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La desmesura de las cifras de colombianos en Venezuela

El gran salto de la emigración de colombianos a Venezuela se dio en la década del setenta del siglo pasado, cuando de 180.100 en el censo de 1971, se pasó a 508.200 en el censo de 1981, para en adelante estabilizarse: 529.900 en 1990, 608.700 en 2001 y 721.800 en el censo de 2011.

Alcides Gómez Jiménez *
17 de septiembre de 2015 - 03:22 a. m.

Como si el tiempo no pasara, de nuevo las más altas autoridades de la nación hermana de Venezuela la emprenden contra los colombianos que allí laboran en actividades subvaloradas socialmente, expulsados al otro lado de la frontera luego de la destrucción de sus precarias viviendas y enseres, cual si se tratara de la “operación limpieza” de la República Bolivariana. El presidente Maduro habló de los problemas generados por una verdadera avalancha de colombianos en cuantía de cuatro y medio millones. Los medios de comunicación en su mayoría hablaron de la importación de escoria, pobreza y subdesarrollo y hasta un reconocido intelectual como Luis Brito García expresó que Venezuela continuaba siendo un gran foco de atracción para los inmigrantes y bajo nivel de emigración de venezolanos. Estimaba que en Venezuela estaban 4 y medio millones de colombianos y otro tanto de latinoamericanos. ¡Una tercera parte de la población del país sería latinoamericana!

Las cifras del XIV Censo de población y Vivienda en la República Bolivariana de Venezuela en 2011 son contundentes: 721.791 colombianos fueron censados en la hermana república y el gran total de extranjeros allí fue de 1’156.578, apenas 82.000 más que en el censo de 1981, para una población total de 27,2 millones de habitantes. Lo interesante es que a partir del censo de 1981 se viene presentando una tendencia declinante de la proporción de extranjeros censados en Venezuela. Esa participación, que llegó al 7,4 % en 1981, disminuyó al 5,7 % en el censo de 1990; al 4,4 % en el de 2001 y para el último censo, de 2011, bajaba al 4,2 %. Por su parte, Acnur, la oficina para refugiados de la ONU, informaba en ese año del censo (octubre/2011) que en Venezuela habría 15.000 refugiados y 2.700 solicitantes de asilo.

El gran salto de la emigración de colombianos a Venezuela se dio en la década del setenta del siglo pasado, cuando de 180.100 en el censo de 1971, se pasó a 508.200 en el censo de 1981, para en adelante estabilizarse: 529.900 en 1990, 608.700 en 2001 y 721.800 en el censo de 2011. Del punto de vista de las condiciones sociales y económicas, la parálisis e incluso el retroceso en el crecimiento del PIB, Venezuela ya dejó de ser el gran imán para la inmigración. Si por otra parte Colombia experimentó una bonanza atribuible al ciclo internacional de precios de los commodities entre 2003 y 2014, entonces es forzoso concluir que de este lado de la frontera no hubo incentivos para la emigración de colombianos como “asilados económicos”.

Al preguntarse por qué tal desmesura en el manejo de los datos de población colombiana en Venezuela hay quizá, entre otras, dos razones que la explican: la primera se origina en un manejo equívoco del concepto de migrante por cuanto éste está en capacidad de realizar en un período finito de tiempo más de un viaje, más de una migración y es bien sabido que en las llamadas migraciones fronterizas, el migrante habitual las realiza casi que a diario o aun, varias en el mismo día. Por tanto se suele tomar el número de “entradas” al país como número de viajeros, como migrantes, cuando se consulta a las autoridades fronterizas. “El Diccionario de la Real Academia Española trae dos acepciones para migración: “Acción y efecto de pasar de un país a otro para establecerse en él”.

La otra acepción de migración la toma como “viaje periódico de las aves, peces u otros animales migratorios”. María Moliner, en su Diccionario de Uso del Español, sale del embrollo al no referirse a la migración y solo registra migratorio, a, Adj. de [la] migración. Así hace la precisión: De los animales o grupos que emigran y la acción de migrar, la limita a los animales: (Del latín ‘migrare’). Trasladarse los animales de un área geográfica a otra con características ecológicas diferentes, debido a la estacionalidad, clima, disponibilidad de alimento o para la reproducción. Queda pues en entredicho gramatical el sujeto de la acción de migrar, el migrante.

La segunda razón hace referencia a la elección que hace el Estado nación de uno de los dos principios que determinan el ser nacional de un país: Si la hermana república otorga la nacionalidad venezolana a quien nace en su suelo (ius soli), no hay razón para que al contar a los colombianos, abandone este principio y asuma el otro (ius sanguinis) y cuente como colombianos a los descendientes de la primera y segunda generación de los residentes allí (hijos, nietos, bisnietos). Países como los Estados Unidos siguen el primer principio, mientras que Alemania se rige por el segundo.

Hace más de siete lustros, con la capacidad anticipatoria que tienen los cultores del género literario sobre los procesos sociales, sería Julio Cortázar quien dejara claro el asunto en un artículo de prensa que tituló “De cómo la realidad está en los sueños”: “Vista desde ella misma (América Latina), su unidad se reduce a lo lingüístico –incluido el portugués–, fuera de ese denominador común, la unidad es una ilusión, una prerrealidad escamoteada, escondida y combatida por quienes sostienen el viejo y eficaz principio de “dividir para reinar”. Coinciden los intereses imperialistas con los intereses internos de los sistemas sociales y políticos basados en criterios de nacionalismo estrecho, de diferenciación desdeñosa con respecto a los países vecinos. Los niños argentinos son educados para que desconfíen de los chilenos y los brasileños y viceversa. Como los escritores más significativos, un Martí, un Sarmiento, un Neruda, un Asturias o García Márquez, soñé un sueño. Creo que mi sueño será una realidad. Creo que el sueño de Simón Bolívar es históricamente mucho más real que la falsa compartimentación de nuestro ajedrez de suicidas…”: El Nacional, Caracas, mayo 6 de 1979.

*Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín y miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas.

Por Alcides Gómez Jiménez *

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