Mundo digital: un sucio espacio para la política en EE. UU.

La carrera electoral en Estados Unidos ya no es la misma. La batalla virtual por convencer al electorado desató peligrosas estrategias que minan los derechos digitales, así como en 2016 lo hizo Cambridge Analytica.

Nicolás Marín
15 de octubre de 2020 - 02:00 a. m.
El partido republicano y democráta han desarrollado fuertes estrategias digitales para obtener votos.
El partido republicano y democráta han desarrollado fuertes estrategias digitales para obtener votos.
Foto: Getty Images - Getty Images

El fantasma de los escándalos electorales sigue persiguiendo a Estados Unidos cuatro años después de la polémica victoria de Donald Trump en 2016. Sí, polémica, porque si bien ganó la Casa Blanca, lo hizo con tácticas publicitarias, mediáticas y digitales, duramente criticadas por expertos que acusan a su equipo de haber violado los derechos digitales de millones de estadounidenses. Lo más grave es que, a pesar de que las denuncias están sobre la mesa y son de conocimiento público, la maquinaria política en el país sigue insistentemente su labor de inmiscuirse en la privacidad de las personas para obtener su voto.

Las heridas de lo ocurrido con Cambridge Analytica se encuentran en la sociedad estadounidense tan abiertas como anestesiadas. Para poner en contexto, esta compañía robó los datos de más de 80 millones de estadounidenses para detectar sus miedos, pasiones y preferencias con el fin de generar contenido en Facebook e influir en las elecciones de 2016 en ese país. Hoy ya no es tan fácil entrar en las grandes plataformas, lo cual es un arma de doble filo.

Jacob Gursky, investigador asociado de la Universidad de Texas, explicó a este diario: “El núcleo del escándalo de Cambridge Analytica fue el acceso a la API Graph de Facebook, que permitió a terceros acceder a partes de la red social de Facebook. Desde entonces esto se cerró, en gran parte debido al escándalo, pero las campañas en Estados Unidos están tratando de recrear el conocimiento de los amigos de los votantes y los amigos de los amigos”.

“Lo que estamos viendo es casi más potente que en 2016”, afirmó el profesor de la Universidad de Texas Samuel Woolley, quien está a cargo del departamento de investigación de la propaganda y que trabaja de cerca con Gursky.

Su equipo examinó mensajes y encontró que la aplicación de Trump, y en menor medida la de su rival demócrata, Joe Biden, y otros grupos políticos, recogen datos para personificar la comunicación vía SMS, correo electrónico o redes sociales. Algunas aplicaciones no solo toman información del usuario, sino también de sus contactos y rastrean su ubicación y actividades, como compras o asistencias a iglesias. Las campañas pueden combinarse con terceros, desde comerciantes de datos o registros públicos, para dirigir mensajes muy precisos a personas o grupos específicos.

Recordemos que Facebook y Twitter ya anunciaron medidas para evitar este tipo de situaciones. El segundo prácticamente le ha declarado la guerra a Trump, al sellar o incluso censurar algunos de sus tuits, y el primero reveló que suspenderá la propaganda política luego de las elecciones del 3 de noviembre. “En 2016 había más dependencia de Facebook y otras plataformas sociales, pero ahora las campañas emplean sus propias herramientas para la recolección de datos”, comentó Woolley, para quien la aplicación de Trump es una herramienta de vigilancia.

Bridget Barret, investigadora del centro de información, tecnología y vida pública de la Universidad de Carolina del Norte, dijo que los cambios hechos por Google y Facebook pueden limitar las conductas de la campaña de 2016. “No estamos permitiendo que Rusia compre con rublos anuncios políticos, de manera que estamos mejorando”, dijo Barrett.

De hecho, Facebook ahora obliga a los anunciantes a entregarle información detallada que antes no era necesaria. Por ejemplo, deben dar una dirección física dentro de Estados Unidos para que Facebook pueda enviar un correo y verificar que sea realmente su sede. También solicita papeles de registro legal, como seguridad social, para evitar injerencia extranjera y que realmente exista la empresa.

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No obstante, el gigante tecnológico aún permite que anunciantes comerciales y políticos cotejen listas de personas para conseguir más información para los anuncios, dijo. “No tenemos ningún marco de reglas sobre datos privados, de manera que hay una idea de que se puede recolectar cualquier dato sin importar cuán engañoso sea. Todo el ecosistema digital es preocupante desde el punto de vista de que las personas son dueñas de sus datos o tienen derecho a ser informadas sobre cómo se usan sus datos”, afirmó.

