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El bacteriólogo santandereano Bladimiro Rincón estuvo doce años estudiando en Alemania, donde hizo un doctorado en Ciencias (grado Magna Cum Laude) y un posdoctorado mientras investigaba, en el Centro Alemán de Cáncer, al lado de Harald zur Hausen (Nobel de Medicina 2018). Hace cuatro años retornó a Colombia para cumplir su sueño de traer parte del conocimiento adquirido a la Universidad Industrial de Santander, donde empezó sus estudios.
Hace trece años, Mónica Gutiérrez, administradora de empresas bogotana, se fue a Alemania a estudiar una maestría en gerencia internacional y regresó con una idea en la cabeza: hacer que niños y niñas de bajos recursos tuvieran, como ella, la oportunidad de aspirar a una beca en ese país. Desde 2009, montó el programa de alemán en un colegio de un barrio de estrato 3 de Bogotá y en otro en zona rural de Cundinamarca. Ha logrado que la mayoría de los 800 estudiantes obtengan nivel B2 en ese idioma y ha enviado a cuarenta niños y niñas en intercambio. “Es darles la oportunidad de soñar”, dice ella.
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El abogado caleño Diego Tarapués Sandino también estuvo en Alemania, donde estudió un máster y un doctorado en Derecho durante seis años. Regresó en 2015 como profesor en la Universidad Santiago de Cali. Allí escaló hasta ser director de maestría y más tarde decano de Derecho. Hace un año es magistrado auxiliar del Tribunal para la Paz, de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Está feliz, pues siente que está aportando a Colombia con sus conocimientos en justicia transicional.
Estas son tres de las historias que se reunieron ayer en Bogotá, en el primer encuentro nacional de expertos que han retornado con el apoyo del Programa Migración y Diáspora para el Desarrollo, de la Agencia Alemana de Cooperación Internacional, GIZ. Son 200 personas que desde los años 80, pero de manera más sostenida desde 2012, han regresado a Colombia para aportar al desarrollo del país.
La coordinadora del programa, desde 2015, es justamente Mónica Gutiérrez. Habla con mucha emoción de los resultados y conoce una a una las historias de vida de los 180 expertos retornados, personas como ella que se devolvieron para quedarse en Colombia y de los 17 expertos de la diáspora, que son hombres y mujeres que vienen al país a brindar asesorías cortas (entre tres semanas y seis meses). Hay otras veinte personas a las que han asesorado para iniciar emprendimientos productivos.
Ella cuenta que entre los expertos retornados hay de todo, desde médicos especialistas en cáncer hasta psicólogos expertos en apoyar a personas que han sido afectadas por el conflicto, ingenieros ambientales, expertos en energías renovables y docentes en todas las áreas del conocimiento. “Hay una ventaja adicional y es que la educación superior en Alemania es mucho más específica en temas en los que en Colombia ni siquiera hay oferta educativa”.
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El programa funciona como una bolsa de empleo. Por un lado, contacta a colombianos que estén interesados en volver a Colombia y, por otro, ubica instituciones u organizaciones que necesiten este tipo de profesionales. Privilegian entidades del Estado, organizaciones de la sociedad civil y asociaciones de pequeños productores en el territorio.
Para hacer atractivas las condiciones de retorno, el programa apoya el viaje de regreso, paga durante dos años un subsidio salarial paralelo para equilibrar los ingresos con su formación y entrega una dotación de puesto de trabajo —hasta por 10.000 euros— para que puedan investigar en las mismas condiciones que lo hacían en Alemania.
Y aunque suene curioso, Mónica cuenta que no tiene que hacer mucho esfuerzo para convencer a los expertos. “Hay mucha gente que quiere volver, que quiere hacer algo por el país, solo necesitan una oportunidad”.
El Acuerdo Final firmado con las Farc ha significado un incentivo para el retorno. La mayoría de los que buscan volver son expertos en medio ambiente, en construcción de paz y resolución de conflictos. “Ese conocimiento es el que necesita Colombia en este momento, pero sobre todo en las zonas más apartadas del país”.
El encuentro evidenció que no es fácil para algunos volver a adaptarse al país, porque se fueron hace quince o veinte años y tienen parejas e hijos alemanes. “Hay que resaltar que han retornado a pequeñas ciudades, pero ahí es donde se evidencia su compromiso con aportarle al desarrollo del país. Tenemos expertos desde La Guajira hasta Mocoa, desde Istmina (Chocó) hasta Puerto Carreño en el Vichada”, cuenta Mónica.
La presidenta de la junta directiva de la GIZ a escala mundial, Tanja Gönner, acompañó el evento y anunció que el Ministerio de Cooperación de Alemania le dará continuidad al programa por tres años más. Y según señaló el embajador de Alemania en Colombia, Peter Ptassek, para este año, en nuestro país, se invertirán más de un millón de euros para subsidios salariales, viajes, dotaciones de puestos de trabajo y capacitaciones internacionales.
La directora de Migración y Asuntos Consulares de la Cancillería, Margarita Manjarrez, reconoció que la ley de retorno vigente no tiene previstos incentivos para estos profesionales calificados y anunció que esos vacíos se corregirán en el proyecto de ley de migración que acaba de presentar su cartera al Congreso para ser debatido en la presente legislatura.
Al encuentro llegaron 150 personas de varias partes del país y estuvo lleno de emotivos testimonios sobre por qué ahora, más que nunca, vale la pena volver a Colombia.