“La gente no migra porque se le da la gana": presidente para Latinoamérica de Médicos sin Fronteras

La organización internacional médica y humanitaria Médicos Sin Fronteras se ha dedicado durante años a asistir miles de migrantes en todo el mundo: Europa, Centroamérica, Medio Oriente, Oceanía y ahora en la región. Su presidente en Latinoamérica, Germán Casas, habló con El Espectador sobre su experiencia y advirtió los peligros mentales, físicos y políticos que rodean a los migrantes venezolanos.

Nicolás Marín Navas
01 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
Germán Casas, director para Latinoamérica de Médicos sin Fronteras. / Óscar Pérez - El Espectador
Germán Casas, director para Latinoamérica de Médicos sin Fronteras. / Óscar Pérez - El Espectador

¿Por qué hoy en día hay una tendencia política y social de rechazar al que llega?

Yo creo que hay varios fenómenos. Hay un fenómeno de globalización de la migración y eso ha hecho que eso tenga unas características de masividad que no existían antes. La migración se convierte en un tema con más tinte político, en el que también hay intereses económicos que prevalecen por encima de los derechos humanos. No podemos comparar el porcentaje de migración que tenemos ahora de los sirios, Medio Oriente hacia Europa, el de Venezuela o el de los latinoamericanos que pasan en masa a Estados Unidos, con el que había antes. 

Un fenómeno psicológico que es muy usual es que actualmente, cuando tenemos un mundo que por todas las señales que nos está dando desde el punto de vista de la supervivencia del ser humano está amenazada, erróneamente pensamos que la diferencia y la convivencia entre diferentes podría ser un factor de riesgo. Y así no es. El ser humano no puede convivir solo, entonces la integración, la convivencia, la agrupación de seres humanos por un bien y por un objetivo en común, ha logrado que seamos adaptables al medio ambiente y sobrevivir a diferentes tipos de ataques contra la humanidad, como por ejemplo las hambrunas, las heladas, los desastres naturales, las sequías. 

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¿Qué tanto juega la política en esto?

Las ideologías populistas, como las que están prevaleciendo en los países desarrollados, ven a ese distinto como una amenaza y entonces generan este tipo de políticas de impedimento, de exclusión del diferente y la justifican desde el punto de vista de la supervivencia de su propia comunidad, pasando por encima de una evolución grande y buena que hemos hecho los seres humanos, que se llama la Convención Internacional de los Derechos Humanos y que se llaman las reglas del derecho internacional humanitario. Eso no está importando, se pasa por encima. 

¿Por qué si el venezolano es tan parecido a nosotros, nos cuesta tanto aceptarlos?

Los venezolanos son iguales a los colombianos. Nosotros no somos distintos a ellos en nada. Me parece que lo que está pasando con la migración venezolana es una gran injusticia porque Venezuela, durante más de 70 años, fue el centro de la migración en América del Sur. Después de la gran migración italiana y española a Argentina, la siguiente que hubo fue la migración colombiana, española, italiana y portuguesa en Venezuela y si alguien fue un huésped de honor para la gente que llegó en esa época fueron ellos. 

Necesitaban una fuerza de trabajo y la recibieron. Salvo algunas diferencias en donde se hablaban y se decían cosas, realmente los colombianos fueron acogidos en Venezuela. El ejemplo clásico es Gabriel García Márquez, que escribió "Cuando era feliz e indocumentado", en donde él no cuenta que lo trataron mal, sino todo lo contrario.

Durante mucho tiempo Venezuela hospedó migrantes, vivió de migrantes, además porque los necesitaba. Y ellos llegaban a trabajar. Más de un millón de colombianos llegó a trabajar, hicieron sus familias, se hicieron venezolanos, huyendo de la violencia en Colombia. Ahora nos están pasando la factura y nosotros tenemos un deber histórico con ellos. 

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Pero los venezolanos no están llegando a un mejor país… 

Si miramos esto desde el punto de vista continental, hay que decir que comparativamente Colombia es el país que más ha acogido a los venezolanos en América Latina. Pero hay que entender que esta es una migración entre pobres. Los que van a Estados Unidos o los que llegan de Siria a Francia o los que llegan de Pakistán a Inglaterra o incluso los que llegan a Australia son personas que vienen huyendo de países pobres a unos con estabilidad económica y en hay derechos de sanidad y de educación para los hijos. 

Aquí es una migración terrible porque están huyendo de un país pobre y llegando a un país pobre, que tiene todavía muchos problemas de seguridad, a pesar de la firma de los tratados de paz, que tiene muchos problemas relacionados con el narcotráfico, que tiene violencia urbana, violencia sexual y una serie de problemas de necesidades básicas insatisfechas-. 

