Esta semana el presidente de Colombia Iván Duque anunció con bombos y platillos que junto con el presidente chileno Sebastián Piñera estaban pensando en formar un nuevo bloque de integración sudamericano en detrimento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que de acuerdo con el canciller colombiano Carlos Holmes Trujillo es "un cadáver insepulto".
"Hemos venido avanzando en ese final de Unasur y la creación de Prosur, que más que una organización burocrática o al servicio de un Gobierno particular, sea un mecanismo de coordinación suramericano", afirmó Duque a través de una entrevista radial.
Hace casi dos años que la Unasur se encuentra en una crisis que parece no tener salida. Desde el 31 de enero de 2017 el organismo no tiene un secretario general y desde entonces, algunos de los países que la promovieron en sus inicios han cambiado de gobierno, y con ello, de postura ideológica.
Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú comunicaron en abril del año pasado su decisión de no participar en este grupo, conformado también por Ecuador, Guyana, Surinam, Uruguay y Venezuela. La retirada en abril del año pasado de la mitad de sus miembros, junto con las críticas en contra del gobierno de Venezuela, uno de sus principales promotares, debilitaron aún más al organismo, a los que políticos y exdiplomáticos conservadores quieren verle disuelto.
En entrevista con El Espectador, el expresidente de Colombia y último secretario general de Unasur, Ernesto Samper Pizano, cuestiona las intenciones de los presidentes Duque y Piñera de crear un nuevo organismo multilateral y explica por qué es necesario que Unasur sobreviva.
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¿Cómo ve la decisión de Colombia de promover un nuevo organismo diferente a Unasur?
No la entiendo mucho, sobre todo porque Colombia no ha terminado su proceso de salida de Unasur. El gobierno simplemente anuncio su deseo, pero ese es un proceso difícil y costoso y que en este momento no se ha hecho.
El tema no es de crear más mecanismos de integración, sino de que haya una voluntad de integración. En este momento existen cerca de ocho mecanismos de cooperación subregional en la región, que compiten entre sí y les cuestan a sus países. El Alba, Mercosur, la Celac, la Alianza del Pacifico, por no hablar de la OEA, que está en crisis.
Creo que lo que hay detrás la crisis de Unasur y las crisis de Mercosur y el Alba es que hay un choque de dos visiones de integración: la neoliberal, que reduce la integración regional a un tema de aprobación de tratados de libre comercio; y la progresista, que busca fortalecer la movilidad dentro de la región, de las personas, de los bienes, de los capitales y de los flujos de información.
¿Cree que dejar Unasur es un error por parte no solo de Colombia, sino de los demás países de la región?
Lo que he podido captar es que no hay una disposición de los demás países de terminar con Unasur. Hoy existe una dificultad pasajera: Unasur está en crisis, paradójicamente, por lo mismo que permitió que naciera, que es la ley del consenso. Los 12 países miembros deben estar de acuerdo para tomar las decisiones y la incapacidad de renovar a mi sucesor porque no hay un acuerdo de los países alrededor de los candidatos es lo que la está matando.
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¿Cuáles son los éxitos que puede destacar de la gestión de Unasur?
Unasur nació como un acuerdo político para defender tres principios: paz, democracia y derechos humanos. En todos esos campos hay intervenciones exitosas de Unasur en estos 12 años. Algunos de ellos, por ejemplo, fueron la erradicación de las armas nucleares en la región, la consolidación del Proceso de paz en Colombia, la solución de escenarios de ruptura política, como el que ocurrió en Bolivia. Además, están los de continuidad democrática, que, con el Consejo Sudamericano Electoral, integrado por los órganos electorales de los 12 países, ha enviado 16 misiones que han permitido vigilar y refrendar más de 110 procesos electorales en toda Sudamérica.
De alguna manera, Unasur logró incluir la superación de la desigualdad en todas sus políticas públicas, no en vano en estos años la pobreza ha logrado disminuir en más de 120 millones de personas, frente a lo que dejo la experiencia neoliberal de más de 180 millones de pobres.
Otros aspectos para resaltar fueron la creación de los consejos sudamericano de salud, educación y el de defensa, que reemplazó al consejo interamericano de defensa.
¿Y los fallos?
Unos temas estructurales que no lograron superar. El hecho de que todas las decisiones requirieran los votos de los 12 países, le dio el poder a uno o dos países a que se convirtieran en ovejas negras, que dejaran de ser países votantes a vetantes, como sucedió en su momento con Paraguay. Creo, además, que se ha debido fortalecer más a la secretaria general, pues la presidencia rotativa debilitó este cargo. Y sin duda, algo que no existía en el pasado, es que Unasur se comenzó a manejar ideológicamente. Por eso, ahora que la integración es una batalla ideológica, Prosur es una nueva muestra de ello.
