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Las sorpresas de las elecciones en Ecuador

El resultado de la segunda vuelta será determinante no solo para la gobernabilidad ecuatoriana, sino para la correlación de fuerzas ideológicas a escala regional.

Mauricio Jaramillo Jassir
09 de febrero de 2021 - 02:00 a. m.
De otra parte, Yaku Pérez, con su ventaja estrechísima, se convierte en el principal ganador pues la mayoría de sondeos lo descartaban para la segunda vuelta e incluso en el caso improbable de que Lasso lo supere, ya tiene un mandato por un resultado por encima de las expectativas.
De otra parte, Yaku Pérez, con su ventaja estrechísima, se convierte en el principal ganador pues la mayoría de sondeos lo descartaban para la segunda vuelta e incluso en el caso improbable de que Lasso lo supere, ya tiene un mandato por un resultado por encima de las expectativas.
Foto: Agencia AFP

Tras una jornada electrizante, Ecuador tiene la certeza de que se acudirá a la segunda vuelta con varias sorpresas y confusiones respecto a los pronósticos que una vez más parecen haber acertado en una tendencia general, pero extraviado uno de los elementos más determinantes: la participación sobresaliente a pesar de la pandemia. Aunque se especulaba acerca de una abstención significativa, quedó claro que la enorme indecisión no derivó en ausentismo.

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Para Andrés Arauz y Carlos Rabascall, fórmula de la Unión por la Esperanza, fuerza política apoyada por el expresidente Rafael Correa, la jornada se cierra con un triunfo ambiguo. El 32 % conseguido es menor a lo que cuatro años atrás obtuvo Moreno, quien llegó al 36 %. Arauz confirmó ser la primera opción de voto y tuvo una superioridad representativa sobre sus principales rivales: Guillermo Lasso, empresario, candidato en el pasado con un discurso tecnocrático que no termina de generar aceptación, pero resulta llamativo para quienes deploran o temen el retorno del correísmo; y, Yakú Pérez, del partido indígena Pachakutik, quien podría convertirse en el principal ganador de la jornada si confirma su llegada al balotaje, tal vez la sorpresa más representativa de un proceso que apenas comienza y está lejos de decantarse.

Arauz, quien sería el presidente más joven en la historia de Ecuador (36 años), debía superar dos escollos que lo separaban de la segunda vuelta. El primero consistía en comprobar que no se trata de la marioneta de Correa y que su triunfo tampoco significaría el retorno de prácticas que varios sectores identifican como autoritarias, especialmente los medios, objeto predilecto del verbo encendido del exmandatario en sus diez años de gobierno. Y el segundo tenía que ver con el desafío de materializar una candidatura en poco tiempo, y cuando los impedimentos legales hacían pensar que incluso se podría llegar a proscribir. Arauz, como él mismo lo ha reconocido, llegaba como un “perfecto desconocido”, pero apoyado en su juventud pretende ser reflejo de la necesidad inaplazable de refrescar el proyecto de izquierda más trascendente, para bien o para mal, en la historia de Ecuador. Uno de los reclamos más comunes a los proyectos progresistas en América Latina es que no supieron renovarse, y presidentes con robustas trayectorias se fueron atornillando sin dar paso a las nuevas generaciones. Dicha circunstancia, entre muchas otras, explica el colapso dramático del chavismo en Venezuela y el riesgo innecesario que corrió el proyecto del Movimiento al Socialismo (MAS), en Bolivia, cuando Evo Morales insistió en un tercer mandato o segunda reelección. Paradójicamente, el golpe militar en su contra y el gobierno autoritario y brutal de Jeaninne Áñez devolvió al MAS a la escena política, pero con el deber de presentar una renovación de hondo callado, como sucedió con Luis Arce. De cara a la segunda vuelta, Arauz deberá convencer a los indecisos de que responderá a las necesidades inmediatas del país devolviendo la estabilidad y las cifras económicas superlativas conseguidas por su mentor, sin que ello signifique el retorno al poder del exmandatario. En Argentina y Bolivia se especulaba sobre la posibilidad de que Cristina Fernández y Morales ejercieran un poder desmedido detrás de las formalidades, pero aquello no ha sucedido y la independencia de Alberto Fernández y Luis Arce parece incuestionable.

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De otra parte, Yaku Pérez, con su ventaja estrechísima, se convierte en el principal ganador pues la mayoría de sondeos lo descartaban para la segunda vuelta e incluso en el caso improbable de que Lasso lo supere, ya tiene un mandato por un resultado por encima de las expectativas. De darse su llegada al balotaje, Pachakutik confirmaría su capacidad de traducir la convocatoria a la movilización en un margen de incidencia real para llegar al poder. Esta influencia de la que gozó en los noventa lo hizo partícipe de la caída de Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad, así como de la Constitución de 1998. En los 2000 ese peso, aunque no desapareció, sufrió varios reveses y las divisiones lo condenaron a la intranscendencia.

A Pérez lo respaldan sectores ambientalistas decepcionados con Correa y que inicialmente habían apoyado la Revolución Ciudadana (2007-2017), pero terminaron distanciados por la explotación de petróleo en la reserva Yasuni-ITT en la Amazonia y la forma como se llevó a cabo la constituyente. Los indígenas terminaron siendo un actor de oposición a Correa, pero jamás pudieron comprometer su gobernabilidad. Ello cambió con la llegada de Lenín Moreno, cuya pésima gestión les devolvió el protagonismo. Hacia delante, Pachakutik recoge uno de los aspectos que ha distanciado el correísmo de corrientes progresistas cercanas al ambiente y muestra los estragos del discurso contundente del hoy expresidente en sus diez años de gestión. Ahora bien, Yaku Pérez y Pachakutik tienen un pasivo que seguramente saldrá en los debates, pues en este gobierno de Moreno, quien sale con niveles de aprobación bajísimos y dejando al país en bancarrota en medio de una crisis sanitaria mal gestionada, el movimiento indigenista desempeñó un papel vital para que llegara al final de su mandato participando de una heterodoxa alianza con la derecha; todo con tal de que la crisis de legitimidad no permitiera el retorno del correísmo al poder. La cercanía de los indígenas a la derecha en el último tiempo los ha hecho objeto de varias críticas, y para muchos significa la riesgosa política del “todo vale” con tal de impedir el retorno del progresismo.

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Al margen de quien gane, la gobernabilidad no está despejada. La Unión por la Esperanza de Arauz aparece como primera fuerza en la Asamblea Nacional (Congreso), pero deberá sellar alianzas si pretende reformas estructurales para el retorno de Correa, algo que en el corto plazo no parece fácil ni probable. El resultado de la segunda vuelta será determinante no solo para la gobernabilidad de un país que se acostumbró a la inestabilidad crónica en el pasado, sino para la correlación de fuerzas ideológicas a escala regional en momentos en que, el progresismo latinoamericano pone a prueba su vocación democrática.

*(Profesor U. del Rosario) @mauricio181212

Por Mauricio Jaramillo Jassir

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Celyceron(11609)09 de febrero de 2021 - 04:30 p. m.
El problema de muchos países, es votar en CONTRA y no a favor de un candidato. Que gane el mejor para el bien de toda la población ecuatoriana y que no tengan que usar la fuerza, como ha sucedido en el pasado, para sacar al gobernante inepto.
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