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Estados Unidos vota y Europa cruza los dedos

Una serie de temas trascendentales, como la gestión global de la pandemia, dependen de la continuidad o no de Donald Trump en la Casa Blanca.

Gustavo Palomares *
01 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.
La reunión de la OTAN en diciembre de 2019: los presidentes de Francia, Emmanuel Macron; la canciller alemana, Ángela Merkel, y Donald Trump.
La reunión de la OTAN en diciembre de 2019: los presidentes de Francia, Emmanuel Macron; la canciller alemana, Ángela Merkel, y Donald Trump.
Foto: AP - AP

No es caer en exageración alguna si se señala que los principales puntos de la “agenda” de la Unión Europea pasan de forma medular por dos visiones completamente diferentes y encontradas como las que tienen Donald Trump y Joe Biden del papel que deben cumplir la Unión Europea (UE) y los socios europeos.

La decisión electoral que se adopte afectará los principales puntos de los objetivos políticos, sociales y estratégicos de la Unión Europea si tomamos como referencia los escenarios previsibles y el orden de cuestiones establecidas en el Libro Blanco para el futuro de Europa, elaborado por la Comisión Europea para 2025.

Cuestiones como la lucha global contra la pandemia, la gestión del posbrexit, la reforma de la OTAN, la lucha antiyihadista, la Nueva Política de Inmigración, Asilo y Refugio, todas ellas y muchas más dependen de forma determinante de la continuidad o no de Trump en la Casa Blanca.

Esta decisión afecta los puntos fundamentales de la relación transatlántica, y la muy posible reelección del actual mandatario puede suponer seguir prolongando la mayor crisis en dicha asociación estratégica, incluso peor que en los años posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001, con la ocupación militar de Irak en 2003.

Por el contrario, la posible llegada de los demócratas -más obamanianos- con Biden a la cabeza, puede propiciar una redefinición del actual concepto estratégico en la Alianza Atlántica y un nuevo marco de colaboración acorde con una seguridad más cooperativa que permita su adaptación a objetivos vitales para los intereses europeos, como ya se planteó durante la administración de Barack Obama.

La postura de Trump con respecto a la UE y a la OTAN, caracterizada principalmente por su ambigüedad, desplantes sistemáticos y grandes contradicciones, es quizás una de las que más impacto han causado y peor ha evolucionado desde 2016 hasta la actualidad. Las cancillerías europeas aún recuerdan con cierto horror cómo en julio de 2016, justamente a pocas horas de su nominación, Trump dudaba de la utilidad de esta alianza y emplazaba a sus socios europeos a asumir el compromiso con más medios. Las reuniones de Trump con la UE y la OTAN, en 2017 y 2018, se vieron salpicadas de acusaciones directas, primero con su negativa a respaldar el compromiso de defensa colectiva del artículo 5 de la OTAN, un año después con los reproches a los Estados europeos -principalmente a Alemania- por el gasto insuficiente en defensa y la necesidad de incrementarlo en 2019 hasta el 4 % del PIB.

Es difícil que con Biden pudiera irle peor a Europa que con Trump. Durante estos cuatro años, en todas y cada una de las cuestiones fundamentales de esa relación, los socios europeos han sido tratados por Washington más como rivales que como socios. Trump paralizó la negociación del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) entre ambas regiones, cuando se iniciaba la decimocuarta ronda de negociaciones. Un acuerdo que hubiera amparado el 49,6 % del PIB mundial y sería un instrumento imprescindible cuando el 19,4 % de las exportaciones de la UE van a Estados Unidos, y un 15,4 % de las exportaciones en ese país van a la UE, con el compromiso ya acordado para suprimir el 97 % de los aranceles.

En este momento, valga la paradoja, el principal socio histórico de la Europa occidental, Estados Unidos es el único, de todos los principales actores económicos y comerciales del planeta, que no tiene acuerdo de libre comercio con la UE.

A cambio de ello, la administración Trump en este período ha abierto una verdadera “guerra comercial” para imponer a la Unión Europea sanciones comerciales por valor de US$7.500 millones (unos 6.900 millones de euros) anuales, que entraron en vigor el pasado 18 de octubre después de que la misma OMC, en un inesperado fallo, avalara la decisión de Trump. Los países que van a sentir el mayor peso de los gravámenes por parte de Estados Unidos son Francia, Alemania y España.

La Unión Europea, y gran parte del mundo, cruza los dedos porque, con seguridad, lo peor de una reelección de Trump no está en los costos económicos, de seguridad o comerciales de este continuado desencuentro con el sistema internacional, sino en que su victoria pueda seguir alimentando el nacionalismo y el populismo reaccionario de muchos grupos con un creciente peso en Europa y en todo el mundo que carcomen las instituciones, atentan contra la convivencia y ponen en duda los sistemas democráticos.

* Profesor de política exterior de Estados Unidos en la Escuela Diplomática y decano en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Es coautor del libro “Imperium. La política exterior de los Estados Unidos del siglo XX al XXI”. Tirant. 2019.

© Gustavo Palomares Lerma, 2020. Todos los derechos reservados.

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