El problema es que la migración es muy masiva y las condiciones en las que está llegando la gente son muy precarias, la gente que está llegando últimamente es la gente que aguantó lo más posible la crisis venezolana, luego no es la migración escogida, planeada, sino la migración por supervivencia. Y a pesar de los esfuerzos que ha hecho tanto las entidades gubernamentales como las ONG o Naciones Unidas, llega un punto en que se está generando una situación de rechazo. 

¿Qué cambia en la mente de una persona que deja la casa, la vida y empieza desde cero en otro país?

Cuando llegamos a un ambiente que no tiene nada que ver con nuestra filiación, con nuestro sentido de pertenencia, con nuestra historia personal y familiar, hay todo un fenómeno psicológico que se llama el desarraigo. Luego está el sentido de la supervivencia. Entonces la gente en situación de desarraigo tiene que pegarse de lo que sea. Lo primero que la gente hace es buscar a los familiares, los amigos, los que se parezcan. Pero la sociedad que acogen, que en realidad no los acoge, les impone una serie de criterios en donde lo que tienen que hacer es desarraigarse de sus orígenes para poder sobrevivir. 

Esto lo hemos estudiado mucho en Médicos sin Fronteras con Marie Rose Moro, que es una psiquiatra y antropóloga que trabajó mucho tiempo con nosotros y que hizo muchos estudios de lo que ella llamó la segunda y tercera generación de migrantes en Europa, que venían de África, y demostró cómo ese desarraigo es súper dañino psicológicamente. Es decir, lo que termina pasando es que la segunda generación de migrantes terminan metidos en delincuencia, consumo de sustancias, alcoholismo temprano, comienzan a odiar sus orígenes para afianzarse de una manera a las malas al arraigo de la sociedad de acogida, que les impone unas condiciones de vida, incluso a veces unos cambios de religión, hablar otra lengua. 

Al rechazar sus orígenes pierden un factor de protección muy importante y terminan mal. De hecho, muchos de los partidos de derecha más segregacionista y discriminatoria en Europa están compuestos por gente que no es blanca ni aria, sino segundas generaciones de migrantes, igual que los latinos que siguen a Trump. 

Las segundas generaciones entonces se arraigan a unos principios que no les pertenecen pero les convienen, porque tienen que sobrevivir.

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¿Cómo se ve eso en la migración venezolana?

Eso aquí nos va a cobrar una factura importante porque hay dos temas con los niños migrantes venezolanos que nos preocupan muchísimo. El primero son los niños migrantes que están en condiciones muy difíciles. Colombia no les puede garantizar ni educación ni salud. Y, dos, los niños dejados atrás, hijos de migrantes que parten y dejan a los niños solos en Venezuela. Allá tenemos menores que están al cuidado de un hermano de 12 años o de una tía o de un vecino; pero hay niños que están absolutamente solos, que no tienen cómo vestirse, que no tienen cómo arreglarse, que dejan de ir al colegio porque no tienen papás. Y a veces terminan migrando también en compañías de otros familiares o terminan siendo presas de abuso sexual, de tráfico de menores... es terrible. 

¿Cuáles son esos problemas de salud mental en migrantes de primera generación?

Además de ansiedad o depresión, el desarraigo y el duelo. La persona que migra por que le toca, enfrenta un duelo, un fenómeno afectivo, lo que más encontramos es depresión en todas las edades, trastornos de ansiedad, hemos encontrado personas con temas de consumo de sustancias y alcohol que no lo tenían antes, gente que se quiere matar, que prefiere morirse que seguir en este proceso. Obviamente hay temas médicos muy importantes como la desnutrición, vacunación, enfermedades de transmisión sexual, enfermedades respiratorias, eso es típico en fenómenos migratorios. Pero la salud mental posiblemente es lo más grave. 

¿Cómo se trabajan estos problemas?

Es difícil pero lo estamos haciendo. MSF tiene en todo el mundo unos protocolos para trabajar con migrantes. Uno de nuestros puntos claves de acción es población y movilidad. Tenemos centros de acogida para migrantes en Europa, tenemos programas de rescate en el Mediterráneo, tenemos todo el acompañamiento de los migrantes en México y en Centroamérica. Básicamente lo que hacemos es reconocer que la población migrante está en un altísimo riesgo y una altísima vulnerabilidad y eso implica un riesgo físico de su vida y un riesgo psicológico de su futuro y de sus capacidades para poder sobrevivir y para poder afianzarse en un lugar de acogida. 

Desde el punto de vista psicológico lo que hacemos es un acompañamiento pues el bienestar psicológico de manera importante. En algunos casos pierden la capacidad de decidir por ellos mismos, la de observar y tomar adecuadas decisiones, porque la migración genera unos fenómenos psicológicos que son muy graves, como someterse a riesgos, entregar a sus hijos, entrar a hacer trabajos sexuales, cosas muy complejas. Entonces lo que intentamos es acompañar a la gente para devolverle la dignidad al migrante desde el punto de vista psicológico y que ellos sean capaces de tomar sus propias decisiones adecuadamente. 