Unasur se comenzó a manejar ideológicamente. Por eso, ahora que la integración es una batalla ideológica, Prosur es una nueva muestra de ello. Foto: EFE/AFP
¿En qué momento se da este quiebre?
Hoy la mayoría de los países parecen estar identificados con el concepto de integración neoliberal, que reduce la integración a acuerdos de libre comercio y se sintoniza con la agenda de Estados Unidos. Esto no deja de ser una gran paradoja en momentos en que la agenda estadounidense es hoy una agenda anti latinoamericana, como se puede ver con las prioridades del gobierno de Trump con el muro, la persecución a los migrantes y el desprecio por el calentamiento global.
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Usted ha defendido la permanencia de Unasur ¿No siente que ha sido un defensor solitario de la organización?
De hecho, creo Colombia se ha quedado más sola que yo. No veo en la región haya una voluntad real de acompañar la salida de Unasur, lo que a mi juicio fue una decisión precipitada y con el objetivo de atender las razones del expresidente Uribe y obtener una especie de revancha frente a Venezuela. Pero aquí se ha tratado de entender la crisis de Unasur y la de Venezuela como una sola y esto es un error. La de Unasur es la crisis del consenso y se acabó de concretar, no solo por el caso de Venezuela, que sin duda ayudó, sino cuando se da el golpe a Dilma Rousseff, lo que alejó cualquier protagonismo de Brasil en Unasur, el actor más poderoso del bloque y que en Unasur encontró un espacio con todos los países sudamericanos.
Cuando se produce el golpe se deslegitima el papel de Brasil y eso influyo en el debilitamiento de Unasur. Yo espero que cuando Brasil en el mes de abril asuma la presidencia temporal de la organización, en el turno que esta preconvenido, el ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil entienda que Unasur no es un espacio dirimir controversias ideológicas sino para fortalecer la integración.
¿Y qué opinion tiene frente a las declaraciones del presidente Duque cuando dice que Unasur es el “comodín de la dictadura de Venezuela”?
Aquí se han confundido las cosas. La política de Unasur frente a Venezuela fue de promover el diálogo mientras había condiciones para el diálogo. Lo que sucedió en Venezuela es muy complejo y se ha debido analizar en el consejo de cancilleres de Unasur. Para eso se hizo. Pero como en Colombia convertimos la política hacia Venezuela en algo electoral, esto es lo que ha impedido que haya una relación multilateral constructiva. Hoy de alguna manera se ha comprometido la seguridad nacional cuando el gobierno de Colombia se niega a tener un contacto preventivo con Venezuela, como lo hemos tenido en los últimos 40 años. Y es que el caso de Colombia y Venezuela no se puede analizar como con los otros países. Tenemos 2.500 kilómetros de frontera, hay 2 millones de colombianos en Venezuela y 2 millones de venezolanos aquí, hay temas calientes como el narcotráfico y todo eso justificó que en el pasado hubiera una línea de emergencia.
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Pero a Unasur se le ha criticado por supuestamente no haber hecho lo suficiente para prevenir la crisis de Venezuela…
Nosotros desde Unasur comprometimos a los sectores políticos venezolanos, oposición y gobierno, en un dialogo dividido en tres espacios. El primero, coordinado por el expresidente Martín Torrijos, era el del espacio electoral, pedir garantías electorales y la protección de la vida y los derechos de la oposición, así como el manejo no violento de las protestas ciudadanas. Sobre eso hubo avances fundamentales.
El segundo fue el de promover reformas constitucionales en Venezuela, en donde existe un desequilibrio de poderes que está afectando la relación del gobierno con la oposición y que, si la oposición llega a ser gobierno, también podría afectar. El sistema está desequilibrado y buscábamos que se hicieran reformas para garantizar de nuevo los equilibrios. Eso estaba bajo la tutela del expresidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero y sobre eso también había avances muy importantes.
El tercero y último, que era coordinado por el expresidente dominicano Leonel Fernández, era el de la situación humanitaria. Allí se hicieron propuestas fundamentales y de haber escuchado estas iniciativas es probable que la crisis no hubiera llegado a los niveles que llegó.
Pero por más de dos años fue imposible que la oposición se pusiera de acuerdo en una agenda frente al gobierno. La propia división de la oposición y la soberbia del gobierno hicieron que el dialogo se hiciera imposible. Lamento que este haya sido el final del dialogo, pero creo estar, acusado de un falso optimismo, creo que a pesar de las dificultades que se han visto las bases para el diálogo siguen presentes. Esto se trata de que no haya una salida violenta como lo buscan en Colombia y Venezuela algunos sectores.
Y con una Venezuela aislada internacionalmente, ¿cree que pueda darse un nuevo diálogo?
Venezuela debe plantearse una reestructuración de su esquema de equilibrio de gobierno y tendrían que sentarse otra vez con apoyo internacional para acordar unos temas fundamentales y someterlos a una refrendación plebiscitaria para que se pueda superar la situación de aislamiento y de crisis.