En Italia, la ciudad del futuro está hecha de inmigrantes

Un barco lleno de kurdos cambió la historia del pequeño pueblo italiano de Riace. Desde 2004, de la mano del alcalde Domenico Lucano, el lugar lucha contra los prejuicios y los partidos políticos para demostrar que sí es posible integrarse con los inmigrantes.

Nicolás Marín Navas
12 de noviembre de 2018 - 02:00 a. m.
Un grupo de inmigrantes en Riace, el pueblo italiano en donde viven personas de 26 países.
Un grupo de inmigrantes en Riace, el pueblo italiano en donde viven personas de 26 países.
Foto: LightRocket via Getty Images - KONTROLAB

Un letrero con una bandera multicolor y la palabra “Bienvenidos” escrita en más de 26 idiomas, envían un mensaje de inclusión difícil de ver actualmente en cualquier ciudad europea. La llegada de gobiernos de ultraderecha, que despertaron radicales ideales antimigratorios, acabaron con la idea de que los europeos están dispuestos a acoger a quienes huyen de la guerra, el hambre o el horror en otros países.

Muy al sur de Italia, en la región de Calabria, justo en la punta de la bota, se encuentra Riace, un municipio que durante años estuvo acompañado solamente por el imponente mar Mediterráneo. El olvido del Estado la obligó a ver más de lo que debía: guerras, violencia, mafias y hasta el futuro. Desde hace dos décadas los pocos habitantes que le quedaban a este lugar perdido en el tiempo le abrieron sus puertas al mundo. Pero no a ese donde el ser humano es lo último que importa. De la mano de su alcalde, Domenico Lucano, mejor conocido como Mimmo, Riace decidió recibir a los inmigrantes que el mar botaba a diario. Y entonces vio claramente el futuro.

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En 1998 la ciudad estaba a punto de desaparecer. El sur de Italia, si bien es una región abundante de tierras fértiles, sufrió un abandono permanente por parte de los gobiernos. Miles de personas dejaron sus hogares para buscar suerte en el norte, donde están las grandes ciudades. Riace, para ese año, contaba solo con 800 personas, en su gran mayoría ancianos pensionados incapaces de producir o de colaborar con la comunidad.

Fue entonces cuando el mar, uno de los pocos amigos de la ciudad, trajo un velero con 200 inmigrantes kurdos. En ese momento Lucano empezó un proyecto para refundar su hogar. Poco a poco la ciudad fantasma desapareció: los negocios y restaurantes volvieron a abrir, los colegios volvieron a impartir clases y se comenzó a sembrar la tierra de nuevo. Poco a poco Riace se convirtió en uno de los experimentos sociales de convivencia más reconocidos del mundo: este pequeño pueblo es ejemplo de convivencia entre personas de diferentes lugares del mundo.

Bahram Acar, uno de los kurdos que llegaron en 1998, le aseguró al periodista Nicola Zolin: “Viajé con 200 personas sin saber a dónde íbamos; llegamos a Riace una madrugada. Mimmo me ayudó mucho. Me encontró un hogar sin tener que pagar una renta, me dio trabajo estable y siempre mostró solidaridad a pesar de que ser kurdo representaba un problema”.

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Lucano, alcalde de Riace desde 2004, aseguró en una reciente entrevista que desde el principio él simplemente buscó ayudar: “La llegada de las personas no solo me dio la oportunidad de repoblar Riace, sino de transmitir un mensaje de esperanza por un futuro posible para esta tierra y un mensaje de humanidad al mundo”.

Y agregó: “No soy una persona victimista, pero esta es una tierra que me llama, que me obliga a intentar rescatarla. Somos una comunidad diferente, en la que de 1.500 habitantes, 500 son inmigrantes que buscan tener una vida estable. Sin embargo, la política actual creó una concepción denigrante hacia el que viene de afuera”.

Hoy Riace está en la mira del gobierno italiano, pero no propiamente para replicar el modelo. Al igual que ha ocurrido en Estados Unidos, Brasil o Hungría, Italia está, desde marzo del año pasado, en manos de un gobierno ultraderechista que persigue a cualquier ciudad que reciba migrantes y ha establecido duras políticas contra quienes rescaten a personas en alta mar. Lucano fue uno de sus primeros blancos.

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El pasado 5 de octubre, Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, ordenó el arresto domiciliario contra el alcalde de Riace; también determinó que los migrantes residentes en este lugar deberían ser redistribuidos. “Tienen dos opciones. O quedarse donde están y no beneficiarse del sistema de acogida o ir a otros proyectos del Sistema de Protección para los Refugiados y Solicitantes de Asilo (SPRAR) de la zona, con base en la disponibilidad”, sentenció el funcionario.

