Las Sardinas, la respuesta ciudadana a la ultraderecha en Italia

El movimiento de las Sardinas surgió de una conversación entre amigos. Hoy es un fenómeno en toda Italia que se opone a la ultraderecha y sacó a la luz una inconformidad que permanecía en silencio.

Nicolás Marín Navas
20 de enero de 2020 - 02:00 a. m.
Las Sardinas, la respuesta ciudadana a la ultraderecha en Italia

“Queridos populistas, ya lo entendieron, la fiesta se acabó (...) Durante mucho tiempo hicieron lo que quisieron (...) Nos acaban de despertar y son los únicos que deben tener miedo. Se alejaron de su puerto y de sus aguas seguras. Nosotros somos sardinas libres y ahora inevitablemente nos encontrarán. Bienvenidos a mar abierto”. Lo anterior es un extracto del Manifiesto de las Sardinas, uno de los movimientos ciudadanos más sonados de los últimos años en Italia que, desde el pasado noviembre, destapó un descontento masivo que busca, según sus miembros, hacer tambalear a la ultraderecha en ese país.

El nombre del grupo nació de forma casual. Así lo afirma Mattia Santori, uno de sus fundadores, mientras discutía con Roberto Morotti, Giulia Trappoloni y Andrea Garreffa, amigos suyos. Santori, investigador de recursos energéticos, afirma que las reacciones han estado por encima de lo esperado. En su primera gran concentración, en la que esperaban al menos 6.000 personas, llegaron alrededor de 7.000, iniciando así un movimiento cívico que busca posicionarse tanto en las plazas como en redes sociales. Solo en Facebook, ya acumulan más de 260.000 seguidores.

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Ahora se ven jóvenes y adultos de sur a norte que comparten los ideales del grupo de amigos italianos. Hace un par de meses, Santori afirmó: “No tenemos certezas, cada día descubrimos distintas variables. Hay un vacío muy grande en la sociedad italiana, en su cultura política, que ha sido ocupado violentamente por las promesas del populismo de derecha. Nosotros intentamos activar el cerebro de la política, damos identidad y creamos una medicina”.

En conversación con este diario, Laura Useche, estudiante radicada en Bolonia, afirmó que este tipo de movimiento “ha sido una alternativa para gente que quería manifestar su descontento con la Liga, pero de pronto no quería participar en las manifestaciones tradicionales. De pronto ese tipo de concentraciones tienen otro tipo de repercusiones legales, por lo que las Sardinas les dio la oportunidad de ir a la plaza y manifestarse”.

Entre los principales puntos de las Sardinas se reclama a los políticos electos que asistan a las sedes institucionales a trabajar, y que los únicos medios de comunicaciones oficiales de los ministros sean comunicados y transparencia en el uso político de las redes sociales.

El listado se reduce a un ataque tácito a Matteo Salvini, exministro del Interior y líder del partido ultraderechista la Liga Norte. Durante su paso por esa cartera, el político fue duramente criticado porque desde junio de 2018 hasta febrero de 2019 fue en promedio diez días al mes a su oficina y solo un 2 % de sus ausencias en el Parlamento estuvieron justificadas. Eso sin contar que Twitter se convirtió en su plataforma preferida y fue acusado por su forma de dar órdenes, ofender a sus contrincantes y propagar el odio en la plataforma.

Durante catorce meses, Salvini estuvo a cargo del Ministerio del Interior. Sin embargo, en agosto del año pasado, una sorpresiva alianza para formar gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Demócrata, acérrimos rivales sobre el papel, desbarató temporalmente su proyecto político y fue removido del cargo. Durante los últimos meses ha estado acechando desde las redes sociales, criticando cada medida tomada por el gobierno y, a corto o mediano plazo, podría estar preparando algún golpe para regresar al gobierno.

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Sardinas: ¿una ambigüedad peligrosa?

 

A pesar de su espectacular aparición, las Sardinas han empezado a encontrar críticas generadas por su propia definición como movimiento y por los límites que se han planteado, pues en principio aseguraron no tener pretensiones políticas. Hay confusión entre sus seguidores y, poco a poco, empiezan a exigir respuestas.

De hecho, el próximo 26 de enero habrá elecciones generales en la región de Emilia Romana, cuyos resultados podrían, en caso de que gane la Liga, desembocar en una nueva disolución del gobierno italiano, y parte de los focos se han puesto sobre Santori, quien afirmó: “No nos presentamos, pero decimos: abstención o buscar una parte política de centro izquierda. Aquí ya es así. En el resto de Italia todavía es un experimento que no sabemos cómo se consolidará”.

Hasta el momento no es muy claro el norte de las Sardinas. Por eso Useche afirma: “El problema es que hicieron su manifiesto y la gente se empezó a preguntar que, si no quieren tener una formación política, entonces, ¿para qué lo están haciendo? No se entiende si quieren hacerle oposición a Salvini más allá de la televisión, por lo que, si bien es muy importante porque acá en Italia los medios no le dan cobertura a la oposición y ellos lograron visibilidad, no me referiría a ellos como un movimientos de oposición de Bolonia contra Salvini. La gente está dividida y las manifestaciones de las Sardinas son vistas por los jóvenes como algo a lo que irían sus papás, pero ellos no”.

Otro de los grandes puntos conflictivos es la posición de Santori frente al Decreto de Seguridad, el polémico texto promovido por Salvini criticado por endurecer las medidas contra la inmigración. En principio, las Sardinas partieron con la idea de exigir la eliminación total del decreto, pero con el tiempo han ido ablandando su posición. Tanto así que en una concentración, el pasado 14 de diciembre, el fundador del movimiento afirmó que el texto contiene ideas positivas y que lo que piden es la modificación de algunos de sus puntos. La posición, como era de esperarse, cayó mal en una parte de sus seguidores, incluso a los migrantes que salieron con él a las plazas.

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Guste o no, las Sardinas son un acontecimiento sorprendente en Italia. Su dimensión todavía es indefinida por su juventud. Algunos, como Piero Ignazzi, profesor de ciencias políticas, se atreven a compararlas con los movimientos estudiantiles de 1968: “Se trata de un movimiento particular y si tuviera que encontrarle algún equivalente histórico sería la contracultura de los años 60. Veo enormes ganas de traer color y novedad sin agresividad. Sin embargo, no creo que vaya a desarrollarse mucho más”.

Por su parte, Juan Manuel Sánchez, historiador de la Universidad de Múnich, señala que por ahora es difícil asegurar que se trate de un fenómeno tan importante: “No creo que un movimiento así se parezca a la contracultura del 68. Esto es un movimiento cívico de protesta. Para ser una contracultura tiene crear una cultura paralela o contraria a la imperante, con sus propias reglas, música, relaciones sociales... En esos años estaban el rock y la liberación sexual, aspectos que se oponían directamente al sistema de ese momento”, afirma el experto.

Por Nicolás Marín Navas

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