¿En serio a Trump le preocupan los sirios?

Justo cuando la política interna se complica más, el presidente estadounidense anuncia decisiones polémicas. La aventura bélica que se avecina en Siria es un capítulo más.

redacción internacional
12 de abril de 2018 - 03:00 a. m.
Desplazados sirios que huyen de la guerra. Millones lo han hecho, pero esas víctimas son invisibles para Donald Trump. / AFP
Desplazados sirios que huyen de la guerra. Millones lo han hecho, pero esas víctimas son invisibles para Donald Trump. / AFP
Foto: AFP - GEORGE OURFALIAN

Donald Trump grita a los cuatro vientos que va a atacar a Siria. Lo dice como si una aventura bélica fuera cualquier cosa y no tuviera graves consecuencias.

Bravuconea, revela su estrategia militar (¿no se supone que debe ser sorpresa?), insulta y le pide a Rusia anticiparse (¿quién hace eso?) por los misiles que va a lanzar en el territorio de su amigo, Bashar al-Asad: “Prepárate, porque lo que vendrán serán (misiles) bonitos, nuevos e inteligentes. ¡No deberían ser socios de un animal que mata con gas a su gente y lo disfruta!”, dijo.

Pero, ¿todo este show de Trump es para ayudar a los sirios? Veamos sus antecedentes. La primera vez que Trump atacó Siria (abril 6, 2017), se justificó diciendo que las fotos de los muertos y heridos en el ataque con armas químicas a Khan Sheikhoun lo indignaron. Su indignación, sin embargo, se fue pronto: meses después endureció su política migratoria para mantener lejos y fuera de Estados Unidos a los que huyen de la guerra en Siria. Claro, esas víctimas no salen en fotos y por eso a Trump no le importan. Esa primera acción militar en Siria, calificada como cosmética por varios analistas, no provocó cambios en el régimen de Al-Asad.

Ver más: Prepárense que vendrán misiles

Al contrario, la carnicería continuó –hoy los muertos llegan a medio millón– y, de acuerdo con la organización Human Rights Watch (HRW), se siguen usando armas químicas que están prohibidas en todo el mundo, sin que nadie pague ningún precio. La subdirectora de HRW para Oriente Medio, Lama Fakih, aseguró que “con base en datos de siete fuentes distintas, el gobierno sirio es responsable de 85 ataques químicos confirmados”. Por el lado de Rusia, principal aliado de Al-Asad, tampoco se complicaron las relaciones, aunque sí le sirvió para manejar sus problemas en casa.

Trump enfrentaba ese abril de 2017 problemas por varias derrotas en el Congreso por cuenta del Obamacare y, además, serias acusaciones contra sus más cercanos colaboradores por su colusión con Rusia en las elecciones de 2016 acababan de sacar de su cargo a Michael Flynn, su consejero de Seguridad Nacional.

Con el ataque Trump ganó tiempo y se posesionó como muy “duro” con los rusos.

Ahora, cuando vuelve a “indignarse” por un ataque químico en Sirio, resulta que tiene (de nuevo) graves problemas en casa. El fiscal especial del caso sobre la supuesta injerencia de Rusia en las elecciones de EE.UU. de 2016, Robert Mueller, citó a declarar a 35 testigos de la campaña de Trump.

El presidente estalló de ira este lunes tras el anuncio del allanamiento por el FBI de las oficinas en Nueva York de su abogado personal, Michel Cohen, quien le pagó a una actriz porno para que guardara silencio sobre una presunta relación con el presidente. “¡Es una vergüenza, una verdadera vergüenza! Es un ataque contra nuestro país”, protestó.

Ver más: ¿Qué opciones militares tiene Trump en Siria?

Y entonces se le apareció Siria (otra vez). Hasta la semana pasada, el mandatario pretendía sacar sus tropas de Siria y guardaba silencio frente a las matanzas sistemáticas del régimen de Al-Asad. Aunque analistas defienden que la Casa Blanca trace líneas roja en el uso de armas químicas, critican la manera cómo Trump maneja el tema. ¿No debería usar la misma discreción que le exigió a Barack Obama cuando planteó en 2013 un ataque en Siria?

Entonces Trump le insistió no inmiscuirse en Siria, “un conflicto del que nada podía sacar Estados Unidos, y concentrarse en la política interior”. El viraje del mandatario es total. De aislacionista declarado y guerrero del nacionalismo antiglobalización, parece ahora asumir partes de la doctrina Bush.

