Juan Guaidó: un año más agrio que dulce

El líder opositor cumple un año de haber asumido la “presidencia interina” de Venezuela con resultados variados. Divisiones internas, errores estratégicos y denuncias de corrupción, sumadas a la capacidad de Nicolás Maduro y el chavismo de resistir, lastimaron las intenciones del opositor de lograr el “cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres”, como rezaba su mantra.

Jesús Mesa / @JesusMesa
23 de enero de 2020 - 02:00 a. m.
Juan Guaidó, líder opositor venezolano, se juramentó el 23 de enero de 2019 como “presidente interino”. / AFP
Juan Guaidó, líder opositor venezolano, se juramentó el 23 de enero de 2019 como “presidente interino”. / AFP

El 23 de enero de 2019, la plaza pública Juan Pablo II de Caracas se llenó con varios centenares de personas para asistir a la “juramentación” de Juan Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional, como “presidente interino” de Venezuela en reemplazo de Nicolás Maduro, a quien se acusaba de usurpar el cargo. Aplaudido y vitoreado por sus seguidores, el fenómeno Guaidó arrancó como un huracán, una tormenta imparable cuyo objetivo era generar el cambio en el país.

Estados Unidos y Colombia lo reconocieron rápidamente como “presidente interino” y luego les siguieron una veintena de países. Millones de venezolanos, dentro y fuera del país, se sintieron identificados con la figura de un hombre de clase media, lejano de las élites que siempre conformaron las filas opositoras. Las manifestaciones a su favor eran masivas días después de su juramentación y había una cierta esperanza de que esta vez sí caería el chavismo.

Pero en un año pueden pasar muchas cosas. Doce meses después, lo que comenzó como un huracán parece haberse disipado y convertido en una incómoda lluvia. Divisiones internas, errores estratégicos y denuncias de corrupción, sumadas a la capacidad de Maduro y el chavismo de resistir a los embates de Estados Unidos y la comunidad internacional, lastimaron gravemente las intenciones de Guaidó de lograr el “cese de la usurpación, el gobierno de transición y las elecciones libres”, como rezaba su mantra.

El proceso de salir de Maduro, que en principio, según la oposición y sus aliados, debía durar horas, se alargó por meses y ya va para un año. Han pasado cerca de 8.500 horas desde que el presidente colombiano, Iván Duque, dijo que a Maduro “le quedaban horas” para salir del poder.  Maduro, por su parte, se mantiene firme en Miraflores, quizás más que hace un año, cuando inició el fenómeno Guaidó.

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“Ese proyecto (el de Guaidó) no ha salido bien, porque el objetivo inicial de proclamarlo presidente era crear la condición de un mandato paralelo que lograra acumular suficiente poder político para lograr una transición, algo que finalmente no ocurrió”, explica Sandra Borda, internacionalista y profesora de la Universidad de los Andes.

La imposibilidad de desplazar a Maduro erosionó la popularidad de Guaidó que cayó de 63% a 38,9% en 12 meses según la encuestadora Datanálisis. Guaidó ha tratado de revitalizar las protestas contra Maduro, pero sus llamados han tenido débil respuesta, con unos cientos de manifestantes frente a las decenas de miles que movilizó un año atrás. 

“La capacidad de poder dar la salida del régimen no era tan fácil ni rápida y eso empezó a pasar factura de cobro”, agrega Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. “Esa falta de materialización en un cambio convirtió esta situación de anormalidad en una normalidad”, agrega la analista.

Según Rocío San Miguel, experta en asuntos militares y presidenta de la ONG Control Ciudadano, el principal obstáculo que encontró Guaidó en su año al frente de este proceso fueron las Fuerzas Armadas de Venezuela, pues el líder opositor y su equipo no entendieron cómo hablarles a los soldados y generales para que se unieran a su causa.

“El tema militar tiene su arte, simbología, códigos y relacionamiento. Cuando las cosas con los militares no se hacen de esa manera, no se consiguen respuestas”, dice la experta desde Caracas en conversación con El Espectador.

El líder opositor lideró dos momentos en los que los militares no respondieron de la forma en que se pretendía. El primero de ellos ocurrió el 23 de febrero, con el denominado ingreso de la ayuda humanitaria en Cúcuta, y el otro el 30 de abril, cuando se dio una fallida insurrección militar en Venezuela. En ambos casos, la respuesta castrense fue muy por debajo de las expectativas que Guaidó y oposición presentaron.

“Creo que la apuesta para que los militares abandonaran a Maduro fue ingenua si no se tenía un plan claro, una alternativa para las Fuerzas Armadas”, agrega la experta en asuntos militares. “Revisando la historia de Venezuela, esto solo ocurre cuando hay un proyecto claro”, dice.