Posiblemente el comentario de Barret hace referencia a la abismal brecha que existe en América con el Reglamento General de Protección de Datos europeo. Este último plantea un rígido marco que salvaguarda, para muchos en exceso, la privacidad de los ciudadanos. De hecho, les permite preguntar a las compañías para qué están siendo usados sus datos, cuáles se están recolectando y hasta pueden solicitar que sean borrados.

Nuevas tácticas

Mucho se ha advertido que las campañas de Trump y Biden están recolectando datos de los votantes de nuevas formas para influir en su decisión final. Y con razón. De hecho, la información electoral de millones de estadounidenses es pública en muchos estados del país. Lo anterior se mezcla con las decisiones y los movimientos de los usuarios en plataformas como Facebook. Técnicamente no se viola ninguna regla, simplemente se usan los algoritmos para compilar información y sacar grandes inferencias de los pensamientos de las personas.

¿Hay diferencias entre republicanos y demócratas? Gursky señala que en parte sí. “Si tuviera que pintar grandes diferencias, los republicanos están más dispuestos a usar datos sin permiso explícito por muchas más razones que los demócratas, pero los demócratas han logrado más avances en el aprovechamiento de las redes sociales de los partidarios, un proceso llamado “organización relacional”, que es una forma de organización íntima que no depende de procesos automatizados y, por lo tanto, es experta en difundir contenido que elude la moderación de contenido de Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp y otras plataformas”.

“He estado en el espacio publicitario político durante casi 10 años. Cuando entré, pude sacar una lista del archivo de votantes de cualquier comunidad de votantes que quisiera ponerla en Facebook y apuntarla. Y podría hacer exactamente lo mismo hoy”, afirmó a la revista “Wired” Andy Amsler, director de medios pagados de la firma de marketing Precision Strategies.

Por su parte, Jenna Golden, exdirectora de ventas de anuncios políticos de Twitter, le dijo al mismo medio: “Se trata de utilizar una combinación de puntos de datos que permitan que las campañas hagan suposiciones bastante inteligentes. Si alguien se une a un grupo de Facebook que se preocupa por el medioambiente, ¿estoy seguro de que esa persona es ambientalista? No. Pero es una señal”. Posiblemente se hacen generalizaciones que incluyen imprecisiones, porque cualquiera podría darle “me gusta” a una página que no refleja totalmente lo que piensa, pero el margen de error es mínimo, según la experta.

Por último, otra de las estrategias es en esencia mucho más simple, pero igual de eficaz, y se basa en el hecho de que internet no olvida lo que hacemos. Sí, el pasado de las personas está prácticamente almacenado en cualquiera de nuestras redes y refleja mucho más de lo que pensamos. “Si usted votó en la última elección, es muy probable que haga lo mismo en esta. Esa información está disponible públicamente en muchos estados”, afirmó a “Wired” Eric Wilson, estratega digital republicano.

“Se nos ha dicho explícitamente, a través de entrevistas que hemos hecho, que el objetivo de gran parte de las campañas actuales centradas en datos es recrear lo que se perdió después de Cambridge Analytica. Por ejemplo, las campañas están creando aplicaciones que acceden a los contactos telefónicos y aprovechan para enviar mensajes dentro de sus propias redes sociales directas, sin necesidad de pasar por Facebook”, afirmó Gursky.

Las afirmaciones no son de poca monta. De hecho, el experto pone el ejemplo de Biden, quien está llevando a cabo un proceso en el que les pide a los simpatizantes que llenen formularios sobre sus convicciones políticas y las de sus familiares, que después se combinan con los datos de campaña. Estos se pueden conseguir con corredores de datos que venden la información de registro de los votantes y que sirven como base para las campañas de casi todos los candidatos.

“Según la campaña y la forma específica en que se comparte, el control sobre estos datos por parte del usuario varía. Esto es, nuevamente, un intento de recrear la influencia detrás del escándalo de Facebook Graph api / cambridge analytica, donde antes era posible acceder a amigos y amigos de amigos en Facebook y conocer sus datos personales y afiliaciones políticas”, señaló a este diario.

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