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Líbano y la suma de todos los males

Una gran explosión en el centro de Beirut, capital del Líbano, dejó miles de heridos el martes y evidenció la profundidad de la crisis en el país: los afectados fueron atendidos en los parqueaderos de los hospitales y a oscuras, pues estos se encuentran abarrotados y sufren apagones frecuentes, debido a la emergencia sanitaria y económica.

Camilo Gómez Forero
05 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.
Un hombre reacciona a la gran explosión cerca al puerto de Beirut (Líbano). / AFP
Un hombre reacciona a la gran explosión cerca al puerto de Beirut (Líbano). / AFP
Foto: AFP - Agencia AFP

En el parqueadero del Hospital de Geitaoui, en Beirut, y a oscuras fueron atendidas decenas de las más de 3.700 personas heridas que dejó la enorme explosión del martes en la capital libanesa. Este, como la gran mayoría de centros hospitalarios en el país, está saturado por la gran cantidad de casos de COVID-19 que manejan, por lo que fue casi imposible tratar a los afectados de la explosión dentro de estos recintos. Y como si no fuera suficiente con la sobrecarga de pacientes, los continuos apagones en la red eléctrica, que ocurren cada día en el país, dificultaron aun más la respuesta del cuerpo médico.

Las causas de la explosión todavía están bajo estricta investigación. El director de Seguridad Pública del Líbano dijo en horas de la noche que la explosión fue causada por un incendio en un depósito que guardaba nitrato de sodio, el cual fue confiscado a un barco y estaba almacenado, al parecer, desde 2014. En caso de ser así, este cargamento no debería haber estado en ese lugar, por lo que se examina si se trató de un acto de incompetencia por parte de las autoridades. En uno de los videos que capturó el momento exacto del estallido se puede ver cómo antes de la gran explosión había luces intermitentes, parecidas a las de los fuegos artificiales, alumbrando en medio de los edificios.

Esto habría producido el estallido que se extendió en un radio de diez kilómetros a la redonda y dejó una nube rojiza en el cielo, cristales rotos y autos volcados, graves daños a las estructuras aledañas, más de cincuenta muertos y miles de heridos. El video de una explosión de nitrato ocurrida en Texas en 2013 le daría mayor peso a esta versión.

La otra teoría que circuló fue la de un ataque terrorista, que se habría llevado a cabo para generar caos en el país días antes de que un tribunal de la Organización de Naciones Unidas emitiera su veredicto en el juicio contra cuatro de los sospechosos del asesinato del exprimer ministro libanés Rafik Hariri, el cual fue atribuido al brazo paramilitar de Hezbolá. Esta hipótesis, que fue destacada en un principio por la BBC, fue descartada por el gobierno del Líbano, que aseguró que Hezbolá no tuvo nada que ver con la explosión. El actual primer ministro del país, Hassan Diab, advirtió, sin embargo, que quienes hayan sido responsables de este hecho “pagarían el precio” de esta catástrofe.

La explosión en el centro de Beirut no pudo llegar en un momento más dramático para la nación, que atraviesa una crisis económica y política tan grave como la que antecedió a la guerra civil en el país, a mediados de la década de 1970.

Por primera vez en la historia, Líbano reportó una hiperinflación. La moneda se ha devaluado a tal punto que algunos de sus ciudadanos, desesperados por la devastadora crisis económica, se han suicidado en sus hogares o en las calles del país.

Y fue la emergencia desatada por la pandemia la que terminó de agravar la ya delicada situación. Los efectos de la emergencia sanitaria dejan más de 220.000 desempleos nuevos, recorte del salario mínimo, una restricción de los bancos al retiro de efectivo, una estrepitosa devaluación de la moneda y falta de circulación de dólares, todas circunstancias que llevaron al gobierno a incumplir con el pago de su deuda externa y ser incapaz de comprar ciertos productos al exterior. Esto ha llevado, entre otras cosas, al racionamiento de energía, causa de los apagones constantes en casi todo el país.

Pero esta no solo es una crisis económica, también es una crisis política. En las calles hay mucho descontento con el gobierno de Diab, quien al ser respaldado por Hezbolá ha causado discordia en el país. Miles de libaneses se han movilizado en contra de su administración por su cercanía con este grupo y su incapacidad de responder a la crisis.

Sin embargo, este descontento también fue heredado. Su predecesor, Saad Hariri, hijo de Rafik Hariri, alimentó la indignación social en octubre de 2019, al presentar una serie de impuestos en los que se incluyó un recargo al servicio de mensajería WhatsApp. Las medidas fueron tan impopulares que desencadenaron la llamada “Revolución del WhatsApp”, una serie de protestas que terminaron causando su dimisión y que permanecen activas a pesar de la pandemia, pues las condiciones no han mejorado.

Para algunos de los residentes de Beirut, como Bissan Fakih, antes de la explosión el estado de ánimo en el país era que las cosas no se podían poner peor. Pero esta situación, sin duda, pondrá a prueba los ánimos. Sobre todo si se descubre que fue un acto de irresponsabilidad. Otros simplemente no ven cómo el incidente en la capital podría profundizar la crisis.

“¿Qué más se puede profundizar? No sé cuál sería ya el fondo que les tocaría vivir a los libaneses con todas las cosas que están pasando. No solo por este año, porque muchos países están en crisis por la pandemia, nosotros estamos en crisis desde el año pasado. Es una cosa tras la otra… incluso, muchísimos de los venezolanos que vinieron aquí huyendo de su crisis prefirieron retornar a Venezuela que quedarse aquí, porque son demasiados problemas los que tiene el país que lo han dejado en condiciones peores”, le dijo a El Espectador Alejandra Castillo, periodista colombiana en el Líbano.

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