservado. En todos los casos no se han proporcionado detalles, lo que condujo a que se formen dos olas de teorías. La primera es conspirativa y apunta a que los doctores fueron asesinados, pues poco antes de su muerte se habían manifestado en contra del plan del gobierno frente al coronavirus y grabaron sus quejas sobre la falta de equipos de seguridad para los trabajadores de la primera línea.

“No es una teoría de conspiración”, tuiteó Toomas Hendrik Ilves, expresidente de Estonia, quien aseguró que esta es una práctica antigua. De hecho, como recordó el periodista Alex Ward, de Vox, hay un historial muy interesante sobre los adversarios del gobierno ruso que mueren bajo circunstancias similares, sin detalles y llenas de misterio. “No me sorprendería que los servicios de seguridad estuvieran involucrados, enviando un mensaje para callar la crisis”, complementa Alina Polyakova, presidenta del Centro de Análisis de Políticas Europeas del centro de pensamiento Brookings. Y aunque esta teoría no está descartada, la segunda resulta mucho más factible. Alejándonos de la conspiración, los médicos se podrían haber suicidado al sentirse estresados por el fracaso del sistema de salud, la presión del trabajo y al verse en lo que parece ser un callejón sin salida.

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Rusia, según comentó la Alianza de Doctores, se ha posicionado como el país en donde más han muerto doctores por cuenta del coronavirus, superando a países que hace poco cargaban con esa dramática cifra, como Reino Unido, Italia o España. Desde que se reportó la muerte de Maxim Sarinsky, el primer médico en caer por el coronavirus, en Kommunarka, los noticieros nacionales han reportado más de setenta muertes de doctores en todo el país, con cerca de 10.000 casos de infectados con el COVID-19. Pero los sindicatos creen que esta cifra ha sido muy amable con la realidad y han hecho un mapa en el que han compilado más de 250 muertes de trabajadores de la salud por el coronavirus.

Para expertos independientes consultados por The Economist, la tasa de mortalidad de los profesionales de la salud en Rusia, que resulta 16 veces más alta que la de otros países, indica que las cifras oficiales son “muy optimistas”. Claro, los expertos coinciden en que esta es una tendencia en todos los países del mundo: el número de casos de contagio puede ser solo un tercio del real, al no estar toda la población testeada. Pero después de ver las denuncias de los médicos y los casos de arresto, el panorama en Rusia es esencialmente alarmante, y sería dramático si el gobierno está ocultando la información real.

Al Kremlin le han molestado las insinuaciones de varios medios sobre su estrategia para esconder los números del COVID-19. Eso ha generado quejas contra el Financial Times, el New York Times e incluso la agencia Bloomberg. “¡Ahí les va!”, un formato de la cadena de televisión rusa RT, dedicó todo un capítulo a defender la gestión del gobierno en la crisis. Si bien al final del video reconocen que el Kremlin podría cometer errores y hay cosas por mejorar, defiende todas las medidas tomadas por el gobierno e insinúan que las denuncias sobre la situación en Rusia son simplemente un “enfoque malicioso” por parte de los medios de Occidente. Sin embargo, en ningún momento dedicó palabras a hablar sobre las denuncias de los médicos que aseguran que se les pidió mantener bajos los números de contagio en los reportes.

Para The Economist, en su especial “La anatomía de las mentiras”, el manejo de Putin con el coronavirus recuerda algo al encubrimiento de Chernóbil durante la era de Mijaíl Gorbachov. Y como dijo Valeri Alekséyevich Legásov, el científico que fue protagonista de la adaptación de HBO de este drama, “cada mentira que contamos es una deuda con la verdad”. ¿Está Rusia en deuda?

Por Camilo Gómez Forero / @camilogomez8

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