El episodio de la fotografía con los Rastrojos lastimó su imagen dentro de Colombia, país que se ha convertido en su principal aliado internacional. Si bien las fotografías tuvieron poco impacto en los gobiernos de los países que lo apoyaron (ninguno le pidió explicaciones), sí sembraron fuertes dudas dentro de gran parte de la población colombiana. Las vagas explicaciones sobre si los delincuentes participaron en el operativo para ingresarlo al país, en febrero del año pasado, lastimaron su reputación.

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Sin embargo, no todo ha sido negativo para Guaidó en este año. Con su ascenso llegó también el reconocimiento de al menos cincuenta países de que la situación en Venezuela no era normal, algo que por años intentaron denunciar sin éxito varias organizaciones no gubernamentales.  Un importante triunfo fue el denominado Informe Bachelet, publicado por la Oficina de la Alta Comisionada por los Derechos Humanos, en el que se daban cuenta de los abusos en esa materia por parte del gobierno chavista.

“Hace años, el gobierno de Maduro era todavía considerado democrático. Y si bien eso en 2017 comenzó a cambiar, es con Guaidó y su presión internacional que se revierte un poco la tendencia”, explica Ronal Rodríguez.

Durante el 2019 se activó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y llegaron las sanciones de Estados Unidos hacia el gobierno venezolano y su producción petrolera, que lograron asfixiar económicamente a Maduro. Ha sido tan fuerte su impacto que el mandatario venezolano ha pedido en varias ocasiones iniciar negociaciones con el objetivo de aliviar el castigo. 

 

Una estrategia "obsoleta"

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Durante su visita a Colombia, país en el que dio comienzo a una nueva gira diplomática que lo llevó a Londres y Bruselas, Guaidó volvió a decir, tras meses de no hacerlo, que “todas las opciones estaban sobre la mesa” en Venezuela. Por meses, el líder opositor hizo oídos sordos a los sectores más radicales de la oposición y buscó otros canales como el diálogo. Pero tras fracasar en ese lado, Guaidó optó de nuevo por la opción "dura". Una alternativa que es "obsoleta", según analistas consultados por este diario.

“Estados Unidos dejó claro a través de su secretario de Estado, Mike Pompeo, que su intención no es meterse en más conflictos sino buscar salidas negociadas. Venezuela no es la excepción”, cuenta Sandra Borda a El Espectador. 

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Por su parte, Rocío San Miguel considera que la oposición se equivoca en insistir en una ruta que en 2019 no tuvo resultado. “Guaidó es un tipo coherente, pero quizá le ha hecho falta un equipo de asesores que apostara por una transición negociada”, dice la directora de Control Ciudadano. “Se ha hecho un uso excesivo del escenario de la confrontación, y la política siempre se dirime entre el diálogo, la negociación y la confrontación”, agrega.

De hecho, para San Miguel la clave de lo que ocurra en Venezuela pasará por lo que se haga en el ámbito interno, pues en 2020 está en juego la Asamblea Nacional, único cuerpo gubernamental que queda en manos de los opositores. Si la oposición decidiera no participar de estos comicios, como han afirmado varios parlamentarios en algunas declaraciones, estarían jugando con fuego, según la experta venezolana.

“Hay que jugársela, pues ya está el precedente de lo que ocurrió en 2005, cuando la oposición decidió no participar en las Parlamentarias y dieron a Hugo Chávez un cheque en blanco para reformar el país”, afirma la experta.

Precisamente, de acuerdo con Ronal Rodríguez, unir a la oposición será un escollo difícil de trabajar para Guaidó, pues la oposición no ha decidido en bloque si participará o no en estas elecciones. Otro inconveniente será la diáspora, pues en este momento hay 4 millones de venezolanos fuera del país.

"Muchos de ellos se encuentran en países como Colombia en donde no se tienen relaciones consulares, por lo que no podrían ejercer su derecho al voto", explica Rodríguez a este diario. "La salida electoral de Maduro es compleja, instrumentalizarla no sería rápido, tardaría años", agrega.

Pero Guaidó insiste en exigir nuevas presidenciales, aunque el escenario es improbable. Las que sí son inminentes son las legislativas, previstas para este año pero sin fecha definida, en las que el chavismo buscará recuperar el Parlamento, único poder en manos opositoras. Y aunque parecen estar unidos en torno a su figura, las fisuras entre sus filas son evidentes. El reto de Guaidó estará en consolidar su liderazgo de cara a un año electoral, en el que los intereses de cada uno de los partidos pueden prevalecer sobre la causa general, como ya ha ocurrido en el pasado.

 

Por Jesús Mesa / @JesusMesa

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