Las muchas Europas que van a las urnas

Ultranacionalistas y neoliberales lideran la carrera por las 751 curules del Parlamento Europeo. La abstención y la apatía, el telón de fondo de una jornada en la que se decide el destino del continente.

Ricardo Abdahllah / París
23 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.
Las muchas Europas que van a las urnas

“Emmanuel Macron es el mejor enemigo de Marine Le Pen y viceversa. Los dos se necesitan para existir políticamente”.

Las elecciones que comienzan hoy y se extenderán hasta el próximo domingo implican 28 países, 24 idiomas y 512 millones de personas, pero para el analista político Pierre Haski, el duelo que protagonizan los dos candidatos a las últimas elecciones presidenciales francesas funcionan como ejemplo de la campaña que se vive desde Portugal hasta Rumania.

Por un lado están los proeuropeístas y partidarios de una economía ultraliberal, de quienes Macron se ha convertido en el vocero en cada uno de sus discursos, y, como contrincantes, los nacionalistas, liderados por Le Pen, el húngaro Viktor Orban y el austríaco Sebastian Kurtz, que buscan ocupar el máximo de curules posibles para reformar o, en el peor de los casos, dinamitar, desde adentro, una institución que consideran culpable de los males de sus países miembros.

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“Puede parecer paradójico, pero no hay que olvidar que estas elecciones tienen implicaciones locales. Tanto los proeuropeos como los euroescépticos saben que una victoria en las elecciones parlamentarias puede ser capitalizada como una validación de lo que están haciendo en sus respectivos países y en ese sentido un primer paso para las próximas elecciones nacionales”, analiza Haski.

Que se puede odiar a la Unión Europea, hacer campaña alrededor de su reducción e incluso desintegración y aun así encabezar las intenciones de voto para el Parlamento Europeo no solo lo prueba el hecho de que la lista del partido de Le Pen, encabezada por el joven de 24 años Jordan Bardella, lidera las encuestas en Francia, sino que el Partido Brexit, del ultraderechista y ferviente antieuropeo Nigel Farage, puntee en el Reino Unido, que, junto a los Países Bajos, inaugura hoy las votaciones. Irlanda y la República Checa votarán mañana; el sábado, Eslovaquia y Lituania.

Los votantes del resto de los países irán a las urnas el domingo y, considerando que los sistemas de votación y umbrales varían según cada circunscripción nacional, es posible que solo hasta bien entrado el lunes se conozca la repartición del cuerpo colegiado que, a su vez, elegirá al sucesor del italiano Antonio Tajani, presidente del Parlamento, y dará su visto bueno entre los candidatos presentados por los jefes de Estado europeos para la persona que remplazará al luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea.

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Aunque el Parlamento emite directivas que los países miembros están obligados a inscribir en sus legislaturas (alrededor del 20 % de las leyes nacionales están basadas en las directivas parlamentarias) y la Comisión orienta las políticas continentales a todos los ámbitos, las elecciones europeas están lejos de despertar el entusiasmo entre los electores de la que, en número de votantes, sería la segunda democracia más grande del mundo, por debajo de India y por encima de Estados Unidos.

Un informe del Instituto Jacques Delors señala que si en las primeras votaciones por el Parlamento Europeo, en 1979, el 62 % del censo electoral se acercó a las urnas, para elegir un cuerpo “en ese entonces desconocido para el público y con competencias muy limitadas”, una falta de comprensión del sistema europeo y una percepción de que los votos a escala nacional no afectan las grandes líneas de la política a escala continental ha llevado a una caída constante en el porcentaje de votantes.

Los pronósticos indican que este año podría alcanzarse la participación más baja en la historia de la Unión Europea y nuevamente el caso francés es revelador. Con una campaña dominada por el duelo Le Pen-Macron, ninguno de los cuales es candidato, los electores ignoran que existen 34 listas, que incluyen no solo las dos de los partidos tradicionales (Socialista y los Republicanos), sino a una gran variedad de movimientos pro y antieuropeos, ecologistas, animalistas, monarquistas, comunistas y, por primera vez, a un partido representando a los musulmanes franceses.

Las listas que sobrepasen el 5 % de los votos se repartirán proporcionalmente las 74 curules que le corresponden a Francia, el segundo país con mayor representación, con una silla más que Italia y el Reino Unido, y superado solo por Alemania, con 99 curules. Chipre, Estonia, Malta y Luxemburgo son los países menos representados, con seis parlamentarios cada uno.

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A pesar de que las elecciones se celebran a escala nacional, las líneas políticas que seguirá la Unión, que sin duda estarán marcadas por el auge del nacionalismo, la suerte del Reino Unido y la necesidad de posicionarse en el ámbito europeo para hacer contrapeso a las políticas rusas, chinas y estadounidenses serán determinadas por los “europartidos”, alianzas transnacionales entre movimientos políticos afines y que a escala continental funcionan como bancadas parlamentarias.

Si bien las encuestas indican que la centro derecha del Partido Popular Europeo, que incluye los conservadores británicos, el Partido Popular Español y los demócratas cristianos alemanes de Angela Merkel, conservará el mayor número de curules, es posible que pase de 216 a menos de 190. Los Socialistas, el europartido de orígenes izquierdistas pero posicionado ahora hacia el centro excepto por los Laboristas británicos, podrían perder cuarenta de las 185 curules que ocupan.

Buena parte de las curules hasta ahora en manos de estos dos grandes bloques de partidos tradicionales irá, según las encuestas, a manos de dos grupos nacionalistas: Europa de las Libertades y la Democracia y el Movimiento por la Europa de las Naciones y las Libertades, dos bancadas euroescépticas y ultraconservadoras, que podrían unirse y convertirse en la tercera fuerza política continental. Un escenario que para Andrew Gray, editor de “Politico”, una publicación basada en Bruselas y especializada en las instituciones europeas, ni siquiera es necesario para que las elecciones de esta semana puedan dejarlos como grandes ganadores.

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“A pesar de que estos dos grupos tienen posiciones divergentes en temas de fondo y no es seguro que formen coaliciones de peso dentro del parlamento, sus curules les permiten difundir sus posiciones políticas a escala continental. Y eso para ellos es una enorme victoria”, afirma Gray.

Como pudo comprobarse con la gira que Steve Banon, director ejecutivo de la campaña de Donald Trump, realizó por el viejo continente la última semana para apoyarlos, los partidos nacionalistas tienen la bendición de la extrema derecha estadounidense para erosionar, desde el corazón de las instituciones europeas, lo que alguna vez fue el ideal de una Europa sin fronteras.

Por Ricardo Abdahllah / París

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