Juicio a Trump, ¿una farsa política?

El proceso de “impeachment” contra el presidente de Estados Unidos, cuyo resultado final ya se anticipa, evidencia las grietas en el sistema constitucional de ese país, cuyas bases no responden a una nación moderna.

Camilo Gómez / @camilogomez8
22 de diciembre de 2019 - 02:00 a. m.
Se espera que el juicio en el Senado contra el presidente estadounidense, Donald Trump, se celebre en enero de 2020, poco antes de que el mandatario pronuncie su discurso del estado de la Unión. / EFE
Se espera que el juicio en el Senado contra el presidente estadounidense, Donald Trump, se celebre en enero de 2020, poco antes de que el mandatario pronuncie su discurso del estado de la Unión. / EFE

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, la democracia estaba amenazada. En La guerra de las galaxias: Episodio III: La venganza de los sith hay una escena que nos ayuda a entender por lo que pasa hoy la política estadounidense y por qué es tan grave. El maestro jedi Mace Windu entra a la oficina de Palpatine, canciller supremo, para arrestarlo. “En nombre del Senado Galáctico de la República, está bajo arresto, canciller”, dice Windu. “¿Me está amenazando, maestro jedi?”, pregunta Palpatine. “El Senado definirá su destino”, responde Windu, a lo que el canciller supremo remata el diálogo con: “Yo soy el Senado”. Y esas palabras, fácilmente, podrían ser citadas hoy en la Casa Blanca por su inquilino estrella.

Esta semana, Donald Trump se convirtió en el tercer presidente de Estados Unidos en enfrentar un juicio político, luego de Andrew Johnson y Bill Clinton. Hay que recordar que Richard Nixon, quien también enfrentaba el mismo destino por el escándalo de Watergate, renunció a su cargo poco antes de que la Cámara de Representantes iniciara el proceso en su contra. A Trump se le acusa de haber presionado y tratado de coaccionar al gobierno de Ucrania para que éste reabriera una investigación contra el exvicepresidente y ahora precandidato presidencial demócrata Joe Biden y su familia, con el objetivo de perjudicar su campaña electoral y favorecer la propia.

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Abrir un proceso de juicio político contra Trump estaba en la lista de deseos de los demócratas desde hace mucho. Hubo un primer intento citando el Rusiagate, el escándalo de intromisión rusa en las elecciones presidenciales de 2016, de las que Trump salió airoso. Luego hubo otra tentativa acudiendo al complot del equipo de campaña del mandatario para encubrir su presunta relación con la estrella porno conocida como Stormy Daniels. Pero los dos planes fracasaron porque no contaban con el impulso necesario, ni siquiera dentro de la base demócrata. Lo que hizo que en esta ocasión la acusación contra el presidente tuviera éxito fue que sus acciones habían ido muy lejos, pues ponían “en riesgo la democracia del país” y las próximas elecciones presidenciales, en las que justamente busca su segundo mandato. Además, esta vez los demócratas contaron con pruebas y testimonios que sustentaban su mala conducta, con la que afectaba directamente al que de seguro se convertirá en la carta que compita con él en los próximos comicios.

Luego de un proceso de investigación y debate de casi dos meses, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes aprobó el 12 de diciembre dos artículos contra el mandatario por abuso de poder y obstrucción a las investigaciones del Congreso. Estos fueron votados el miércoles de esta semana por todos los miembros de la Cámara Baja para definir si se iniciaba un juicio contra el presidente. El resultado fue que, efectivamente, habrá un juicio político en enero de 2020 para determinar si Trump es destituido por violar la Constitución. Pero es justo ahí donde este episodio se enreda para los demócratas, y para el sistema en general.

El juicio se celebrará en el Senado, o Cámara Alta, donde la mayoría de los miembros pertenecen al partido de Trump, el Republicano. Serán ellos quienes definan si el mandatario es culpable de los cargos de los que se le acusa. Para remover a Trump de la Casa Blanca se necesita que el 67 % de los legisladores voten a favor de la destitución. En este momento, el Senado cuenta con 51 senadores republicanos, 47 demócratas y dos independientes. Aunque los 49 votos de demócratas e independientes a favor de la destitución son casi seguros, se necesitarían otros 18 sufragios republicanos para que el final de Trump sea una realidad. Pero eso es casi imposible, según vaticinan expertos, pues el Senado, que viste de jurado, está totalmente parcializado.

