En el aniversario de Macron en el poder: ¿otro Mayo del 68?

Hace unos meses, el recién elegido presidente francés se decía listo para conmemorar el cincuentenario de las protestas que pusieron en vilo a Francia ese año. Ahora que la fecha ha llegado, entiende que su papel en las nuevas luchas es el del viejo Charles de Gaulle.

Ricardo Abahllah / París
08 de mayo de 2018 - 04:37 a. m.
“Detengan a Macron” es uno de los lemas en las protestas contra el presidente. / AFP
“Detengan a Macron” es uno de los lemas en las protestas contra el presidente. / AFP
Foto: AFP - LUDOVIC MARIN

Sarkozy había anunciado su intención de “liquidar la herencia de Mayo del 68”. Que las seis semanas de movimientos estudiantiles y la huelga más grande en la historia de Francia eran el origen de toda la degeneración actual, desde el matrimonio igualitario hasta la ley que prohíbe pegarles a los niños (más lo políticamente correcto y el feminazismo castrador) era una tesis que le gustaba a la franja más conservadora de su electorado. Como esa franja no bastó para que fuera reelegido, su sucesor, François Hollande, regresó a una cierta mirada condescendiente sobre esos acontecimientos. Al fin y al cabo, sin el revolcón que significó ese período para la sociedad francesa nadie podría haber imaginado la llegada al poder, con Mitterrand en 1981, del Partido Socialista.

Como los socialistas no le bastaron a Hollande para ser reelegido, fue a su exprotegido, Emmanuel Macron, a quien correspondieron los cincuenta años de la revuelta.

En noviembre pasado, Macron dejó saber que el cincuentenario merecería una conmemoración. No podía saber que, conforme la fecha se acercaba, estaría enfrentando no sólo duras críticas por una ley de inmigración que contempla retener hasta por tres meses a menores de edad y por las sucesivas reducciones a los impuestos para las clases más favorecidas. A lo que habría que sumarle dos días de huelga semanales de parte de los trabajadores ferroviarios, la ocupación de 25 campus universitarios y una guerra declarada de parte de la extrema izquierda luego del violento desalojo por parte de 3.000 gendarmes contra 100 militantes antiglobalización que habían montado granjas alternativas en los bosques de Notre-Dame-des-Landes.

Un momento difícil para festejar eslóganes como el que en el 68 entonaban los manifestantes antes de volear ladrillazos a los antimotines: “Debajo de los adoquines está la playa”. Menos cuando en las pancartas de la manifestación del pasado martes 1.º de mayo aparecía la frase: “Debajo de los k-way está la playa”.

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Así como “adoquín” merece una explicación (son esos ladrillos grises con los que estaban pavimentadas en los sesenta buena parte de las calles de París) también “k-way” la necesita. K-way es un impermeable corto, negro, fácil de esconder, que se ha convertido en el uniforme de los black blocs, esa mezcla heterogénea de jóvenes anarquistas, antifascistas y antiglobalización que son la pesadilla de las fuerzas antidisturbios de Europa.

Eran unos 1.200 el pasado martes en las calles de París. Quemaron un McDonald’s y un depósito de autos, pero su enemigo principal es Macron, que encarna el ultraliberalismo a ultranza.

“Macron se presentó como un centrista, pero el centrismo es una ilusión. Para ser liberal en términos de mercado hay que deshacerse de los principios morales y eso es lo que él ha venido haciendo”, dice Gerard Filoche. Inspector laboral pensionado, Filoche es una de las voces más lúcidas en la oposición contra el mandatario. Dice que Macron cometió un atentado contra la democracia al reformar por decreto el Código Laboral y espera que los jóvenes universitarios sean la última muralla contra la avalancha de reformas de carácter liberal del joven presidente.

Esa es una de las razones por las que ha aceptado cada una de las invitaciones que le hacen los estudiantes de las universidades ocupadas en el 2018 para dictar conferencias. Cincuenta años después, Nanterre, La Sorbona y la Escuela de Bellas Artes de París han sido remplazados por los campus de Saint-Denis, Tolbiac y Censier como referente para enterarse de lo que está pasando.

“Tienen miedo de que venga la policía esta noche, pero si vienen les van a dar guerra, porque están armando una fortaleza”, dice el propietario del bar La Rencontre, frente al campus de Censier. Dice que ha perdido buena parte de su clientela desde que comenzaron los bloqueos universitarios, pero que apoya la “convergencia de luchas”.

El término ya se mencionaba en el 68 y ha vuelto a ponerse se moda.

“El 68 empezó como una protesta de estudiantes, y gracias a los eslóganes y las imágenes de las barricadas todos recuerdan sobre todo esa parte. Pero si ese período entró en la historia fue gracias a los millones de trabajadores que se unieron al movimiento”, dice Bibia Pavard, autora del recién publicado Mai 68.

En el 2018, la situación podría darse al revés, ya que empezaron por el mundo de los empleados antes de contagiarse a los universitarios. Las protestas más constantes contra Macron han sido las de los trabajadores ferroviarios, que dos días por semana paralizan el transporte en Francia esperando obligar al Gobierno a retirar un proyecto de ley que reformaría la Compañía Nacional de Ferrocarriles.

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Abogados, trabajadores del aseo, médicos, maestros, pilotos, controladores aéreos y enfermeras son algunos de los sectores que han ido a la huelga de manera intermitente durante las últimas semanas. Los empleados de la compañía de distribución Geodis realizaron a finales de abril el bloqueo de uno de sus centros logísticos.

Los sindicatos esperan que sea sólo el primero y que el movimiento crecerá a partir del fin de semana del 5 y 6 de mayo, cuando varios sectores han llamado a una amplificación de la contestación como “regalo de cumpleaños” al presidente Macron en su primer aniversario en el Palacio del Elíseo y justo en el momento en el que una encuesta de la firma Odoxa, por encargo del diario Le Figaro, indica que el 72 % de los franceses perciben al mandatario como “un presidente de los ricos”.

En el interior del campus de Censier, tres jóvenes de los suburbios aparecen con varias señales de tránsito y estalla una discusión sobre si al aceptar el presente los ocupantes podrán reforzar el bloqueo o, al contrario, darán más razones a la policía para intervenir. Un grupo de estudiantes reparte afiches que parodian imágenes clásicas del 68, pero en las que la efigie del general De Gaulle ha sido reemplazada por la de Macron.

“Excusándose en la necesidad de ordenar el país, Macron se ha convertido en una figura autoritaria como lo era De Gaulle en los sesenta”, dice uno de los estudiantes. “Pero el paralelo llega hasta ahí. Nosotros no queremos ser una versión 2.0 de Mayo del 68”.

Para Pavard, “los jóvenes tienen una doble lectura del 68 al apropiarse de los símbolos y los métodos, pero muy comprensiblemente quieren tomar distancia de una generación de la que también se reclaman muchas figuras de autoridad que ahora están al otro lado de las barricadas”.

En 1968, el intocable De Gaulle temió un golpe de Estado, pero al final logró conservar el poder, convirtiendo lo que debía ser una revolución en el comienzo de transformaciones graduales que tomaron años en consolidarse. Macron también quiere mostrarse firme. “Me eligieron para reformar y seguiré reformando”, parece haberse convertido en su lema.

En cambio ha renunciado a conmemorar el cincuentenario de Mayo del 68. “De todas maneras, en ese entonces el señor presidente ni siquiera había nacido”, dice, como quien minimiza la cosa, una vocera del Elíseo.

Por Ricardo Abahllah / París

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