La historia de la aguja de Notre Dame que fue custodiada por los 12 apóstoles durante siglos

Uno de los símbolos de la catedral, que hoy arde en el centro de París, fue reformada más de dos veces desde su creación. La última vez que fue reparada fue en 1786 por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc.

- Redacción Internacional
15 de abril de 2019 - 08:03 p. m.
La aguja de la catedral, el plena restauración, antes del incendio de este lunes 15 de abril. / AFP
La aguja de la catedral, el plena restauración, antes del incendio de este lunes 15 de abril. / AFP

La aguja de la catedral de Notre Dame se derrumbó hacia la una de la tarde de este lunes 15 de abril. El fuego, que inició unos minutos antes del colapso, arrasó con la parte más alta de uno de los símbolos más importantes de la Iglesia Católica y uno de los referentes clásicos de la arquitectura gótica francesa.

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Los bomberos de la ciudad trataron de todas las maneras posibles evitar la destrucción de la aguja, pero fue imposible. Ahora tratan de mermar algo de las llamas que se han propagado por el resto de la edificación, que ya llegan a la emblemática fachada. Aunque todavía no son claras las repercusiones la estructura, lo que sí es claro es que, con la caída de la aguja, se ha perdido un emblema de la ciudad y de la cultura occidental.

La “Flèche”, como la conocían los franceses, pesaba 750 toneladas y estaba construida encima del crucero y el altar de la iglesia. Según la historia de su construcción, es probable que los primeros arquitectos de la catedral hayan terminado de poner la última piedra de la aguja en el siglo 13, entre los años 1220 y 1230. Pero el viento que la azotó durante por lo menos 500 años la debilitó, la inclinó y en 1786, la ciudad de Paris, ingenieros y arquitectos resolvieron desmontarla para evitar un daño mayor que, ante un eventual colapso, pudiera afectar el resto de la edificación.

Eugène Viollet-le-Duc fue el arquitecto que, en el siglo 19, se atrevió a retomar las tareas para devolver la aguja al techo de la catedral. Además de restaurarla, se ingenió un nuevo plan para recrear otras escenas de la Biblia que podían quedar en la parte alta de la iglesia. Fue así como introdujo materiales como el roble y el plomo para poder moldear el pico de 90 metros que estuvo erguido hasta hoy. El diseño de Viollet-le-Duc propuso que la aguja estuviera rodeada de estatuas en cobre de los 12 apóstoles, organizados en cuatro grupos de tres, cada uno apuntando a un punto cardinal.

(En fotos: la catedral de Notre Dame arde en París)

El detalle de la aguja era sublime. Además de adecuar las estatuas como símbolo de protección en todos los ángulos de la iglesia, el arquitecto estipuló que cada uno de los grupos tendría un animal representativo de los cuatro evangelistas: el novillo de San lucas, el león de San Marcos, un águila para San Juan y un ángel para San Mateo. Las estatuas y los animales fueron ubicados mirando hacia la ciudad de Paris, para reforzar la idea de defensa de la catedral, excepto uno: la de Santo Tomás, santo patrón de los arquitectos que, además de tener características físicas de Viollet-le-Duc, estuvo durante casi dos siglos mirando hacia arriba, hacia la aguja.

Por encima de los apóstoles, justo en la punta de la aguja, el arquitecto adecuó una veleta de viento. Tiempo después de la restauración, en 1935, el arzobispo Verdier dispuso que en el pico de la iglesia se debía adecuar un espacio simbólico para proteger a la congregación de rayos y de cualquier otro daño. Con ese propósito, hasta hoy estuvo un pequeño pedazo de la corona de espinas, y las reliquias de Denis y Santa Genoveva, los santos de Paris, sin que el deseo del arzobispo se hiciera realidad.

Por - Redacción Internacional

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