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Libia se despedaza

Las milicias islamistas que controlan el aeropuerto de Trípoli se enfrentan a un bando conformado por algunas figuras de la era Gadafi.

Santiago La Rotta
26 de agosto de 2014 - 03:57 a. m.
Combatientes de las milicias islamistas celebran la toma del aeropuerto de Trípoli. / AFP
Combatientes de las milicias islamistas celebran la toma del aeropuerto de Trípoli. / AFP
Foto: AFP - MAHMUD TURKIA

Libia, el país con dos parlamentos simultáneos, cada uno con su propia ala armada detrás, cada uno llamando ilegítimo al otro, cada uno controlando una parte del país y sus enormes recursos petroleros. En este escenario, Libia ya no parece un único país bajo un gobierno central, sino una serie de reinos y milicias en guerra. Libia, el país que quizá podría dejar de existir.

El problema en Libia tiene varias capas y varios bandos disputándose la repartición del poder y los millones de dólares del petróleo. Hoy existe una suerte de coalición de grupos islamistas que, aun con diferencias y problemas pasados, ha comenzado a formarse bajo una sola bandera con tal de derrotar a sus enemigos, que son vistos como un regreso a la época del coronel Muamar Gadafi, el dictador derrocado hace tres años con el apoyo de la OTAN y la ONU.

Uno de los grupos más prominentes en el panorama de milicias en Libia es Ansar al Shariah, cuya base de operaciones es parte de la ciudad de Bengasi, en donde islamistas moderados y extremos comenzaron a juntar fuerzas para hacer frente a las fuerzas del general Jalifa Hafte, quien en mayo de este año aseguró que lucharía contra el avance del islamismo y se autoproclamó protector de Libia. El general también tiene una base grande de operaciones en Bengasi y buena parte de sus fuerzas son antiguos soldados del ejército de los días del coronel Gadafi.

Hafte, de 71 años, lideró la guerra libia contra Chad como parte del ejército de Gadafi, pero después pasó a formar parte de la oposición al dictador. Se dice que fue entrenado por EE.UU. bajo un supuesto plan para derrocar a Gadafi y vivió buena parte de los últimos años en ese país hasta su regreso a Libia en 2011.

Aparte de Bengasi, la ciudad de Misrata es el otro gran punto de concentración de los esfuerzos islamistas. En la zona también operan milicias que, junto con otros grupos, lanzaron el 13 de julio una gran operación, llamada Amanecer, para tomar el control de posiciones claves, como aeropuertos y centros poblados.

La ofensiva rindió sus mayores frutos este fin de semana, cuando los milicianos lograron hacerse al control del aeropuerto de la capital, Trípoli, que yacía en manos de fuerzas leales al general Hafter. Con esta victoria, la principal ciudad Libia está bajo el virtual control de los islamistas.

Trípoli es hoy la sede de uno de los dos parlamentos en Libia, una expresión que parece contradictoria pero que tiene su origen el 25 de junio de este año, cuando las elecciones legislativas asestaron un duro golpe a la representación política de los islamistas, que gozaban de una posición dominante en el llamado Congreso Nacional General (CNG). El nuevo cuerpo representativo pasó a llamarse Congreso de los Diputados (CD) y tiene su sede en la ciudad de Tobruk, territorio controlado por el general Hafter.

El CNG le encargó a un político proislamista la formación de un nuevo gobierno en un acto que desafía abiertamente el mandato del nuevo parlamento.

Así las cosas, pareciera haber dos cuerpos legislativos en Libia, cada uno respaldado por un brazo armado que, como si no fuera suficiente, tiene el apoyo tácito, o directo, de otros poderes en la región. El bando del general Hafter ha recibido la ayuda de los Emiratos Árabes Unidos y de Egipto, países que han bombardeado en dos ocasiones posiciones de los milicianos, según un reporte del diario The New York Times. Por otra parte, se cree que Qatar es uno de los financiadores de los islamistas. Algunos reportes también incluyen a Turquía como proveedor de estos grupos.

Tres años después de la caída de Gadafi, Libia se encuentra al borde de una guerra que no sólo enfrentaría facciones políticas y visiones religiosas, sino que incluiría la agenda de países extranjeros en una tierra que hoy se deshace en una espiral de violencia que podría dar para largo.

 

 

slarotta@elespectador.com

@troskiller

Por Santiago La Rotta

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