Respaldada por Francia, Reino Unido y Arabia Saudita, la Casa Blanca afina los detalles de una coalición internacional para lanzar una lluvia de misiles “bonitos e inteligentes” sobre Siria.

Los expertos consideran que la respuesta será ahora mucho más dura. “Desde Estados Unidos e Israel hasta Rusia, Irán y Turquía juegan sus piezas en el tablero más explosivo de Oriente Próximo”, explican analistas en la revista The Atlantic.

John Bolton, el nuevo asesor de seguridad nacional de Trump, ha argumentado que, “la intervención no podría limitarse a Siria e inevitablemente implicaría enfrentar a Irán y posiblemente a Rusia”.

Ver más: Esto se juegan las potencias en Siria

Y el propio Trump sugirió el lunes que Moscú y Teherán podrían compartir la responsabilidad con Damasco por el ataque con armas químicas.

Horas más tarde, matizó sus palabras con Rusia y tuiteó: “Nuestra relación con Rusia está peor que nunca, y esto incluye a la Guerra Fría. No hay razón para ello. Rusia nos necesita para que ayudemos a su economía, algo que sería muy fácil de hacer, y necesitamos a todas las naciones trabajando juntas. ¿Ponemos fin a la carrera de armas?”.

“En el fondo Trump actúa como suele. Desdiciéndose de lo dicho antes y llevado por su temperamento enérgico. También ha sido consistente con su limitada comprensión del medio internacional, que se expresa con el único lenguaje que Trump comprende y conoce, el de la intimidación y la fuerza”, explicaba en este diario el historiador Miguel Benito.

Mire estos casos en los que Trump, acosado por la situación interna, se inventó varias crisis:

Las chuzadas de Obama

El 2 de marzo de 2017, el fiscal Jeff Sessions, que también había tenido reuniones sospechosas con los rusos, anunció que se abstendría de hacer parte de la investigación sobre la intervención del Kremlin en las elecciones presidenciales de 2016.

Trump no tardó en preparar una cortina de humo: acusó a su antecesor, Barack Obama, de haber intervenido sus teléfonos en la Torre Trump. Nunca presento pruebas al respecto, pero logró desviar la atención. 

La primera gira

El primer viaje oficial  de un presidente estadounidense suele ser a los países vecinos, por eso, el itinerario de la primera gira de Trump parecía tan extravagante.

Mientras Trump visitaba Arabia Saudí, Israel, Bélgica, Italia y el Vaticano, los incendios que dejó a sus espaldas se fueron apagando. Trump se subió al avión poco después de despedir a James Comey, director del FBI, lo que encendió las alarmas por una posible obstrucción a la justicia. La misma semana se supo que había revelado información confidencial al embajador ruso.

Regreso a campaña

En este momento, Michael Flynn coopera con el FBI y admitió que había mentido sobre sus encuentros con oficiales rusos, pero en febrero de 2017, la salida de la Casa Blanca del asesor de Seguridad Nacional del presidente Trump le echó leña al fuego de las sospechas sobre la intervención rusa en las elecciones.

La respuesta de Trump, que ya se había posesionado como presidente, fue organizar un evento de campaña en Florida. Asistieron más de 9.000 personas y el presidente aprovechó para atacar a la “prensa deshonesta”. 

¿Qué pasó con Puerto Rico?

El huracán María dejó a Puerto Rico, en septiembre del año pasado, sumido en una profunda crisis humanitaria. Ante las críticas por su pésimo manejo de la crisis, Trump decidió dejar la catástrofe natural en un segundo plano, demostrando su falta total de empatía.

El mandatario creó un enfrentamiento con deportistas de fútbol americano de la Liga Nacional, quienes protestaban por el abuso de la fuerza contra afroamericanos por parte de la policía. Así, habló de fútbol y no volvió a hablar de Puerto Rico.

Jerusalén como capital

En diciembre de 2017, Trump reconoció a Jerusalen como capital de Israel. El hecho que, según dijo el mandatario, ayudaría a lograr la paz en la región, coincidía curiosamente con dos temas urgentes en Washington.

La trama rusa, que vinculaba a más asesores suyos, y las elecciones legislativas del próximo 6 de noviembre. El gesto, dicen, iba dirigido a los cristianos evangélicos, quienes, además de representar el 26 % del electorado del país, fueron los que más votaron por Trump (81 %) en las presidenciales de 2016. 

Por redacción internacional

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