El tercer punto tiene que ver con el acceso a información, que va desde saber dónde puede ir a solicitar un asilo hasta saber cómo se llena un papel y cuáles son las ONG que trabajan en eso, Por lo que trabajamos en red con estos organismos y les damos esa información. Para que la gente conozca sus derechos, también tiene que ver con la dignidad humana pero más legal. Esos tres pilares los hacemos en todos los proyectos que tenemos en migración, incluyendo Colombia. 

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¿Cuáles deben ser las actitudes por parte de un migrante para disminuir los efectos negativos de migrar?

Es difícil porque el migrante no quiere migrar. Hay que entender que la gente no migra porque se le da la gana sino porque no quiere morirse en su país. La gente huye triste, brava, molesta. Lo primero es decirles que ese proceso, que es doloroso y difícil, ojalá lo planearan. Que pensaran de alguna manera cuáles podrían ser las mejores opciones de ese proceso migratorio, que se informen y lo entiendan, que busquen la manera menos traumática y con menos riesgos de hacerlo.

Segundo, que no confíen. Esto es un negocio más rentable que el narcotráfico. Hay capos con el poder de Pablo Escobar que manejan rutas y líneas de migración y que les cobran millones de dólares a los migrantes. La gente que rescatamos en el Mediterráneo ninguna se va gratis. Todos han pagado al menos 10.000 euros cada uno a una mafia de miserables que saben que los están exponiendo a morirse o de calor en el sol o que se ahogan o incluso los arrojan al mar, como los arrojan aquí en Latinoamérica, como los abusan sexualmente o como se los entregan a la migración. 

A veces la gente desconoce cosas tan sencillas como lo que necesita en el sitio de migración. Migran pensando que pueden llegar a Chile en dos días y eso es absolutamente imposible, la gente migra pensando que los van a recibir con aplausos. El fenómeno migratorio es muy complejo, en el que la gente debería estar más preparada para poder asumirlo. 

¿Cómo están los índices de suicidio?

Altos. En la población migrante el tema del suicidio es una gran preocupación. Las estadísticas no son muy confiables porque este tipo de cosas la gente no las cuenta. Muchas veces después de varias terapias con migrantes es que te cuentan que preferían morirse en el camino. Además, hay un fenómeno especialmente en el joven que son impulsivos y en situaciones extremas a veces prefieren enfrentar la muerte que tener que sufrir situaciones dolorosas o inciertas. 

Estamos agrupados con MSF en Europa, México, Colombia y Nauru, porque nuestros colegas de Australia fueron los que nos alertaron sobre la problemática. Entonces realmente estamos interesados en medir eso. 

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¿Cómo conseguir desarrollar actitudes positivas en los colombianos para recibir mejor a los migrantes?

Al principio, antes de que la población fuera más masiva, los mismos venezolanos reconocían que frente a otras latitudes la acogida de los colombianos era mejor. El problema es que se ha caído un poco en esta retórica nacionalista y hay que tener mucho cuidado con el mensaje de los medios de comunicación, porque cada vez que sale una noticia de que alguien robó se hace énfasis en que es venezolano como si aquí no hubiera delincuencia ni ladrones. No podemos caer en lo mismo en que está cayendo Donald Trump, en que la culpa es del otro y del extraño. Aquí ha habido ladrones, delincuentes, secuestro y muchos más problemas que los que ha tenido Venezuela históricamente. 

Venezuela no tiene 10 años con estos problemas de migración. Nosotros llevamos 60 años de conflicto, no vamos a echarle la culpa a los demás. El migrante siempre trae consigo cosas buenas, constructivas y que pueden enriquecer la cultura, el dinamismo y la economía del país de acogida. 

Eso no quiere decir que la gente no tenga miedo, el miedo al extraño es normal, pero eso no significa que no lo puedas conocer o que no puedas construir con él, o acogerlo de alguna manera. 

¿Cómo cambia nuestra forma de pensar al ser quien recibe a los migrantes?

Es importante reconocer que hay un temor inherente a la diferencia desde el punto de vista psicológico. Y que ese temor solamente se vence y se construye en la medida en que conozcamos al otro. Cuando el temor lo que hace es afianzarnos en nosotros mismos y no permitir que entre el diferente o el extranjero, perdemos una oportunidad y el resultado es uno en el que aumentamos el miedo. 

*Este artículo se realizó gracias a la beca Rosalynn Carter para Periodismo en Salud Mental 2018

Por Nicolás Marín Navas

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