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Mitch McConnell, el líder de la mayoría republicana en el Senado, dejó las cosas claras. Hace unas semanas advirtió en Fox News que “no habrá diferencia entre la posición del presidente y la posición republicana sobre cómo manejar esto en la medida que podamos” y que trabajaría en “coordinación total” con la Casa Blanca. “La declaración fue extremadamente reveladora. En lugar de dar a los artículos de juicio político una audiencia justa y un juicio serio, el líder de la mayoría en el Senado solo le dará a Trump total impunidad”, declaró Julian Zelizer, analista político de CNN y profesor de historia y asuntos públicos en la Universidad de Princeton. Así como Palpatine, Trump puede decir hoy que él es el Senado y que éste le pertenece. Por eso, este juicio político reveló no solo que el sistema constitucional de Estados Unidos está roto, sino que los planteamientos de los padres fundadores de la patria parecen ser desacertados para la nación actual, porque cuando el poder para castigar a un funcionario recae en él mismo, el sistema no funciona y pone a la democracia en riesgo.

En 1787, antes de firmar la Constitución, los padres fundadores de Estados Unidos manifestaron su preocupación por el abuso de poder que podría tener el presidente para su beneficio personal, llegando a corromper el sistema de seguridad nacional. Por eso contemplaron la figura del impeachment, o acusación, que tiene hoy a Trump contra las cuerdas. Pero esa maniobra hoy está rota. Y lo está porque hay problemas en su diseño.

El impeachment está diseñado para que la Cámara acuse al presidente y para que el Senado decida sobre esa acusación. No la Corte Suprema ni otro tribunal independiente. Cuando Alexander Hamilton, James Madison y John Jay redactaron los ensayos de El Federalista, una colección que sirvió para ratificar la Constitución de los Estados Unidos, asumieron que no había un cuerpo ideal para darle la responsabilidad de decidir si se condena al mandatario, pero dentro de todo, el Senado era lo más cercano a lo que se buscaba, pues pensaban que en el sistema constitucional este resistiría a las organizaciones políticas partidistas. Sin embargo, se equivocaron.

“Seamos honestos. Es muy improbable, no importa lo que haga, que Trump sea destituido. El Senado que juzgará a Trump no será el Senado imparcial que Hamilton imaginó, sino sus copartidarios, cuyas fortunas están atadas a la de él. Ellos lo protegerán a toda costa, porque protegerlo es protegerse a ellos mismos”, explica Ezra Klein, fundador del portal Vox.

La política en Estados Unidos no es la misma que hace décadas. Hoy los partidos están enfermos, tanto como el sistema, pues hay un partidismo negativo. Los republicanos, en este caso, ya no luchan por principios como tales, sino que son fieles a Trump. “Realmente es una figura de culto. Nixon no. Con él no sentían lealtad personal hacia el hombre, sino al partido”, recalca el exsenador William Cohen.

“La voluntad del Partido Republicano de respaldar al presidente hasta el fondo, a pesar de la evidencia clara y obvia de abusos de poder, habla de una amenaza urgente para la democracia estadounidense: nuestro sistema constitucional está mal equipado para resistir la polarización extrema”, escribe Zack Beauchamp, periodista de Vox. Ni un solo republicano votó a favor del juicio político contra el mandatario, y se prevé que no lo harán en el Senado. Siendo así, esto representa un grave problema para toda la nación, pues no se ve la manera de que el sistema constitucional pueda protegerse. Además, dejará un precedente dañino para la democracia, pues futuros presidentes también podrían saltarse las reglas como lo hizo Trump. El impeachment, como dice el famosísimo almirante Gial Ackbar en Star Wars, “es una trampa”.

Por Camilo Gómez / @camilogomez8

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