‘La vida en Katmandú sigue’

Un rugido de león: así describe la catástrofe ocurrida el 25 de abril. Hoy, en medio de los escombros, relata cómo la vida cotidiana, afectada por una estela de muerte, se reactiva.

Nicolás Eliades Vesga / Madrid
06 de mayo de 2015 - 03:09 a. m.
María Paula Reinbold en sus labores como oficial de educación de la Unicef.  /Unicef Nepal
María Paula Reinbold en sus labores como oficial de educación de la Unicef. /Unicef Nepal

¿Cuándo y cómo llegó a Nepal? ¿Fue difícil?

Llegué el 31 de marzo de 2015, hace poco más de un mes. Tuve que hacer un largo viaje con escalas en París y Abu Dabi. No fue difícil; por el contrario, una semana después de mi llegada ya tenía lo necesario para comenzar: vivienda, teléfono, bicicleta y excelentes compañeros de trabajo.

Usted vivió el terremoto. ¿Qué vio, cómo fue?

Un par de semanas antes de venir a Nepal tuvimos un temblor en Bogotá, así que estaba medianamente preparada. Lo primero que vi y oí fue una puerta de metal moverse, inmediatamente después los pájaros se elevaron y comenzó un fuerte sonido, que parecía el rugir de un león. La tierra comenzó a bailar como si fuera una tabla de surfear en medio de una agitada marea.

¿Y lo primero que sintió?

Ganas de sobrevivir, de analizar todo lo que estaba a mi alrededor y buscar la mejor opción para resguardarme. Recuerdo también que le dije al hombre que estaba a mi lado que respirara profundo para mantener la calma.

Descríbanos lo que está viviendo y lo que vive la gente que la rodea...

Cuando trabajas para una organización como Unicef, sabes que tu responsabilidad es recuperarte y estabilizarte lo antes posible para poder cumplir con lo que te comprometiste, promover la garantía de los derechos de las niñas y los niños. Lamentablemente, en una situación como esta son los más vulnerables.

¿Había vivido situaciones similares?

En Bogotá tenemos temblores con determinada frecuencia. Es una situación similar en alguna medida, pero completamente distinta en otra. Esta experiencia es completamente nueva para mí, no sólo por ver las implicaciones en las personas que fallecieron, que están heridas o perdieron familiares o bienes materiales, incluyendo su casa, sino por la tristeza de la pérdida del patrimonio material que caracteriza a Nepal.

Un caso que le haya llegado al alma...

La belleza me conmueve de una manera muy profunda. Cuando fui esta mañana al campo de desplazados en Tundikhel, los niños me preguntaban todo el tiempo si había comido y si tenía sed. Eso me llega al alma.

¿Los niños se ven particularmente perjudicados?

Los niños, las niñas y las mujeres suelen ser los más vulnerables en una situación como esta, razón por la cual las acciones humanitarias se deben activar de manera inmediata. Es por ello que en Unicef no hemos parado de trabajar. Sin embargo, fue maravilloso ir esta mañana a los espacios amigables para la infancia. Los niños y niñas afrontan la adversidad de una manera inspiradora: estaban jugando, cantando, dibujando y practicando algunos deportes. Nuestra responsabilidad es facilitarles esos espacios que permiten canalizar sus emociones y potencializar actitudes resilientes.

¿Qué pasará con las víctimas huérfanas tras el desastre?

Nepal tiene una gran ventaja y es que las familias son extensas y se apoyan entre sí. Eso permitirá que muchos de ellos continúen en espacios protectores y con fuertes vínculos afectivos.

¿Cómo siente a los nepaleses? ¿Cómo están asumiendo el reto, el trauma, la tragedia?

Es una situación muy difícil. Las zonas rurales son las más afectadas y en algunas aldeas las personas lo perdieron todo: casas, colegios para sus hijos, cultivos, todo. No obstante, los círculos solidarios se activan y se trata de mantener la calma. En Katmandú poco a poco se activan el comercio y la cotidianidad.

¿Juega algún papel la espiritualidad hindú (y, aunque menos, budista) por la cual es famoso el país? ¿Hace que se asuma de manera distinta una tragedia?

Cuando he tenido la oportunidad de caminar por los barrios tradicionales, incluso al día siguiente del terremoto, veo ofrendas en las puertas y en los templos que no se destruyeron. El papel de la espiritualidad es fundamental. Se siguen viendo velas y flores al son de cantos espirituales.

¿El ánimo es de perseverancia o de pérdida y tristeza total? ¿Hay alguna forma de esperanza?

Mi mamá siempre dice que la esperanza es lo último que se pierde. Es muy doloroso ver cómo un país se enfrenta a una situación como esta, pero al mismo tiempo es maravilloso ver la manera como lo enfrenta. Tal como le comentaba, las ofrendas a los dioses continúan, los niños y niñas están ansiosos de seguir aprendiendo, cientos de vidas siguen llegando, la vida continúa y quienes habitan este país demuestran una continua perseverancia en conservarla.

¿Se nota la reacción internacional?

Profundamente. Tienen que ver cómo llegan todos los días equipos de apoyo del mundo entero. Son profesionales que están preparados y saben lo que hacen; son expertos, profesionales. Ahora necesitamos que el apoyo continúe para darle respuesta a la emergencia y posteriormente a la reconstrucción de Nepal.

¿Cómo es el día a día de Katmandú hoy? ¿La vida sigue o está todo paralizado?

La vida sigue. Poco a poco se ve cómo la ciudad reactiva lo necesario para darle bienestar a la población (servicios básicos, luz, agua, teléfonos), el comercio y el tráfico se activan, etc. 

Por Nicolás Eliades Vesga / Madrid

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