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La humanización de los procesos migratorios

La importancia de las migraciones internacionales no está en los números, sino que reside, principalmente, en las consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales que derivan de este fenómeno, ya sea en los países de origen, en los de destino o en los países de tránsito.

Camila Escudero/Latinoamérica21
06 de mayo de 2021 - 01:28 p. m.
No se trata de números, sino de personas, por lo que la migración no puede limitarse a contenidos económicos o estadísticos.
No se trata de números, sino de personas, por lo que la migración no puede limitarse a contenidos económicos o estadísticos.
Foto: AFP - Agencia AFP

El desplazamiento de personas a través del espacio geográfico, temporal o permanentemente, es una parte intrínseca de la historia de la humanidad. No es un fenómeno, una acción esporádica o algo externo. Es un proceso constitutivo. La visión de este ir y venir es estratégica para comprender las más variadas realidades y transformaciones sociales.

Los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) muestran que, entre 1970 y 2019, el número estimado de inmigrantes en todo el mundo pasó de 85 millones a 272 millones de personas, aproximadamente. Esta cantidad ya ha superado las proyecciones realizadas para el año 2050, que estimaban algo así como 230 millones de personas viviendo fuera de sus lugares de origen. En la región de América Latina y el Caribe, los datos de 2017 muestran que 37 millones de personas vivían fuera de sus países, mientras que a principios de siglo, el continente registraba 5,9 millones de inmigrantes.

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Entre tantas cifras, es curioso observar dos aspectos muy concretos. La primera es que los 272 millones de migrantes actuales corresponden sólo al 3,5% de la población del planeta. En el caso de América Latina y el Caribe, el número de emigrantes corresponde al 6,21% de la población, si tenemos en cuenta el número de habitantes del continente en 2010, que era de 596,2 millones, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la ONU. El número de inmigrantes, en cambio, es de aproximadamente el 1% de la población.

La segunda es que, a pesar de los datos estadísticos considerados bajos frente a tantos problemas que asolan el mundo, el impacto de los desplazamientos humanos es innegable en el imaginario social y en la propia cobertura de medios. Siempre hay una opinión formada y, por regla general, controvertida e intransigente, sobre el flujo de inmigrantes venezolanos hacia Colombia, o incluso hacia Brasil (vía Pacaraima), intensificado desde 2015; sobre la separación de padres e hijos de inmigrantes latinos en pleno gobierno de Donald Trump; y sobre las caravanas de personas provenientes de El Salvador, Nicaragua Guatemala hacia la frontera mexicana con Estados Unidos, en 2019. Sólo por citar casos recientes de gran repercusión que afectan a nuestro continente.

Los impactos multidimensionales de las migraciones

El hecho es que la importancia de las migraciones internacionales no está en los números, sino que reside, principalmente, en las consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales que derivan de este fenómeno, ya sea en los países de origen, en los de destino o en los países de tránsito. Y ello puede estar relacionado con la forma como entendemos los procesos migratorios, al menos en el mundo occidental, desde el período postrevolución industrial: desde el enfoque económico y demográfico. No es casualidad que el registro del primer estudio migratorio sistemático reconocido sea precisamente un análisis realizado por Ernst Georg Ravenstein, en 1885, sobre la supremacía económica que determina la migración en el Reino Unido a partir de los resultados del censo de la época.

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Así, la relación entre el inmigrante y la economía y sus teorías neoclásicas, combinadas con las estadísticas demográficas y el propio fortalecimiento de la idea del Estado-nación como modo de “organización natural” del planeta, comenzaron a enmarcar al inmigrante en el universo del trabajo y la mano de obra. Por eso, el sociólogo argelino Abdelmalek Sayad, uno de los principales estudiosos sobre la temática migratoria, considera una redundancia que se hable de “migrante trabajador”. Como dice en su obra “A imigração ou os paradoxos da alteridade”, el emigrante es esencialmente una fuerza de trabajo. Es importante destacar que siempre ha habido una preocupación por la justicia, en la perspectiva del Derecho Internacional, o incluso de los Derechos Humanos, despertando diversas miradas para estas cuestiones, pero, especialmente en esta última área, todo es aún muy embrionario.

Avances y tareas pendientes respecto al tratamiento de las migraciones

La verdad es que la realidad actual esconde la complejidad de los desplazamientos humanos, lo que impone la necesidad y la urgencia de entender los flujos migratorios, además de las cuestiones económicas o los datos estadísticos. En este sentido, es famosa la frase del sociólogo suizo Max Frisch: “Queríamos trabajadores, pero vinieron personas”. Así, la mirada sobre el tema necesita ganar otras perspectivas, destacando la multiplicidad de interacciones sociales, simbólicas y culturales de los procesos.

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Hay avances significativos en estos aspectos. Desde las propias visiones que auguraban la asimilación y aculturación del extranjero en el nuevo territorio, hoy se observa y se dice mucho sobre la interacción, la integración, la acogida, las interseccionalidades. Existen estudios avanzados sobre las redes migratorias, las fronteras, la desterritorialización, el transnacionalismo, la interculturalidad, entre otros temas que se imponen como procesos de diálogo constante, en los que se garantiza la diversidad de perspectivas en la comprensión de la movilidad humana.

También hay transformaciones en los puntos de vista sobre los caracteres constitutivos de los flujos migratorios, como el papel de la mujer y la familia, los descendientes de migrantes y las generaciones siguientes. Llama la atención, además, la preocupación por cuestiones como el retorno, la trata y el tráfico de personas, la doble o triple pertenencia legal, además de puntos que requieren mayor sensibilidad, como las transformaciones de identidad, la pertenencia religiosa y cultural, los trastornos y traumas psicológicos, etc.

No se trata de números, sino de personas, por lo que la migración no puede limitarse a contenidos económicos o estadísticos que se presten a conclusiones definitivas. Es urgente humanizar los procesos migratorios. Al fin y al cabo, emigrar no es llegar. Es caminar.

Periodista, doctora en Comunicación por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), con un periodo de investigación en el Programa de Estudios Latinoamericanos y Latinos de la Universidad de Illinois en Chicago (UIC). Especialista en estudios de migración.

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Por Camila Escudero/Latinoamérica21

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