Indonesia intenta respirar tras terremoto y tsunami

Luego de un terremoto de magnitud 7,5 y un tsunami, que dejan miles de desplazados, heridos y daños materiales incalculables, el gobierno indonesio busca controlar el caos.

redacción internacional
01 de octubre de 2018 - 02:00 a. m.
El presidente de Indonesia hizo un llamado a los rescatistas para que busquen sobrevivientes día y noche. / AFP
El presidente de Indonesia hizo un llamado a los rescatistas para que busquen sobrevivientes día y noche. / AFP
Foto: AFP - BAY ISMOYO

Nadie se imaginó los estragos que ocasionarían el terremoto de magnitud 7,5 y el posterior tsunami que sacudieron el pasado viernes la isla de Célebes, en Indonesia. Lo que empezó con “varias víctimas”, anunciadas por las autoridades ese mismo día, aumentó a casi 400 el sábado y ayer iba en 832 muertos, 540 personas hospitalizadas y más de 16.000 desplazados.

Lo más grave es que, al parecer, las malas noticias van a seguir llegando. Aunque difícilmente llegará a las 230.000 víctimas mortales que dejó el tsunami en 2004, el portavoz de la Agencia de Gestión de Catástrofes, Sutopo Purwo Nugroho, quien ha estado publicando los reportes, las víctimas aumentarán.

Palu fue, con Donggala, la ciudad más afectada, posiblemente porque está construida alrededor de una bahía. Esto puede haber intensificado las olas de hasta seis metros que llegaron a las costas. Sus playas, que el viernes estaban abarrotadas de gente disfrutando de un festival de música, terminaron con cientos de cadáveres flotando en el mar. “A lo largo de la costa de Palu, las casas fueron barridas por el tsunami, incluida la mía en Tondo, completamente destruida. Los cuerpos están en todas partes”, señaló Ical, un periodista local.

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La crisis y el caos de los últimos días han provocado que los hospitales no den abasto ante la llegada de víctimas, tanto así que muchos heridos tenían que ser atendidos al aire libre. “Solo tengo un hijo y está desaparecido”, dijo a la AFP Baharuddin, un residente de Palu de 52 años, parado sobre un piso cubierto de sangre. “Hablé con él por última vez antes de que se fuera a la escuela por la mañana”.

Otra de las víctimas, Dwi Haris, quien quedó con lesiones en la espalda y el hombro, señaló: “No hubo tiempo para salvarnos. Quedé atrapado en las ruinas de la pared, creo”. Agregó que su familia estaba en la ciudad para una boda. “Escuché a mi esposa llorar pidiendo ayuda, pero luego silencio. No sé qué les pasó a ella y a mi hijo. Espero que estén a salvo”.

El presidente indonesio, Joko Widodo, llegó el domingo por la mañana a la primera hora para hacerse cargo de la situación. “Les pido que se preparen para trabajar día y noche y proceder a la evacuación”, dijo a las tropas desplegadas en la zona para ayudar en la búsqueda de sobrevivientes.

Sin embargo, los esfuerzos parecen no dar abasto. En los supermercados, hombres y mujeres llenan sus bolsas con todo lo que encuentran, asegurando que saquear es la única opción, ya que la ayuda no llega todavía a Palu. “No nos ayudan, necesitamos comer. No tenemos otra opción para comer”, se justificaba ayer uno de los habitantes que saqueaban.

“Es muy duro”, señala Risa Kusuma, una madre de 35 años que mece a su niño febril en un centro para refugiados de Palu. “La ambulancia trae nuevos cadáveres cada minuto, no hay mucha agua y se saquean las tiendas en todas partes”.

Las autoridades indonesias tuvieron que reaccionar y anunciaron que no sancionarán a los saqueadores y compensarán a los propietarios de los comercios.

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“Solicitamos a los distribuidores Alfamart e Indomaret que dejen que la gente tome los productos. Tienen que registrar todo y nosotros pagaremos, no será un saqueo”, anunció el ministro del Interior, Tjahjo Kumolo, a través de un comunicado.

Lo que viene

Los pronósticos no son nada alentadores. El vicepresidente de Indonesia, Jusuf Kalla, aseguró que, aunque la situación ya se convirtió en una tragedia, la cifra podría subir a miles en los próximos días.

Como lo anunció el presidente del país, los equipos rescatistas seguirán buscando personas, pese a la dificultad para acceder a las zonas afectadas. Las ruinas, el agua y la falta de equipos complican cualquier operativo, advirtió el director del programa Save The Children, Tom Howells.

Otro obstáculo son las comunicaciones, especialmente con las otras ciudades a las que llegó el tsunami. La Cruz Roja aseguró: “Tenemos comunicaciones limitadas sobre la destrucción en la ciudad de Palu, pero no hemos oído nada de Donggala y esto es extremadamente preocupante. Más de 300.000 personas viven allí”.

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La falta de maquinaria pesada, por la destrucción de las principales vías, impide quitar los escombros. Hasta ayer, los esfuerzos se concentraban en rescatar a cerca de 50 personas vivas que quedaron sepultadas en los restos del hotel Roa Roa en Palu.

Luego de 150 réplicas, las alarmas siguen encendidas. Al ser un país ubicado sobre el anillo de fuego, en el que anualmente se presentan cerca de 7.000 terremotos moderados, existe el riesgo de que en cualquier momento vuelva a temblar.

Por eso, las víctimas han tenido que dormir en canchas de fútbol o refugios improvisados construidos en bambú.

Por ahora, miles de personas se concentran en encontrar a sus seres queridos y un nuevo hogar.

Por redacción internacional

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