La “inminente” guerra con Venezuela

En medio de la severa crisis política que empeora cada día, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, insiste en que Colombia es el enemigo. Así se evitó una confrontación con los vecinos en 1987.

Ronal F. Rodríguez *
30 de agosto de 2017 - 05:14 a. m.
Civiles  participaron en los  ejercicios militares del fin de semana en Caracas.  / EFE
Civiles participaron en los ejercicios militares del fin de semana en Caracas. / EFE
Foto: EFE - Miguel Gutiérrez

Durante la crisis de la corbeta Caldas en agosto de 1987, hace 30 años, los canales diplomáticos entre Colombia y Venezuela se rompieron y la confrontación bélica parecía inminente. El entonces embajador colombiano en Caracas, Pedro Gómez, buscó entre sus amigos y aliados venezolanos establecer un canal de comunicación con el entonces canciller, Simón Alberto Consalvi.

Recurrió al presidente del Congreso, a los directores de los principales medios de comunicación, a todos los hombres poderosos que podían ponerlo en contacto con el líder de la política exterior venezolana, pero todo fue en vano, ninguno de ellos lograba establecer el canal de comunicación para evitar la guerra entre las naciones hijas de Bolívar.

En un acto desesperado y dejando de lado el protocolo, que en las relaciones internacionales suele ser vital, llamó directamente a la residencia del canciller Consalvi, le contestó una mujer y él se identificó como “Pedro Gómez Barrero embajador de la República de Colombia, quien necesita hablar de carácter urgentemente con el excelentísimo señor canciller venezolano”. Del otro lado del teléfono se escuchó un grito de alegría que decía: —Mi embajador—.

Al embajador Gómez, quien había explicado a los hombres más poderosos de Venezuela la necesidad de establecer un diálogo para evitar la guerra, no le importó dar una vez más sus argumentos, pero esta vez a una humilde empleada que prestaba sus servicios en la casa del canciller, como lo hacían miles de compatriotas que migraron a Venezuela buscando ganar en bolívares el sustento de sus familias.

Del otro lado de la línea la voz de la mujer asentía:

— Sí, mi embajador.

— Claro, mi embajador.

— Desde luego, mi embajador.

Al finalizar la exposición del embajador colombiano, se escuchó un silencio por unos segundos. Después aquella desconocida colombiana que salió de su país buscando un mejor destino, seguramente con la amargura de aquellos que se van porque les toca buscar en otro país la oportunidad que el suyo les niega, respondió:

—Deme media hora, mi embajador.

Media hora después, el canal de comunicación entre el Estado colombiano y el Estado venezolano se restableció. Se inició la negociación que evitó la guerra entre los dos países y que apartó el tema de la delimitación de las zonas marinas y submarinas del centro de la relación bilateral dando lugar al comercio que fue tan fructífero para ambos países en los noventa y en la década pasada.

Quizás una humilde migrante en tierras venezolanas evitó la confrontación entre los países hermanos y aupó el resurgimiento de la hermandad.

Puede que el gobierno de Nicolás Maduro insista en hipótesis de guerra en las cuales Colombia es el enemigo, incluso puede armar niños y ancianos y obligarlos a gritar consignas guerreristas, pero entre Colombia y Venezuela siempre existirán más ciudadanos dispuestos a defender la paz entre los pueblos desde sus humildes posiciones.

Profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, director de “Esto no es una frontera, esto es un río” de @urosarioradio y presidente de la Fundación Surcontinente.@ronalfrodriguez

Por Ronal F. Rodríguez *

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