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Entre el coltán y la guerra

Congo no es una guerra más en África, es el sitio donde siguen las consecuencias de la 'Guerra Mundial Africana', en la que varios países de la región y más de 20 grupos armados se enfrentaron entre 1998 y 2003.

Víctor de Currea-Lugo *
01 de marzo de 2013 - 10:32 p. m.
Un soldado de las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo en una operación en Kivu Norte.  / AFP
Un soldado de las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo en una operación en Kivu Norte. / AFP

En 1997, Laurent-Désiré Kabila tomó el poder en la antigua Zaire (que desde entonces pasó a llamarse República Democrática del Congo). Kabila fue asesinado en 2001, siendo remplazado en el poder por su hijo, Joseph Kabila, quien sigue como presidente y firmó en 2002 los acuerdos de paz de Pretoria. Aunque la guerra finalizó en 2003, la firma de unos nuevos acuerdos de paz se concretó en marzo de 2009, incorporando muchos de los rebeldes tutsis a las filas del ejército del Congo.

En 2012, fruto del fracaso de los acuerdos de 2009 y de las malas condiciones entre las propias filas oficiales, los antiguos rebeldes se levantaron de nuevo en armas con el nombre de M23 (Movimiento 23 de Marzo), con el apoyo de Ruanda y Uganda, aunque esto sea negado por sus gobiernos. A pocos meses del levantamiento, la rebelión tomó control de una buena parte de los Kivu y de Goma, avanzando sobre otras ciudades.

Como escenario de fondo está la pugna por los recursos naturales del oriente del país como el coltán, mineral necesario para fabricar celulares y computadores. Las minas de este metal están principalmente en las regiones de Kivu Norte y Kivu Sur, las cuales producen el 90% del mercado mundial actual de este material.

La crisis actual había sido advertida por trabajadores humanitarios desde julio de 2012. Van 800.000 desplazados internos desde mayo pasado y miles de refugiados que buscan protección, especialmente en Uganda. Cada cinco minutos, cuatro mujeres son violadas. Congo es el país con más ‘cascos azules’ en el mundo, sin que ello signifique una disminución de las atrocidades.

Ante este escenario, Congo finalmente decide lanzar un proceso de paz, pedido inicialmente por los rebeldes y rechazado por el Estado. La presión internacional, incluyendo la amenaza de la ONU de un despliegue de tropas, forzó la negociación. El proceso ha sido demasiado rápido y se espera que el acuerdo se firme a finales de febrero, pues ya hay consenso sobre varios puntos. Si bien un proceso de paz crónico es peligroso, un proceso express es por lo menos cuestionable.

Las conversaciones en Uganda (sin tregua previa) incluyen aspectos económicos, políticos y de seguridad, amnistía para los rebeldes, liberación de prisioneros y reparación. Si se repite la traición a lo firmado (como sucedió con el acuerdo de marzo de 2009), Congo entraría en otro ciclo de violencia.

En el plano internacional hubo otro ritual: la firma del ‘Acuerdo Marco para la Paz’ por parte de 11 países de la región el 24 de febrero de este año, sin la presencia de los rebeldes. Dicho acuerdo obliga a Congo a reformar sus Fuerzas Armadas y sus instituciones políticas, y a los vecinos a respetar la soberanía; pero eso ya se ha prometido e incumplido en el pasado. Este acuerdo apuntaría más a una acción militar internacional contra los rebeldes de Congo, antes que a una paz negociada. Una paz entre estados sin reconocer los rebeldes no es tampoco una solución real.

No basta con firmar acuerdos si no se tocan aspectos esenciales como la distribución de la riqueza minera, la explotación constante de los vecinos africanos y de los europeos, y los altos niveles de corrupción funcionales a la guerra. La maldición de tener recursos hace de Congo un ‘rey midas’ que todo lo que toca se convierte en guerra.

PhD. Profesor Universidad Javeriana @DeCurreaLugo

Por Víctor de Currea-Lugo *

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