Lucano aseguró al medio La7 Attualitá que está acusado por favorecimiento a la inmigración clandestina y abuso de autoridad, por haberles asignado la recogida de basura a dos cooperativas sociales del lugar. El año pasado tenía otros delitos como el de concusión: “Para mí ese era el más grave. Estuve un año entero tratando de entender qué era lo que había hecho y no sabía a qué se referían. Verme arrestado por recibir espontáneamente a refugiados que huyen de guerras me da rabia”, aseguró. En 2016 Forbes escogió al alcalde como uno de los líderes más influyentes del mundo. Entonces confesó: “Los migrantes salvaron mi pueblo, después de que llegaron y los integramos la actividad económica renació, abrieron pequeños comercios, panaderías, talleres y el colegio volvió a llenarse de niños”.

Roberto Saviano, acérrimo enemigo de Salvini y reconocido periodista y escritor, aseguró en La Repubblica que no le sorprende lo que ocurrió. “Mimmo Lucano es culpable de desobediencia civil, sí. Su objetivo como el alcalde de la acogida ha sido exclusivamente el de salvar vidas y recibir niños. Este es el único delito de Mimmo en un país que se está convirtiendo en un régimen. En una tierra llena de narcotráfico y corrupción, ¿el problema cuál es? Claro, el alcalde de Riace”.

 

Modelo para todo el mundo

A pesar de que el futuro de Lucano sea incierto, ese sistema de acogida de inmigrantes que lo llevó ante la justicia italiana está siendo replicado en otros lugares del mundo. Giovanni Maiolo, responsable de la red de ciudades que han adoptado el modelo, le aseguró a El Espectador que en Italia ya se ha implementado el modelo en decenas de municipios. “Se ha podido demostrar que los pueblos con pocos inmigrantes pueden ser la solución al fenómeno migratorio, y así lograr un impacto sostenible y aceptado por las comunidades locales. Sin embargo, el gobierno decidió cancelar estos experimentos sociales de integración en nombre de un racismo institucional que se vuelve cada día más fuerte”.

Maiolo asegura que, a pesar de la creciente xenofobia, es posible implementar este tipo de modelos. “Todo desaparece cuando cada persona tiene enfrente a otra persona de carne y hueso. Si encierras a los migrantes en grandes centros, se convierten en guetos y se alimenta la exclusión. Pero si en cambio se acogen correctamente, una persona puede ver al hijo de su vecino nigeriano jugar con el propio hijo. En ese momento se deja de ver al migrante como un peligro y se le ve como a un humano”.

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En un reportaje en el periódico El Mundo de España, un periodista que visitó Riace cuenta cómo el alcalde pensó en todo. “Hace años creó una moneda social, llamada bonos (por valor de 1 a 50 euros) con la imagen de Martin Luther King, Nelson Mandela o Ghandi. Con esto los refugiados que llegan pueden comprar cosas básicas”. Aquí viven personas de 26 países que conviven sin problema con maestros y vecinos italianos. “Me gustaría que Europa nos mirara como un ejemplo posible de integración”.

Sin embargo, pensar en un sistema semejante en otros lugares del mundo parece complicado con la tendencia política actual. El inmigrante se ha convertido en la excusa perfecta para infundir miedo y llegar al poder. Pasó con Donald Trump prometiendo un muro para no dejar entrar a los mexicanos y centroamericanos a EE. UU.; o en Alemania, donde el tema está cada vez más sensible a raíz de los partidos más conservadores pujando para que se restrinja el acceso de migrantes a través de las fronteras.

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En Colombia la situación no es muy diferente. El tema de Venezuela está caliente por donde se le mire. En las elecciones presidenciales de este año algunos partidos políticos aseguraron que estábamos a punto de convertirnos en una segunda Venezuela. En el país ya hay más de un millón de venezolanos, según Migración Colombia y cada día se sienten más.

Aunque Maiolo pone en duda la aplicación del modelo Riace en el país, sí cree que es posible sustraer las bases, adaptarlas a cada contexto y generar integración verdadera, donde la mezcla de las personas ayude al crecimiento de la sociedad.

Desde el Mediterráneo los líderes de los barcos rescatistas advierten que, convenientemente, los gobiernos de hoy en día solo aceptan a los inmigrantes que llegan desde los aeropuertos. Mientras el mundo se enceguece de miedo con discursos políticos extremistas y se radicaliza, Mimmo Lucano simplemente se declara culpable de humanidad.

Por Nicolás Marín Navas

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