La mujer más poderosa del mundo sólo les teme a los perros

Hoy se celebran las elecciones generales en ese país, que de nuevo le darían el triunfo a la Unión Demócratica Cristiana y a su líder, la canciller Ángela Merkel, quien, según las encuestas, ganará por cuarta vez, ratificando la vigencia de su liderazgo.

Mariangela Urbina Castilla
24 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.
Ángela Dorothea Merkel ha gobernado Alemania, y algunos dicen que toda Europa, durante siete años. / AFP
Ángela Dorothea Merkel ha gobernado Alemania, y algunos dicen que toda Europa, durante siete años. / AFP
Foto: AFP - CHRISTOF STACHE

Hay que escarbar mucho para encontrar a la canciller alemana hablando de sí misma. Dice The Economist que es tan inescrutable como las esfinges, las divas y las reinas. Por eso, aunque fue vaga y confusa, llama la atención que, en una entrevista en el 2009, se atreviera a describirse: “Merkel es Merkel: con todos los riesgos y con todos los efectos secundarios”.

Merkel no entró en las dinámicas del mundo de la exposición a las que varios de sus homólogos, de generaciones más jóvenes, les han seguido el juego. Los franceses y el resto del planeta conocen todos los detalles de la historia de amor de Emmanuel Macron, presidente de Francia, con su esposa. También es de amplio conocimiento la fascinación de Justin Trudeau, mandatario canadiense, por el yoga y el boxeo. Hemos visto las fotos de sus matrimonios, los hemos escuchado hablar innumerables veces sobre sus familias, sus gustos y sus anécdotas de infancia. Nadie sabe qué le gusta a Ángela Merkel.

Pero no ha necesitado exponerse. De hecho, tanta reserva ha jugado a su favor. Ella sabe cómo es su gente. Hernán Caro, doctor en filosofía de la Universidad Humboldt de Berlín, cree que, en medio de la falta de información, la idea que los alemanes han construido sobre Merkel se parece mucho al ideal que tienen de sí mismos.

“Ella, podría decirse, representa el estereotipo del alemán: distante, frío”, comenta Ralf Leiteritz, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario y egresado de ciencia política de la Universidad de Potsdam en Alemania. Por eso, agrega, los alemanes la han apodado “Mutti” (mamá). Con todo lo que la palabra mamá implica: confianza, respeto, seguridad, continuidad.

La continuidad política es todo un tema para los alemanes. En la historia de la República Federal Alemana, según un informe de RTVE, sólo se ha presentado un cambio total en el gobierno, a menos que alguno de los partidos forme una coalición nueva.

En 1998, la coalición de los socialdemócratas y los Verdes terminó desplazando a la anterior, integrada por el CDU y el Partido Liberal. Gerhard Schröder, quien lideró la alianza ganadora, ni siquiera habló de cambio. De hecho, sostuvo en repetidas ocasiones que no quería hacer todo distinto, solo hacer algunas cosas mejor.

En la oficina de Ángela Merkel (escogió una sala de juntas) hay un cuadro enorme de Konrad Adenauer, quien hizo campaña diciendo: “seguridad, no a los experimentos”. Y con los resultados sobre la palma de las manos, es decir, con un país que crece económicamente de manera sólida, que tiene lo que necesita, pues difícilmente alguien pensaría en arriesgarlo.

Además, en el panorama de un Reino Unido aislado tras el brexit, con un joven y aún desconocido presidente francés y un errático mandatario estadounidense, que pasó de protagonizar un reality show a la presidencia, Merkel es la llamada a sostener la sobriedad y la certidumbre.

“Una personalidad como la de Merkel nunca triunfaría en un país como Colombia”, agrega Leiteritz. “No tiene el carisma al que están acostumbrados”. Pero sí tiene el método que heredó de la ciencia. Merkel es física y su primer trabajo fue como química en la Academia de Ciencia en Alemania Oriental. Los periodistas Alan Crawford y Tony Czuczka le dedicaron 4.899 páginas a escribir sobre ella y creen que su entrenamiento científico se ha notado en sus decisiones políticas, sobre todo en las relacionadas con “asumir el liderazgo de Europa”. Cuando la crisis del euro sonaba que Merkel era, para muchos, la presidenta del continente. Merkel salvó el euro y, a pesar de las críticas, a Grecia del colapso. Dijo en su momento: “Solo si Europa se mantiene unida, seremos capaces de derrotar el terrorismo, el crimen organizado y la inmigración ilegal”.

Sus críticos hablan de la desigualdad en Alemania, de los riesgos de depender de la exportación para la economía interna, dicen que la defensa de la austeridad en los tiempos de la crisis frenó la economía europea.

Hace dos años, cuando decidió abrirles la puerta a 89 mil personas —aunque la cifra siguió en aumento, superando actualmente un millón de ellos—, en medio de la crisis siria, su popularidad tocó el piso. “Si pudiera devolver el reloj, lo haría”, dijo refiriéndose al tema. Pero Leiteritz advierte: “Ella nunca se arrepintió de la decisión en sí. Se arrepintió un poco de la manera de acoger a los inmigrantes bajo afán”.

Caro cree que en ese momento Merkel perdió apoyo sobre todo en los espacios más conservadores de la política germana, lo que posibilitó el resurgimiento de partidos nacionalistas y, en sus palabras “claramente neo-nazis”. Por su parte, Leiteritz agrega que, no obstante, esto le facilitó ganar nuevos apoyos en sectores de la izquierda y del centro político.

Y hoy va a ganar de manera abrumadora, se recuperó, se levantó del suelo. Dijo Merkel en un discurso durante la campaña para su reelección del 2013: “Ustedes me conocen”. Pero la verdad, la conocen poco.

Sin embargo, hay algunas cosas vagas que han narrado sus biógrafos. Crawford y Czuczka contaron que su padre había sido un pastor luterano. Se sabe, por ahí, que le gusta la ópera y que de vez en cuando le prepara sopa al marido, quien se ha dedicado a existir bajo su sombra. Se sabe, en medio de la ausencia casi absoluta de anécdotas, que Merkel le tiene miedo a algo: a los perros.

Vladimir Putin y Ángela Merkel tuvieron que reunirse en el 2007, en casa de él, para hablar de suministros de energía. La relación entre ambos líderes siempre ha sido tensa, más aún tras las intervenciones rusas en Ucrania. El pánico que la mandataria siente por los perros fue obvio para Putin y entonces llamó hacia él a una de sus mascotas. Merkel contó días después que les teme desde que alguno la mordió en 1995 y que, evidentemente, Putin tenía que hacerlo para “probar que era un hombre”. “Está asustado de su propia debilidad”, anotó.

Tras ganar estas elecciones, en enero de 2019 y por encima de Konrad Adenauer y Helmut Kohl, Merkel será la canciller que más tiempo ha durado en el poder en la historia de Alemania, después de la posguerra. Pudo con la crisis del euro, con la crisis siria y con su temor a los perros. Parece poco o nada lo que le quede grande a Ángela Merkel.

 

Por Mariangela Urbina Castilla

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