John Roberts, el árbitro del juicio a Trump

El presidente de la Corte Suprema de Justicia de EE. UU. será el juez, mas no el verdugo, en el juicio al presidente Donald Trump desde este martes. Más que un honor, esta es una pesadilla para el magistrado, pues pone su visión sobre el poder judicial en una posición incómoda.

Camilo Gómez Forero / @camilogomez8
21 de enero de 2020 - 02:00 a. m.
John Roberts, presidente de la Corte Suprema de Justicia, considerado el juez más poderoso de EE. UU.  / AFP
John Roberts, presidente de la Corte Suprema de Justicia, considerado el juez más poderoso de EE. UU. / AFP

John G. Roberts Jr., presidente del Tribunal Supremo de Estados Unidos, vivirá desde este martes su peor pesadilla. Después de que atraviese las puertas del Congreso en Washington, millones de ojos y oídos estarán observando meticulosamente cada uno de sus movimientos y escuchando con atención cada una de sus palabras, pues la Constitución ordena que sea el encargado de arbitrar el juicio al presidente Donald Trump, el evento político más importante del año en el país luego de las elecciones.

Pero no es la atención pública lo que aterra al juez Roberts, quien de todas maneras es el magistrado más poderoso de la nación y está acostumbrado a que sus decisiones estén en el escarnio público. A Roberts lo estremece el hecho de que está a punto de lidiar en una auténtica pelea política entre demócratas y republicanos, algo que siempre ha tratado de evitar por el bienestar de la rama judicial que tanto protege, pues durante toda su carrera ha defendido que este poder no debe meterse en asuntos políticos. Después de la dura batalla entre partidos por la confirmación de Brett Kavanaugh como juez de la Corte Suprema en 2018, Roberts y su equipo trabajaron por mantener la independencia del tribunal y disminuir las diferencias ideológicas entre los nueve miembros. Ahora su imagen está en riesgo. Le recomendamos: Juicio a Trump, ¿una farsa política? 

En el juicio político a Trump, Roberts tiene de entrada un papel más ceremonial. La Constitución no especifica cuál debe ser su rol en el proceso, pero es claro que su poder real es limitado. Aunque puede aparentar ser la máxima autoridad en el caso, él no tendrá la decisión final sobre este, pues es el Senado el que vota si Trump es culpable o no de los cargos de los que se le acusa. Roberts vendrá a ser más bien el árbitro del partido entre demócratas y republicanos que jugarán en el juicio. “Mi trabajo es cantar las bolas y los strikes, no lanzar ni batear. El papel de un árbitro y un juez es crítico. Se aseguran de que todos jueguen según las reglas; pero es un papel limitado. Nadie fue a un juego de pelota para ver al árbitro”, ha dicho el juez. Sin embargo, hay un punto en el que su presencia es clave y puede marcar diferencia: la citación a testigos y la admisión de evidencia. De ahí es de donde proviene la preocupación.

Según el reglamento del Senado, el presidente del tribunal “puede decidir sobre todas las cuestiones de evidencia, incluidas, entre otras, las cuestiones de relevancia, materialidad y redundancia”. Este es un punto de disputa entre republicanos y demócratas. Los demócratas buscan que el Senado llame a cuatro testigos clave: el exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton; el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mick Mulvaney; el funcionario de la Oficina de Administración y Presupuesto, Michael Duffey, y el asistente del presidente, Robert Blair. Los republicanos, por otro lado, se oponen a este llamado. Este será el riesgo central para Roberts, porque en caso de interceder para llamar a los testigos estaría involucrándose de lleno en el caso. Vea también: Impeachment a Trump: el muro republicano que salvará al presidente 

Como explica Ruth Marcus, subdirectora de la página editorial de The Washington Post, “inyectarse en las entrañas de la acusación funcionaría en contra del objetivo de Roberts de evitar que el poder judicial sea percibido como otra institución partidista más”. Mostrarse como un activista en el juicio sería peligroso. “La Constitución asigna a Roberts un papel en el juicio de juicio político, pero sería mejor que desempeñara ese papel de una manera que lo mantenga lo más alejado posible de la sustancia, y, por lo tanto, de la locura”, concluye Marcus. “Sospecho que el presidente del tribunal Roberts estaría muy feliz si las únicas palabras que pronunciara fueran ‘comencemos’ y ‘hemos terminado’”, agrega Jeffrey Engel, historiador presidencial.

Roberts se ha caracterizado por distanciarse de la política, aunque se identifique como republicano. Nació el 27 de enero de 1955 en Búfalo, Nueva York, en el seno de una familia católica, un detalle muy importante dentro de su formación. Estudió historia en la Universidad de Harvard, pues su sueño era ser profesor. Sin embargo, luego de graduarse de esa carrera ingresó a la facultad de derecho en la misma institución. Allí se graduó con honores en 1979 y comenzó a ejercer como abogado en la década de 1980.

Para el momento en el que era estudiante, la sociedad estadounidense vivía los efectos de la década de 1960, un periodo liberal con muchas luchas sociales. Pero Roberts se mantuvo alejado del activismo político que se veía en el campus, considerando el respeto que debía mantener con la rama judicial. Luego de una brillante carrera de más de veinte años en el derecho, Roberts fue nominado en 2005 por el presidente George W. Bush para ser juez de la Corte Suprema, a la edad de cincuenta años. Después de su ingreso, se convirtió en el juez más joven en presidir la Corte en sus 230 años de historia.

Desde luego, como republicano Roberts ha tenido posiciones controvertidas: se ha opuesto al fallo del caso Roe vs. Wade, por el cual la Corte Suprema despenalizó el aborto en 1973, y también fue el autor de Shelby County vs. Holder, una decisión que anuló parte de la Ley de Derechos de Votación, que según críticos perjudicó a los votantes afroamericanos al reducir la ubicación de urnas para votar. Pero independientemente de estos casos, ha sido un juez reconocido por su templanza y su imbatible convicción sobre el poder judicial. Ha luchado por mantener alejadas a las cortes de las traicioneras corrientes de la política partidista del país y por mantener la confianza del público en el trabajo de la Corte.

Desde el martes, cualquier movimiento en falso podría costarle muy caro a él y, sobre todo, a la Corte que lidera. Cualquier signo de partidismo en el proceso afectaría la imagen de la rama judicial. Por ello, para mantener la independencia que defiende, muchos le recomiendan tener un papel discreto en el juicio.

Pero no todos ven este escenario como algo negativo. “Esto proporcionará un entorno en el que el presidente del tribunal podrá mostrar la importancia de la neutralidad e imparcialidad en nuestro sistema judicial. Especialmente en un contexto en el que podría haber mucha turbulencia y mucha política involucrada. Sospecho que presentará una imagen de un juez en medio de todo, tratando de mantener el proceso justo”, dijo uno de los ex empleados de Roberts a la revista Time.

Por Camilo Gómez Forero / @camilogomez8

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